Envejecer no tiene por qué ir de la mano con sentirse apagado, pesado o sin energía. Al contrario, cada vez hay más pruebas de que llevar una vida activa, conectada con la naturaleza y con menos estrés, ayuda no solo a vivir más, sino a hacerlo con vitalidad. ¿La clave? Evitar que el cuerpo se mantenga en un estado de inflamación constante, una especie de ruido de fondo que no siempre notamos, pero que con el tiempo puede restarnos energía, agilidad y bienestar.

Un nuevo estudio publicado en Nature Aging viene a recordarnos algo esencial, y es que no estamos condenados a envejecer mal. El equipo investigador ha comparado a personas que viven en grandes ciudades como Milán o Singapur con comunidades indígenas de Bolivia y Malasia, donde no hay apenas electricidad, se camina para todo y se vive más al aire libre. El resultado ha sido muy claro: en estos entornos más naturales, el cuerpo envejece de manera más suave, sin tanto desgaste interno. Y no porque sean genéticamente distintos, sino porque su día a día es completamente diferente.

Envejecer no es lo mismo en la ciudad que en la naturaleza

Los protagonistas de este estudio no podían ser más distintos entre sí: personas urbanas con acceso a todas las comodidades modernas frente a comunidades como los Tsimane de la Amazonia boliviana o los Orang Asli, en Malasia, que todavía viven muy conectados con la naturaleza. Lo curioso es que, a pesar de tener menos recursos, las personas de estas comunidades muestran menos signos de inflamación con la edad. Y eso, traducido al día a día, significa menos fatiga, más agilidad, mejor ánimo y una vejez más activa.

Lo mejor es que no se trata de una cuestión de suerte ni de genética. El estudio concluye que el entorno influye muchísimo en cómo envejecemos. Las personas que están más expuestas a la naturaleza, que se mueven más, comen alimentos reales y duermen bien, tienen una especie de “protección natural” frente al deterioro. Y eso es una buena noticia, porque aunque no todos podamos mudarnos al campo, sí podemos incorporar algunos de estos hábitos a nuestra rutina.

envejecimiento en ciudad o en el campo

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Lo que puedes hacer tú para envejecer mejor

  1. Muévete más en tu día a día. No necesitas correr maratones ni pasarte horas en el gimnasio. Caminar a diario, usar menos el coche, subir escaleras o hacer pequeñas pausas activas durante la jornada ya marcan la diferencia. El movimiento diario ayuda al cuerpo a mantenerse ágil, mejora el estado de ánimo y refuerza la energía general.
  2. Come comida de verdad. Si en tu plato hay más colores y menos etiquetas, vas por buen camino. Las verduras, frutas, legumbres, frutos secos o el pescado azul tienen un efecto muy beneficioso sobre el organismo. Reducir los ultraprocesados no es cuestión de perfección, sino de equilibrio, cuantos menos ingredientes artificiales, mejor te vas a sentir.
  3. Sal al aire libre. Aunque vivas en una ciudad, busca esos momentos de conexión con la naturaleza: dar un paseo por un parque, cuidar tus plantas, mirar el cielo. Estar en contacto con lo natural tiene un efecto calmante y nos ayuda a salir del piloto automático.
  4. Descansa de verdad. Dormir bien es un superpoder. Si cuidas tu descanso, todo mejora: el cuerpo se recupera, el cerebro se resetea y las emociones se estabilizan. Intenta crear un ritual para dormir que incluya desconexión de pantallas, luces tenues y horarios regulares.
  5. Rodearte de personas que te hagan bien. Las comunidades que envejecen mejor suelen tener una vida social activa. El apoyo emocional, la risa, las charlas y los momentos compartidos ayudan al cuerpo a sentirse seguro y relajado. No se trata de tener una agenda llena, sino de alimentar los vínculos que te hacen bien.
     

Pequeños gestos como estos, repetidos cada día, tienen un impacto enorme a medio y largo plazo. Porque el envejecimiento no es solo cuestión de años, sino de cómo vivimos, y, por suerte, vivir mejor no significa complicarse la vida, al contrario, suele implicar volver a lo más sencillo.

Recuperar el placer de cocinar con calma, moverse por el gusto de hacerlo, dormir con la ventana abierta o quedar con alguien solo para charlar. En una época de prisas, hiperconexión y sedentarismo, volver a lo esencial puede ser el mejor antídoto contra el desgaste.

Así que no, no hace falta renunciar al móvil ni mudarse a una aldea para cuidar cómo envejecemos. Basta con parar un poco, observar lo que hacemos cada día y elegir con más conciencia. Porque el cuerpo recuerda, y todo lo que le das hoy es una inversión para mañana.