Entrar en la casa de Rappel (en cualquiera de ellas) es toda una experiencia. El popular vidente es un enamorado de las antigüedades y a lo largo de los años ha acumulado un buen número de ellas, repartidas ahora entre sus residencias. Esta vez nos hemos colado en el apartamento que tiene en el centro de Madrid. Y hemos podido comprobar que ahí también está el “toque Rappel” mires donde mires. Y no hay ni un centímetro de vitrina o mesa que no albergue también recuerdos, fotografías y regalos de todos los famosos a los que ha conocido. Todo tiene su lugar y todo está impoluto, sin una mota de polvo. Rappel nos recibió, ya recuperado de los problemas de salud que lo llevaron a estar ingresado en el hospital, con muy buen aspecto y a su aire. De hecho lucía un grueso jersey pese a que fuera en Madrid la temperatura ya era veraniega. Junto a él, en un discreto segundo plano, como siempre, estaba José María. Él es su secretario, su mano derecha y su pareja sentimental desde hace más de 35 años.

Rappel
Foto: Luis Miguel González

¿Dónde estamos exactamente Rappel?

Pues este es mi despacho. Aquí paso consulta todos los días por la mañana desde que vendí el ático que tenía en el barrio de Salamanca y me fui a vivir a las afueras de Madrid, donde estoy muy a gusto en una casa preciosa que compré hace más de 20 años para los fines de semana y vacaciones. Llegó la pandemia y decidí quedarme allí con los perrillos un par de meses, aunque como la cosa se complicó tres años ya me quedé. Pero claro, la gente que acude a mi consulta no puede ir hasta allí, porque recibo a muchas señoras que no conducen, que son ya mayores… Así que este apartamento me viene perfecto porque aquí también atiendo por teléfono a clientas que viven en Argentina, en Chile, Colombia, muchos de México… y también muchísima gente de fuera de Madrid. Me llaman, reservan la hora y yo aquí estoy, atendiéndolos, como digo siempre, soy casi como un confesor, un confidente y un amigo. Valgo más por lo que callo que por lo que hablo. Aquí tengo también una cocina pequeña, pero a la que no le falta de nada, un baño y mi dormitorio, porque a veces me quedo a dormir. Es como mi pequeño refugio.

Rappel y su dormitorio

Un dormitorio nada discreto, desde luego, porque es todo morado.

Me encanta ese color, es muy poderoso, transmite mucha fuerza. En todas las casas hay algo morado siempre. Y por eso me gustan también las amatistas, las piedras del poder. Incluso tengo un collar de amatistas que me regaló Rafaella Carrá. Esta habitación me encanta y además tiene unas vistas fantásticas.

Hablando de regalos, Rappel aquí hay verdaderos tesoros…

Mira, en la vitrina tengo cosas maravillosas: un pequeño ángel que me regaló Juan Gabriel, a quien quise muchísimo. Vino a actuar a la sala de fiestas Florida Park, de la que fui director 10 años. Me pagaban 100.000 pesetas al año, que era una barbaridad. Ahora serían algo más de 600 euros pero en los años 70 el sueldo medio era de 8.000 pesetas al mes, unos 48 euros. Fue una época mágica. Ahí debutó Miguel Bosé y se grababa el mítico programa de TVE 'Esta noche… fiesta…'. También fue donde Estrellita Castro actuó por última vez y me regaló unas castañuelas que ocupan un lugar de honor. Cuando murió quiso ser enterrada con el traje de cola que yo le hice para esa noche, y con el otro par de castañuelas.

"La costura fue mi primer amor"

Es verdad, porque se nos olvida que antes de ser el vidente de las estrellas, tenías una casa de modas de éxito.

La costura fue lo primero, mi primer amor. Yo con 14 años estaba de aprendiz con Balenciaga, que era como un hermano para mi abuelo. Él ayudó a nuestra familia, que se arruinó con la guerra, a montar una fábrica de tejidos y nos mandaba las telas desde París. Montamos el negocio en la calle Lagasca, y empezó a ir toda la gente rica de Madrid, porque no había telas como las nuestras. Y se llamaba como yo, Rappel, por RAfael Paya PELeteria, que era el negocio original (el auténtico nombre de Rappel es Rafael Payá Pinilla). Luego llevamos el negocio a la calle Ayala, a un edificio donde también vivíamos y donde luego abrí mi propio taller de costura.

¿No te arrepientes de haberlo dejado la moda?

