La comunicación es uno de los aspectos que más influye en las relaciones. Es a través de ella, que somos capaces de construir vínculos significativos, bien sean personales o laborales, por lo que siempre conviene poner atención en la forma que tenemos de hacerlo. A lo largo de nuestra vida, nos cruzamos con todo tipo de personas, desde las más habladoras, hasta aquellas que les cuesta expresar emociones o pensamientos, aunque la clave radica en nuestra capacidad de escucha, respetando los tiempos y formas de ser de cada uno.

Sin embargo, hay un tipo de personalidad que resulta especialmente irritante y desconcertante. Nos referimos a aquellos que parecen no querer profundizar en nada y cada vez que surge una conversación trascendental, cambian radicalmente de tema. ¿Te ha pasado? Esto, además de ser frustrante, genera una sensación de malestar difícil de encajar, por lo que hemos acudido a la psicóloga integrativa y coach, Olga Albaladejo, quien nos da las claves para comprender este tipo de comportamientos y aprender a gestionarlos de manera asertiva.  

¿Por qué cambia de tema?

La psicóloga nos explica que existen varios motivos que pueden subyacer detrás de este tipo de comportamientos.

  • Evitación experiencial. Explica que muchas personas no cambian de tema porque no les importe lo que está pasando, sino porque no saben cómo sostener la emoción que despierta ese tema. “En psicología hablamos de ‘evitación experiencial’: una tendencia muy humana a huir del malestar emocional, aunque eso signifique no resolver nada”. Advierte que cambiar de tema puede parecer algo inocente, pero a la larga, impide que la persona se libere del dolor que intenta evitar.
  • Alexitimia o dificultad para conectar con las emociones. Otro tipo de personas son aquellos que no saben realmente lo que están sintiendo, porque crecieron en entornos donde las emociones no se nombraban, no se reconocían, y mucho menos se expresaban. “Eso se llama alexitimia, y quienes lo sufren, no solo tienen dificultades para identificar lo que sienten, sino también para percibir la emoción en el otro. “Es como si vivieran con los cables emocionales desconectados. Por eso, ante una conversación seria, muchas veces simplemente no saben cómo seguir. No es falta de empatía, es desconexión emocional aprendida”, arguye la experta.
  • Narcisismo y foco en uno mismo. En otro extremo, están quienes cuando la conversación no gira en torno a ellos, pierden el interés o se sienten amenazados. “Las personas con rasgos narcisistas tienden a cambiar de tema si sienten que lo que se dice no les beneficia o pone en riesgo su autoimagen. En el fondo, también hay mucho miedo: miedo a quedar mal, a sentirse vulnerables, a no tener el control. Así que evitan, cambian el foco o incluso se enfadan si les llevas a un terreno emocional que no controlan. No están huyendo de ti, están huyendo de lo que esa conversación podría hacerles sentir”.
  • Estrategias aprendidas en la infancia. La psicóloga recuerda que muchos adultos siguen usando los recursos que aprendieron de niños para sobrevivir emocionalmente. Si en su infancia nunca vieron a sus padres hablar abiertamente de emociones, si expresar tristeza o miedo era motivo de burla o castigo, entonces aprendieron a callar y cambiar de tema como forma de protegerse. “No es que no quieran hablar, es que hablar se les hace peligroso. Por eso en consulta trabajamos tanto con ese niño interior que, a pesar de haber crecido, sigue presente en sus reacciones emocionales”.
  • Desregulación emocional. Hay personas que, ante una emoción intensa, sienten que se desbordan. Que si entran en una conversación emocional, van a perder el control, y eso les asusta tanto que prefieren evitar el tema.
  • Trauma y supervivencia emocional. “El cuerpo guarda memoria”, reflexiona Albaladejo, quien incide en que cuando hay trauma, una conversación emocional puede activar una alarma interna muy potente, incluso si racionalmente la persona sabe que está a salvo. “La buena noticia es que, con el acompañamiento adecuado, se puede reeducar esa respuesta y aprender a estar presentes sin desbordarse”.
  • Apego evitativo y miedo a la intimidad. “Hay quienes temen profundamente la cercanía emocional. Quieren querer, pero no saben cómo”. Según la experta, aprendieron que depender de otros o mostrarse vulnerables no es seguro. Así que se protegen distanciándose, haciendo bromas…”Cambiar de tema es su manera de poner una barrera invisible para no sentirse invadidos o desbordados”.
  • El efecto avestruz. “Todos, en algún momento, hemos querido meter la cabeza bajo tierra para no ver lo que nos duele, pero claro, no ver la realidad no hace que desaparezca. Simplemente, nos deja sin herramientas para afrontarla”. La experta destaca que este tipo de evitación es muy común en enfermedades graves, en crisis familiares, o cuando hay una pérdida inminente.

“Cuando una conversación se vuelve seria, el cuerpo muchas veces reacciona antes que la mente. Si hay activación emocional intensa, el cerebro puede interpretar esa conversación como una amenaza, y entonces entra en juego el sistema de alarma: la amígdala se activa, el corazón se acelera, y aparece esa necesidad urgente de salir de ahí”, indica la psicóloga. 

Estrategias para gestionar estas situaciones

Cómo hablar con alguien que cambia de conversación

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Algunas de las claves que aporta Olga Albaladejo para afrontar este tipo de situaciones, son las siguientes: 

  • No lo tomes como algo personal. A veces, la persona no te está rechazando a ti, está rechazando su propio malestar. No es contra ti.
  • Cuida el cuándo y el cómo. No todas las conversaciones importantes tienen que darse ya. Elegir un buen momento puede marcar la diferencia.
  • Habla desde ti, no desde la acusación. En vez de decir “nunca hablas de esto”, puedes decir: “Cuando evitamos este tema, me siento desconectada y me gustaría poder hablarlo contigo”.
  • Valida lo que el otro siente. Frases como “entiendo que te cueste este tema” ayudan a abrir espacio, no a cerrarlo.
  • No esperes que cambie en una sola conversación. Si es un patrón antiguo, requerirá tiempo y paciencia. Reconoce los avances, aunque sean pequeños.
  • Si tú tiendes a evitar, reconoce tu miedo. Nombrar lo que nos asusta ya es un acto de valentía. Y a veces, hacerlo en voz alta desactiva el poder del miedo.
  • Trabaja tu vocabulario emocional. Muchas personas no evitan por falta de voluntad, sino porque no tienen palabras. Aprender a nombrar lo que sentimos nos da poder.
  • Usa tu cuerpo a tu favor. Respirar lento, pausar, sentir tus pies en el suelo. El cuerpo también puede ayudarte a quedarte en la conversación, en vez de huir.
  • Habla de hechos, no etiquetes a la persona. Es muy distinto decir “eres un inmaduro, siempre cambias de tema” a decir: “Cuando pasamos de tema al hablar de esto, yo me siento desconectada y me gustaría poder retomarlo contigo”. Esta fórmula es clara, respetuosa y evita que la otra persona se ponga a la defensiva. Poner el foco en el comportamiento, no en la identidad, permite avanzar sin dañar el vínculo.
  • Si hace falta, busca ayuda. Hay conversaciones que necesitan un espacio seguro para poder darse. Un psicólogo puede ayudarte a crear ese espacio y acompañarte a entrar en él.

Según la psicóloga, evitar los temas serios puede parecer una forma de protegernos del malestar, pero a la larga nos aleja de quienes más queremos. “Crea una falsa sensación de tranquilidad que se sostiene a costa de la conexión auténtica. En cambio, atrevernos a quedarnos en la conversación incómoda, puede ser el primer paso hacia relaciones más sinceras, más seguras y más profundas”.