La entronización del Papa León XIV transformó la Plaza de San Pedro de la Ciudad Eterna en el escenario de una liturgia solemne y de una coreografía diplomática sin igual. Bajo la cúpula de San Pedro, y ante decenas de jefes de Estado llegados de todos los rincones del mundo, el rito milenario del inicio de pontificado volvió a desplegar su carga simbólica con precisión casi teatral. Pero entre palios, incensarios y el eco de cánticos en latín, otro lenguaje tomó la palabra: el del vestir.

Porque en el Vaticano, donde la tradición se impone incluso al gesto político, el atuendo no es accesorio: es declaración, medida y protocolo. Bajo la mirada del nuevo Pontífice y guiados por el lema inaugural In Illo Uno Unum, los líderes internacionales no solo cumplieron con el protocolo, sino que interpretaron el decoro como una forma de comunicación simbólica. En esa liturgia paralela, la moda fue litografía y mensaje: un desfile diplomático en el que cada tejido, cada corte y cada mantilla hablaban de respeto, prudencia y poder.

España estuvo representada por una delegación de alto nivel. Sus Majestades los Reyes, Felipe VI y Letizia, encabezaron la comitiva junto a la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, el ministro de Presidencia Félix Bolaños, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. En clave internacional, no faltaron figuras de primer orden: los reyes Felipe y Matilde de Bélgica, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen — tan fiel a sus impecables trajes sastre como a su europeísmo militante—, y el príncipe Eduardo, duque de Edimburgo.

Así como Victoria de Suecia, Alberto Monaco acompañado de Charlene y María Teresa de Luxemburgo. Notoria fue, eso sí, la ausencia de Donald y Melania Trump, quienes sí asistieron al funeral del Papa Francisco el pasado 27 de abril. Una omisión que, en política internacional, puede leerse casi como un desdoro.

Charléne de Mónaco en la entronización del Papa León XIV

Charléne de Mónaco en la entronización del Papa León XIV

(Gtres)

Charléne de Mónaco en la entronización del Papa León XIV

La princesa Charlène de Mónaco ejerció el raro privilegio del blanco y lo hizo a la perfección. El Vaticano permite este gesto estilístico únicamente a algunas consortes reales católicas —y ella lo aprovechó con precisión milimétrica. Lució un impecable vestido midi de cuello cerrado con detalles de textura (bordados y estampados de presión), con manga larga y líneas puras, que parecía casi una prolongación espiritual de la ceremonia. La mantilla blanca de encaje, enmarcando su rostro con suavidad, añadía un componente tradicional sin restar modernidad. Completó el conjunto con zapatos y bolso blancos, logrando un total white look sereno, simbólico y de una belleza contenida que recordaba —casi con exactitud— al que lució la Reina Letizia. Impecable en forma y fondo.

Victoria de Suecia de negro y con mantilla

Victoria de Suecia de negro y con mantilla

(Gtres)

Victoria de Suecia: de negro, sin privilège du blanc, pero perfecta

La princesa heredera Victoria de Suecia demostró una vez más que la sobriedad puede ser profundamente elocuente. Sin privilegio del blanco, como dicta el protocolo vaticano para las royals católicas, la princesa optó por un riguroso total black que conjugaba solemnidad y respeto. Eligió un vestido midi de línea recta, acompañado de una clásica mantilla negra de encaje que cubría discretamente su peinado recogido. Las medias negras, semitranslúcidas, sumaban un toque de elegancia, mientras que los tacones medianos reforzaban la armonía de un estilismo estudiado, contenido y absolutamente adecuado para la ocasión. Sin excesos, sin distracciones: solo clase.

Giorgia Meloni y su pantalón campana menos acertado

Giorgia Meloni y su pantalón campana menos acertado

(Gtres)

Giorgia Meloni y su pantalón campana menos acertado

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, sorprendió —y no para bien— con su elección estilística en una ceremonia de tan alto simbolismo. En lugar del negro riguroso o del blanco protocolario reservado a ciertas royals, optó por un traje de chaqueta y pantalón acampanado en azul marino oscuro que, aunque correcto en un contexto político o institucional, no nos ofrecía nada nuevo, algo normal en ella. El corte flare de los pantalones rompía la línea sobria del conjunto y desentonaba con la indumentaria clásica del resto de asistentes. 

María Teresa de Luxemburgo deja a un lado la mantilla 

María Teresa de Luxemburgo deja a un lado la mantilla 

(Gtres)

María Teresa de Luxemburgo deja a un lado la mantilla 

La duquesa María Teresa de Luxemburgo optó por una interpretación personal del código vaticano: decidió acogerse al privilegio del blanco, pero renunció a lucir mantilla o tocado alguno que cubriera su cabello, algo llamativo tratándose de un acto papal de tal envergadura. Vestida de blanco de pies a cabeza, su estilismo tenía voluntad de distinción pero también una cierta carga de desafío. El vestido, de silueta camisera y lleno de troqueles, volvía a poner de relieve su fanatismo por las transparencias, algo que ya vimos en el funeral del Papa Francisco; sin embargo, la ausencia de la tradicional mantilla dejó entrever una lectura más libre del protocolo que, en otros tiempos, habría sido impensable. Un gesto que, sin duda, no pasó desapercibido.