Cuando se acerca el verano, muchas personas sienten la presión de transformar su cuerpo a contrarreloj, adoptando dietas extremas y rutinas de ejercicio poco sostenibles. Ana Morales advierte sobre los riesgos que conllevan esta urgencia, desde el impacto emocional hasta las consecuencias para la salud.

Los riesgos de adelgazar rápido

Las llamadas dietas ‘milagro’ o las dietas que son muy restrictivas, pueden hacer que bajemos muy rápido de peso, pero ¿a qué precio? Ana Morales, psicóloga y experta en nutrición emocional, y autora del libro “¡Qué Buena Estoy! Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional” (Ed. La Esfera de los Libros), explica a SEMANA que “las dietas muy restrictivas —esas de “solo batidos”, “solo proteínas” o “solo aire con hielo”— pueden generar desde desequilibrios nutricionales hasta alteraciones en el ritmo cardíaco, fatiga crónica, pérdida de masa muscular (no grasa, querida), irritabilidad, caída del cabello o problemas digestivos”.

La experta nos comenta que últimamente hay una nueva promesa en el menú de soluciones exprés: los fármacos inyectables como Ozempic, Wegovy o Mounjaro. Se presentan como varitas mágicas para bajar de peso sin esfuerzo, pero no están exentos de efectos secundarios —náuseas, vómitos, pancreatitis o pérdida de masa muscular, por citar algunos— y lo más preocupante es que muchas personas los están usando fuera de contexto, sin supervisión médica ni un trabajo real sobre el porqué de su relación con la comida. “Si esto me quita el hambre, me soluciona la vida”… hasta que no.

dieta

Freepik

Ya sabemos cómo afecta físicamente pero ¿qué ocurre con la salud mental? “Hay otro riesgo más silencioso: el deterioro de la relación con el cuerpo. Cuando todo gira en torno al control, a la báscula y al ‘todo o nada’, se pierde la conexión con lo que una realmente necesita. Se come con culpa, se restringe con rabia y se vive con ansiedad. Y así, el cuerpo deja de ser un aliado para convertirse en un campo de batalla”, advierte Morales.

El cuerpo tiene memoria, expone la psicóloga, y si lo castigas hoy, mañana se defenderá. ¿Cómo? Bajando el metabolismo, aumentando la ansiedad por comer y provocando el temido efecto rebote. No porque tu cuerpo te boicotee, sino porque su prioridad es protegerte: interpreta la restricción como una amenaza. Lo que parecía una victoria rápida acaba convirtiéndose en una carrera de fondo… en la que siempre perdemos nosotras.

Red flags a tener en cuenta

La línea entre “quiero cuidarme” y “esto ya me está controlando” es muy fina, pero hay señales que no deberíamos pasar por alto.

Ana nos cuenta que si comer se convierte en un examen diario, si el número en la báscula determina el humor del día, o si cada comida fuera de lo “permitido” se acompaña de culpa… ahí hay algo que atender. “También es una alerta cuando se empieza a evitar planes sociales por miedo a “romper la dieta”, cuando se hace ejercicio no por disfrute sino como castigo, o cuando una se mide, se pesa y se compara con una frecuencia que ya roza lo obsesivo porque hay veces que la báscula se consulta más que el WhatsApp”, señala.

dieta

Freepik

También deberíamos poner especial atención cuando la conversación mental gira todo el rato en torno a calorías, ayunos, entrenamientos y “trucos” para adelgazar.

Otra señal muy clara, expone Ana, es recurrir a soluciones extremas o médicas sin necesidad real. El uso de fármacos en personas sanas, sin prescripción ni seguimiento profesional, no habla de salud, sino de urgencia y desesperación. Y esa urgencia rara vez nace del cuerpo; casi siempre viene de fuera: de una presión estética que nos dice que solo merecemos mostrarnos si encajamos en una talla concreta.

“Ojo, porque a veces esta obsesión se disfraza de “vida saludable”: zumos detox, contar calorías como si fueran monedas o decir que no se tiene hambre a todas horas. Pero el cuerpo no miente: si hay ansiedad, rigidez, cansancio extremo o una preocupación constante por la comida, la alarma ya está sonando”, advierte la experta.

Estrategias para fortalecer la autoestima

Ana Morales nos explica que la clave está en cambiar el foco: “No se trata de intentar encajar en un molde imposible, sino de empezar a preguntarse: ¿quién me dijo que ese molde es el que vale?”

Lo primero es entender que no hay autoestima que sobreviva si está hipotecada a la talla del pantalón o a cómo quedas en las fotos de vacaciones. Si tu valía depende de si te entran los shorts del verano pasado, entonces no estamos hablando de autoestima, sino de una cuerda floja que se tambalea con cada cambio del cuerpo.

Fortalecer la autoestima empieza por mirarte con más compasión y menos juicio, hacer las paces con tu cuerpo hoy —no cuando pierdas cinco kilos— y empezar a tratarte como tratarías a alguien que quieres.

dieta

Freepik

También ayuda mucho rodearte de discursos y personas que suman. Si tu red social es un desfile permanente de cuerpos “perfectos” y vidas sin una arruga ni una celulitis, quizá toca hacer limpieza digital. Busca referentes que hablen de cuerpos reales, de salud emocional, de aceptación, y no solo de fórmulas para adelgazar rápido. Y, sobre todo, practica el autocuidado que no tiene nada que ver con dietas: dormir bien, poner límites, decirte cosas bonitas, rodearte de personas que te ven más allá del físico.

Y por supuesto, dejar de ver la operación bikini como una obligación. El verano no es una pasarela, es un momento para disfrutar. Y para disfrutar, hace falta un cuerpo… sí. Pero no uno “perfecto”. Solo uno que se sienta libre y en paz consigo mismo.