Soy de ese tipo de personas que aprovecha el verano para hacer una revisión de objetivos. Prefiero hacerlo ahora en lugar de diciembre. Tal vez porque me conecta con el sosiego de los días estivales y no me hace sentir el peso de las 12 uvas a mis espaldas. Suelo tomarme algunos días de las vacaciones para dedicarme ratitos de autocuidado, en los que intento conectar con mi propósito y evalúo si estoy en el camino correcto. Te sorprenderá saber que esta práctica se ha vuelto tan efectiva, que soy incapaz de renunciar a ella.

Sin embargo, hace algunos años no era así. A menudo dejaba a medias aquello con lo que me había comprometido, y mi propio deseo de avanzar rápido, dinamitaba mi crecimiento personal y profesional. Fue entonces cuando leí acerca de los ‘baby steps’ o pasos de bebé, una manera de ir hacia tus metas sin prisa, pero con objetivos claros y previamente establecidos. Lucía Jiménez Vida es experta en hábitos y liderazgo personal, y fue gracias a ella que comprendí la importancia de poner el foco en cada paso, en lugar de pensar sólo en la meta. 

Me explica que las metas son especialmente útiles a la hora de decidir con intención qué plan vamos a seguir y priorizar lo que realmente importa. Cuando no las definimos, navegamos en piloto automático, improvisamos y sentimos esa niebla mental de no saber hacia dónde vamos. Aunque añade que la clave está en no obsesionarse con ellas. “Nos dan dirección, pero la transformación real sucede en el proceso. Si solo miramos el resultado final, nos impacientamos, nos frustramos y acabamos abandonando”.

Lucía pone un ejemplo: “si yo quiero sentirme fuerte para poder cargar a mi hija o subir escaleras sin quedarme sin aliento, ese es mi faro. Mi foco diario está en el entrenamiento que me ayuda a ganar esa fuerza. Cuando me comprometo con el hábito (y no solo con el resultado), mi cerebro refuerza la motivación y empieza a asociar esa identidad: 'soy una persona que se mantiene activa'. Ahí es donde ocurre la verdadera transformación”.

Metas que se vuelven tóxicas

Lo cierto es que la presión y la rigidez, a menudo juegan en nuestra contra, haciendo que esos objetivos que algún día nos pusimos con entusiasmo, terminen por convertirse en algo que nos hace daño. “Cuando la meta deja de ser una guía y se convierte en un juez, cuando vivimos esclavizadas por el ‘tengo que’, forzando ritmos imposibles y creyendo que, si no lo logramos rápido, es porque no somos lo suficientemente válidas, se tornan en algo tóxico”.

Jiménez recalca que a veces no es que la meta sea demasiado ambiciosa, sino que no hemos considerado nuestras circunstancias ni los recursos reales que tenemos en este momento. En lugar de revisar el plan, caemos en el autojuicio y nuestra autoestima se resiente.

Baby steps o cómo lograr objetivos a largo plazo sin agobios

“Los baby steps nos ayudan a convertir grandes metas en acciones pequeñas, claras y alcanzables. Cuando vemos el objetivo final, nos podemos sentir abrumadas y, por puro miedo, ni siquiera empezamos”, señala la experta en hábitos, para quien las micrometas son esas pequeñas paradas que celebramos y que nos impulsan a seguir avanzando. “Desde el punto de vista cerebral, cada microvictoria libera dopamina, la hormona que refuerza el deseo y nos mantiene motivadas”.

Siguiendo con el ejemplo del ejercicio: si mi objetivo es ganar fuerza, puedo empezar con 15 minutos de entrenamiento dos días por semana. Cuando eso ya sea parte de mi rutina, Lucía aconseja que lo celebremos e incrementemos la frecuencia y la duración. Por ejemplo, 30 minutos tres veces por semana. Así entreno mi disciplina y fortalezco mi confianza. “No debemos saltarnos la celebración, porque aunque nos parezca que lo conseguido es mínimo, si le restamos importancia, estamos impidiendo que nuestro cerebro perciba como positivo el esfuerzo realizado. Puede ser una celebración interna, de satisfacción por el logro, o externa (darnos un caprichito tras enlazar varias victorias)”.

Baby steps o cómo avanzar lento pero seguro

Unsplash

Hábitos mentales para no frustrarnos con los avances lentos

“Me encanta hablar de hábitos mentales porque son la base invisible que sostiene todo. En este sentido, recomendaría trabajar los siguientes hábitos para evitar frustrarnos con avances lentos”:

  • Paciencia activa: entender que avanzar lento también es avanzar. Cada paso cuenta, aunque no sea perfecto.

  • Foco en el progreso, no en la perfección: cuando solo buscamos resultados finales, nos saltamos las pequeñas victorias diarias.

  • Autocompasión consciente: tratarnos como trataríamos a una amiga querida, con amabilidad cuando las cosas no salen.

  • Reencuadre positivo: cada ‘error’ es información, no un fracaso. Pregúntate: ‘¿Qué puedo aprender?’.

  • Celebración de microvictorias: entrenar al cerebro para reconocer y reforzar los avances, por pequeños que sean. Esto alimenta la identidad y nos motiva de forma sostenida.

Jiménez Vida reflexiona acerca de que algo tan simple como sentirte con más energía, ver que ya no necesitas recordatorios para cumplir tu rutina, o darte cuenta de que te frustras menos ante los imprevistos, debería ser suficiente para darnos cuenta de que vamos por bien camino. “Desde el punto de vista neurocientífico, esos pequeños logros refuerzan nuestras conexiones neuronales asociadas al nuevo hábito, lo que nos ayuda a sostenerlo a largo plazo”.

Herramientas prácticas para organizarse sin agobios y avanzar con intención

Lucía Jiménez Vida se declara una fan de las herramientas simples pero efectivas:

  • Google Calendar (o agenda en papel) para reservar bloques de tiempo para tus prioridades reales, no solo para urgencias. Si queremos crear un nuevo hábito o existe un objetivo que queremos alcanzar, debemos crear tiempo para ello. Decidir cuándo lo voy a hacer y cuánto tiempo le voy a dedicar es el primer paso.

  • Método de planificación semanal: revisa tu semana cada viernes o domingo, define tus tres grandes prioridades de la semana y deja margen para imprevistos. En mi método FOCUS™, planificamos la semana creando espacio para la Fiesta (ocio), las Obligaciones (personales y profesionales), el Crecimiento (hábitos), las Urgencias (con espacios libres para replanificar) y el Sueño (porque el descanso es el hábito más importante). Este método no solo organiza tu semana, sino que te ayuda a sostener objetivos ambiciosos sin quemarte en el camino.

  • Lista de microacciones: dividir las grandes tareas en pasos concretos para evitar la parálisis por análisis. Desglosar nos ayuda a evitar la procrastinación y ponernos en acción.

  • Registro de hábitos (habit tracker): visualizar el avance, refuerza tu compromiso y te da perspectiva. Existen múltiples aplicaciones para hacer seguimiento, aunque mi favorita es Done (iOS).

  • Revisión mensual: reflexiona sobre qué te ha funcionado, qué no y qué vas a ajustar. Así aplicas flexibilidad resiliente y no te quedas atrapada en la rigidez.

"Organizarse bien no va de hacer más, sino de hacer lo importante con intención y energía", concluye.