Ser conscientes de que la realidad que percibimos está altamente sesgada puede ayudarnos a disminuir los niveles de estrés y de ansiedad. Hablamos con un experto en neurociencia para entender cómo funciona la estrategia de nuestro cerebro a la hora de percibir la realidad y cómo podemos dejar de sufrir por algo que realmente no existe.

¿Lo que pensamos define nuestra realidad?

Esto puede parecer un guión sacado de una película de Matrix pero ¿te has planteado que tu visión o percepción de la realidad puede ser errónea? ¿Podemos estar viendo una realidad que no existe?

David del Rosario, experto en neurociencia y autor de “Tú has escrito este libro” (Ed. Diana), explica a SEMANA a este respecto que “aquello que pensamos y sentimos está íntimamente relacionado. Para empezar a asumir la responsabilidad de lo que sentimos y de lo que pensamos lo primero que tenemos que descubrir es que hay una conexión entre las cosas que pensamos y sentimos, y que esa conexión es tan íntima que podemos atrevernos a llamarlo ‘pensaciones’. Por lo tanto, estamos todo el tiempo, el 85 % del tiempo en nuestro día a día, pensando o sintiendo cosas, este sería el primer paso para asumir la percepción de la realidad que percibimos”.

Libro David del Rosario

Diana Editorial

El primer paso para asumir esta realidad, como decía el médico, psicólogo y ensayista suizo, Carl Jung, sería tomar conciencia, hacer que lo inconsciente se haga consciente, esto supondría ser conscientes de que nuestra realidad está sujeta a lo que sentimos y pensamos y que, por tanto, no es una realidad objetiva.

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El peligro del “pensamiento positivo”

Nuestro cerebro está todo el tiempo tratando de ofrecernos un presente apetecible, lo que ocurre es que, como nosotros no sabemos cómo funcionamos, muchas veces nos oponemos a su forma natural de funcionar. ¿Es peligroso el exceso de optimismo? “Hoy en día está muy en boga el tema del pensamiento positivo y de la gestión emocional. Si nosotros empezamos a aplicar la neurociencia en nuestro día a día y empezaremos a descubrir que nosotros no pensamos sino que piensa nuestro cerebro y que lo hace con la misma naturalidad con la que nuestro corazón bombea sangre o que nuestra pulmones cogen aire, empezaríamos a dejar tranquilo a nuestro cerebro y empezaríamos a darnos cuenta de que intentar hacer nuestros pensamientos más positivos pueden llevarnos a la frustración y al estrés”.

¿Por qué ocurre esto? Porque, como expone el experto, el cerebro piensa con la misma naturalidad que el corazón bombea sangre o los pulmones aire. Por lo tanto, si yo no pienso y piensa mi cerebro va a ser una tarea ardua, prácticamente imposible, obligar a nuestro cerebro a que piense de una determinada manera.

“Una vez que vemos que esto es un imposible, entonces nos metemos en el tema de la gestión emocional. Si nosotros aplicamos lo que sabemos de neurociencia, nos damos cuenta de que las emociones no están diseñadas por el organismo para ser gestionadas sino para ser sentidas, y que es nuestra adicción a las sensaciones placenteras y nuestra lucha-huida de las emociones negativas lo que al final nos genera un estado de estrés. Cuando empezamos a darnos cuenta de esto empezamos a dejar de gestionar y nos damos cuenta de que lo que es tóxico para nuestro organismo no es tanto si la emoción es negativa sino si yo estoy dispuesto a sentirla o no. Ese es el punto crítico. Cuando te das cuenta de esto puedes dejar de luchar y abrirte a sentir. Lo ideal sería que todos nos abriéramos a esa posibilidad”.

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Estamos siempre un 99,5 % equivocados

El pensamiento y la cognición es un enigma pero una de las cosas que sabemos es que las cosas que pensamos y percibimos están ampliamente sesgadas, esto significa que están filtradas, es decir, “nosotros no percibimos la realidad como es sino que nuestro cerebro a través de los sentidos tiene la capacidad de trabajar con una información y el resto de la información la desecha. Por lo tanto, nuestro punto de partida es un porcentaje muy pequeño de la realidad. Cuando empezamos a asumir esto, empezamos a darnos cuenta de que nuestros pensamientos, sensaciones, decisiones, percepciones…están sesgadas. ¿Tiene sentido estar defendiendo una realidad que está sesgada? Bajo mi punto de vista no lo tiene, pero esto es una decisión o una pregunta que cada persona tendrá que responder o tomar. Más importante que la respuesta es hacerse esa pregunta”, señala Del Rosario.

Al trabajar con tan poca información ¿nuestra opinión o visión de las cosas siempre estaría equivocada? “Sabemos que dejamos el 99,5 % de la información de lado, que todos nuestros motivos, razones, percepciones y decisiones están basadas en un 0,5 % de la información, de este modo estaríamos siempre un 99,5 % equivocados. Esto al final es un baño de humildad para los seres humanos. Aquí empezamos a darnos cuenta de que no sabes qué hacer con tus percepciones, pensamientos… que quieres huir o luchar contra las emociones o pensamientos negativos sin darnos cuenta de que esa lucha interna es la base de nuestro sufrimiento o de nuestro estrés cotidiano. La gran mayoría de nuestro estrés diario es un estrés imaginado, no es un estrés real”, sentencia el experto.

Aquel que no piensa como yo está equivocado ¿o tal vez no?

Según lo que nos cuenta el experto David del Rosario, las personas detectan la realidad según un sesgo de pensamiento que creen objetivo. ¿Qué supone este fenómeno? “Ese es el día a día de los seres humanos. Nos relacionamos con nuestros pensamientos como si fueran objetivos, como si fueran hechos, y no solo eso, también creemos que los pensamientos de que aquellas personas que no piensan como nosotros están equivocados o son unos ignorantes”.

La neurociencia entonces nos daría la posibilidad de abrirnos y ser más tolerantes al no poder estar seguros 100 % de nada. “La neurociencia nos da la opción de asumir que lo que yo pienso no es mejor que lo que tú piensas es solo una posibilidad construida a partir de una experiencia personal pasada y de unos objetivos futuros. Son esos dos ingredientes principalmente de los que se alimentan cada uno de nuestros pensamientos”.

Entonces, ¿cómo nos relacionaríamos con nuestros pensamientos de una forma sana y consciente? “Esto es una decisión única y personal, para mí no tiene sentido defender aquello que piensa mi cerebro cuando yo sé que está tan sesgado, cuando sé que está construido con una parte de la realidad muy pequeñita. ¿Qué función tienen entonces los pensamientos? Tiene la función de mirar esa posibilidad, explorarla, vivirla, que nos enseñe una experiencia y luego soltarla”, afirma el experto.

Los pensamientos están hechos para ser experimentados y después soltados pero nosotros nos enamoramos de nuestros pensamientos dándoles la condición de hechos y, por lo tanto, empezamos a percibir una realidad que es coherente con esos pensamientos, por eso no vemos el mundo como es sino que vemos el mundo como lo pensamos.

“Los pensamientos a los que damos una condición de hechos impregnan nuestra realidad, vemos cosas coherentes con las cosas que pensamos. Desde esta perspectiva podemos empezar a asumir y a responsabilizarnos, no solo de lo que pensamos y de lo que sentimos, sino también de lo que percibimos”. Un cambio de paradigma que haría mucho bien, sin duda, a la manera de relacionarnos en la sociedad actual.