José Andrés no es solo uno de los chefs españoles más reconocidos a nivel internacional, es también un referente humanitario, un activista incansable y un defensor de la cocina como herramienta de cambio. Desde que fundó World Central Kitchen en 2010, su labor ha trascendido los fogones: ha estado en zonas de guerra, en catástrofes naturales, en crisis migratorias y en barrios olvidados, hemos podido verle sirviendo, sin descanso, platos calientes como gesto de dignidad y empatía. Su ONG ha repartido millones de comidas en más de 50 países, y su presencia se ha convertido en sinónimo de esperanza allí donde la comida escasea y el miedo, por desgracia, sobra.
Pero detrás del chef mediático y del líder humanitario hay también un hombre profundamente emocional, al que le gusta volver a los sabores de su infancia, a la sencillez y a las elaboraciones tradicionales. Y si hay un plato que lo representa, ese es el huevo frito.
El hombre más allá del chef
Es una figura muy querida en todo el mundo. José Andrés, el chef asturiano que se formó en El Bulli junto a Ferran Adriá, se trasladó en los 90’s a Estados Unidos donde ha fundado más de una veintena restaurantes. Introdujo la cocina de tapas en Norteamérica y recibió dos estrellas Michelin por su restaurante Minibar. Su nombre figura, nada menos, que en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo según Time, y ha sido galardonado con premios como la Medalla Presidencial de la Libertad y el Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
Pero su legado va mucho más allá de los fogones. En 2010, tras el terremoto de Haití, fundó World Central Kitchen, una ONG que ha servido más de 300 millones de comidas en zonas de crisis humanitaria, desastres naturales y conflictos armados. Su filosofía es clara: “La comida es un derecho humano”. Desde Ucrania hasta Gaza, pasando por Marruecos, Puerto Rico, Valencia o La Palma, sus cocinas móviles y sus equipos de voluntarios han sido los primeros en llegar y los últimos en marcharse.
Gtres
José Andrés alimenta estómagos pero también alimenta la esperanza. Su labor ha transformado la forma en que entendemos la ayuda humanitaria: rápida, adaptativa, digna y profundamente humana. Y por eso se ha ganado el cariño y el respeto del mundo entero.
Un desayuno premium
El famoso chef ha compartido tanto en subtack, en su newsletter Longer Tables, y también en instagram, un capricho muy personal: el desayuno que ha elegido para celebrar su cumpleaños. José Andrés cumple años el 13 de julio y le gusta comenzar el día con un regalo en forma de desayuno. Nada de sofisticaciones ni platos de vanguardia. Lo que quiere es lo que le conecta con su niñez, con los veranos en España, con la cocina de su madre: tomates maduros con huevos fritos y pan.
Para él, no hay mejor regalo de cumpleaños que empezar el día con un plato que le emocione, y el que ha elegido es un desayuno a base de tomates jugosos aliñados con sal marina y aceite de oliva virgen extra, acompañados de huevos fritos en abundante aceite caliente, con puntilla crujiente y yema cremosa.. Por supuesto, no puede faltar un pan crujiente para “remojarlo todo”.
“Los cumpleaños son la excusa perfecta para comer lo que quieras”, explica en sus redes. Su elección es una elaboración tradicional, simple, que apela a la memoria, a sus raíces y que, claro que sí, es una auténtica delicia.
Aunque parezca simple, freír bien un huevo es todo un arte y Jose Andrés lo sabe. Hemos podido ver al chef friendo huevos. ¿Cómo recomienda hacer el huevo frito perfecto? José Andrés primero casca el huevo en un plato para evitar sorpresas y controlar la forma; luego lo vierte en aceite muy caliente, inclinando la sartén para crear una piscina de aceite donde se fríe la clara hasta que se vuelve crujiente, mientras la yema permanece intacta. El resultado: una nube dorada con corazón líquido, perfecta para mojar pan. ¡Ñam!
Tradición, técnica y emoción
En España, el huevo frito es mucho más que un recurso rápido. Es un símbolo de cocina casera, de generosidad, de placer sin culpa. Desde los cuadros de Velázquez hasta las cartas de Lope de Vega, el huevo frito ha estado presente en nuestra cultura como plato humilde pero esencial. No hay muchas familia en las que no se haya escuchado alguna vez la frase "¿quieres que te fría un huevo?". Es casi un 'te quiero', una forma de cuidar propia de nuestras madres y abuelas que sigue estando vigente.
En nuestro país, hay tantas formas de freír huevos como cocineros. Con puntilla o sin ella, con aceite de oliva o girasol, con sal gorda o escamas, acompañados de patatas, pisto, jamón o simplemente pan. Cada técnica tiene su magia, porque al final, el huevo frito es eso: una declaración de amor a la cocina sencilla, a los sabores que reconfortan, a los gestos que no necesitan traducción. Larga vida al huevo frito.