No, era un negocio que me encantaba, pero acabé un poco cansado. Empezó a llegar el boom del pret a porter y no podíamos con la competencia. En una boutique un vestido monísimo costaba 1.500 pesetas de entonces y yo entre las telas, que fuera a medida y todo, por menos de 4.000 no salía. Por ese precio una señora se podía comprar tres conjuntos. Pero bueno, viví los años grandes de la moda, esas fiestas, esas puestas de largo...

¿Y tú te compras ropa ahora?

Pues claro, a mí me vuelve loco, no paro de comprarme ropa… y telas, aunque ya no coso.

Una de tus señas de identidad, el toque Rappel, eran tus túnicas.

Tengo unas 1400 túnicas, creo. Pero piensa que durante los siete años que trabajé en 'Tómbola', en la televisión valenciana, con un programa a la semana años no repetí jamás modelo. Y luego me hice también muchas, y más exageradas, con plumas, con cristales... Parecía a veces una vedette, pero eran para el programa de Raffaella en la televisión italiana, donde también trabajé.

"La duquesa de Alba me regaló un abanico"

Rappel
Foto: Luis Miguel González

Todas esto darían para un museo.

Y en eso llevo pensando ya algún tiempo, tener mi propio museo. Me gustaría que el día que yo falte muchas de esas cosas se pudieran ver. No quiero que sea con fines lucrativos de mi familia, no, incluso he pensado que los beneficios fuesen para el mantenimiento y para a alguna fundación benéfica o así. Pero la verdad es que a lo largo de mi vida he ido almacenando cosas, regalos de gente muy importante, fotografías dedicadas y ropa. También mi colección de mantones de Manila, incluyendo uno que me regaló doña Concha Piquer…

¿Y dónde las guardas?

Repartidas. Algunas están en esta casa, como el cinturón de gaucho con monedas de plata que le dio Perón, porque hice la mortaja con la que está enterrada Evita. O el abanico que me regaló la duquesa de Alba, las peinetas que pertenecieron a la gran Raquel Meyer… Cosas preciosas que me haría ilusión que estuvieran en un museo, porque son casi historia de España. Es que han sido muchos años. Yo le hacía a la madre del rey emérito, a doña María de las Mercedes, las batas de estar en casa. Era muy amiga mía y decía que la ropa que yo le hacía era la más cómoda que tenía…

Aquí, y en el resto de tus propiedades hay invertido mucho dinero, ¿no?

Digamos que tengo una casa en Valencia a la que le tengo muchísimo cariño porque adoro esa tierra, la de Marbella, la de Madrid donde vivo y esta, que es el despacho. Pero bueno, a mí no me habrás visto gastarme el dinero en casinos, porque el juego me gusta muy poco, ni en grandes viajes.

¡Pero si has viajado por todo el mundo!

Me da mucho miedo el avión y solo me subo si es necesario y por trabajo. Yo siempre he sido de mi trabajo, ganar dinerito y de mis hijos, que gracias a Dios los he educado en colegios estupendos. Pobres, de pequeños casi no me veían. Por eso me compré también una casa en Alpedrete, y los fines de semana se iban allí con mi mujer, a descansar. Al menos se lo pasaban genial, mientras yo seguía trabajando. Aún tengo esa casa y vive ahí mi hija la pequeña.

"Nunca me echo las cartas a mí mismo"

Rappel
Foto: Luis Miguel González

La verdad es que tu vida daría para un libro.

Pues mira, tengo lista mi biografía, que se llama Rappel y sus estrellas pero está un poco parado lo de la publicación porque van a hacer también una docuserie sobre mi vida.

No nos extraña nada. Por cierto, ¿cómo estás? Porque en marzo estuviste ingresado en el hospital con neumonía.

Gracias a Dios estoy muy bien. Pero lo malo no fue la neumonía, lo peor vino después. Estuve cinco días ingresado, me dieron el alta porque estaba muy bien y a los dos días de estar en mi casa empecé con hemorragias. El tratamiento que me habían puesto era muy fuerte y yo hace muchos años tuve un problema de divertículos (bolsas que se forman en la pared interna del intestino), y la medicación me afectó. Me provocó una infección del colon. Así que tuve que volver a estar diez días ingresado, poniéndome hierro en vena, porque me quedé con anemia.

¿Y ahora?

Ya estoy recuperado y haciendo vida normal, tomando hierro por las mañanas y probióticos y ya. Ya se me ha olvidado, el 20 de agosto cumpliré 78 años y estoy otra vez en forma y trabajando. No pienso en la retirada.

Una última pregunta, ¿tú te echas las cartas?

Nunca, porque me tengo miedo. Yo no soy imparcial y me gustaría que todo me saliera bonito y así no. Pero sí he ido a que me las echasen. Eso sí me gusta.