Un helado o un refresco bien frío es un buen remedio para este calor que aplatana los cerebros y reblandece las ideas. Sin embargo, la frialdad de una reina no es idónea para ninguna estación.
No os habéis equivocado de blog. No estáis leyendo El vestidor de Letizia, que con sagacidad escribe mi compañera Olga Pérez. Esto es Corazón Contento que, conforme pasan los meses, me doy cuenta de que se parece cada vez más a un manual de autoayuda.Criticar por criticar no me gusta. De hecho, si nos ceñimos al titular parecería que voy a poner fina a Doña Letizia (así lo manda el protocolo y así la llamo yo), pero no es el caso. Llevo años defendiéndola en las tertulias de sobremesa (las del salón de mi casa, no las de la tele, que no estoy en ninguna), porque es una gran profesional. Lo mismo que se decía de su suegra, Doña Sofía, pero mejor.
Letizia es perfeccionista, metódica, escrupulosa con su trabajo, es la Meryl Streep de la realeza, porque hace bien todos los acentos, o al menos a mí me lo parece, y la atacan los envidiosos, aquellos a los que les hubiera gustado casar a sus hijas con un rey, a los que buscan un chivo expiatorio...
Ya digo que a veces me empleo a fondo porque a mí la reina me cae guay (si no fuera por el anuncio de Marina D'Or esta palabra ya habría caído en desuso), me parece guapísima, aunque su rostro es muy hierático (¿retoques? ¿tratamientos de belleza?), y bastante bien lleva la presión. Yo en su lugar ya estaría como Lady Di. O peor.No nos engañemos. Cuando ella se casó con Don Felipe la monarquía estaba 'on fire', la crisis económica no hacía estragos en nuestro tejido social, que está muy deshilachado, y el devenir de los acontecimientos en España era suave como la brisa de verano a la que cantaba el ahora en declive Luis Miguel. Ahora estamos en tiempos de recortes y cuando el dinero se va la puerta el amor sale por la ventana, por las instituciones, por las personas, por lo que sea...
A Letizia le está tocando remar contracorriente, esperar pacientemente a que se forme Gobierno (¿dónde estará metida?), mantener una imagen pública de perfil bajo y esperar que no haya más escándalos que mancillen la institución a la que ella representa.Ahora es cuando llega la autoayuda o el reproche. O las dos cosas. Letizia quiere ser tan perfecta, parece tan estudiada, que resulta fría. Por no decir gélida. Cuesta encontrar en las hemerotecas gestos espontáneos, naturalidad. Bien es cierto que le dieron hasta en el pasaporte por mandar callar a su futuro esposo el día en el que ella se presentaba como futura reina, algo que llegó antes de lo que cualquiera podríamos esperar.
Letizia se ha pasado de frenada. De acuerdo. No hay que ser un árbol de Navidad en el mes de julio, como Máxima de Holanda. Ni poner cara de beata en trance como Matilde de Bélgica. Ni ser una Paris Fashion Week como Rania de Jordania. Creo que a todos nos gustaría ver a una reina más real, en el sentido ontológico de la palabra, más cercana. Una mujer de verdad, no una burócrata de Varela (y los que le están comiendo el bocadillo al diseñador).
Que me perdone mi atrevimiento, pero era algo que tenía muchas ganas de decir: Letízia, sé tú misma. Porque tú lo vales.