La única princesa que podía presumir de haber ganado un Oscar, Grace Kelly, conoció a un príncipe en busca de consorte, Rainiero de Mónaco, en una cita orquestada por Aristóteles Onassis y a la que ella acudió con unos fotógrafos del Paris Match bajo el brazo y un vestido de flores arrugado.

Grace Kelly y el Príncipe Rainero

Grace Kelly y el Príncipe Rainero fueron presentados por Aristóteles Onasis, tras su matrimonio unieron la fama de Hollywood y el glamour de la realeza europea. 

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De aquel encuentro que pretendía ser glamouroso y no lo consiguió del todo salió un compromiso que convertiría a Mónaco en una especie de Disneyland de ricos y famosos para el imaginario colectivo gracias a que Grace y Rainiero supieron explotar al máximo su imagen en los medios. Que además tuvieran tres vástagos a cada cual más interesante que el anterior no hizo más que añadir atractivo a la ecuación e incrementar la atención mediática.

Durante décadas el príncipe Alberto de Mónaco, el sucesor de la saga, y sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía fueron el pilar que sustentó la prensa sensacionalista de Francia y el resto del planeta. Sus fracasos sentimentales, bodas, divorcios e hijos fuera del matrimonio han alimentado la carrera de múltiples periodistas del corazón. Pero es hora de descubrir a los nuevos talentos Grimaldi, esos que darán que hablar en el futuro y que están ya pidiendo un hueco en el paseo de la fama monegasco.

Los que mandan: el príncipe Alberto, la princesa Charlène, los gemelos (y la ex)

Alberto II de Mónaco era, por nacimiento y descarte, el futuro gobernante de principado al haber llegado al mundo como único hijo varón del matrimonio de Grace Kelly y el príncipe Rainiero. Cuentan los rumores de palacio que su padre no veía en él a un heredero capaz, entre otras cosas porque a los 52 años seguía soltero. Pero todo eso cambió mágicamente cuando decidió pasar por el altar para unir su destino matrimonial a la actual protagonista de toda la rumorología reciente sobre Mónaco: Charlene Wittstock.

El pedigrí de la actual princesa Charlene para convertirse en royal europea era lo más nulo que existe. Sudafricana, ex nadadora olímpica, hija de Mike Wittstock, un directivo de ventas, y de Lynette Humberstone, una profesora de natación, nada en su vida de refugiada hacía esperar que acabaría siendo la princesa con el vestuario más caro de toda la realeza europea.

Para la prensa rosa Alberto y Charlene salieron del armario de los romances secretos en la gala inaugural de los juegos olímpicos de invierno de 2006. En realidad, se conocían desde 2001, cuando el príncipe le colgó del cuello a Charlenesu medalla de campeona durante la celebración de la competición Internacional Mare Nostrum que tuvo lugar en la Riviera francesa, a tiro de piedra del principado.

Charlene y Alberto de Mónaco

Charlene y Alberto de Mónaco se conocieron en 2001 cuando él le puso la medalla de campeona en los juegos olímpicos.

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Tras unos cuantos años de noviazgo pseudo oficial y algunas imágenes vergonzosas de fiesta por el principado, acudieron juntos a la boda de la heredera del trono sueco, la princesa Victoria, en 2010, y la casa Grimaldi, por fin, le dio una alegría al mundo y anunció que en julio de 2011 el príncipe Alberto se casaba.

Los rumores sobre el intento de novia a la fuga de Charlene 

Si en su tierra natal a Charlene Wittstock se la conocía como “la rubia con cerebro” en Europa sería para los postres la "princesa triste" no sólo por las lágrimas vertidas en aquella boda con el príncipe Alberto, sino porque antes del enlace se difundió como la pólvora el rumor de que había sido obligada a casarse y que unos días antes del enlace había sido "interceptada" en Niza intentando "huir"  a su país. Que una década después se tuviera que retirar de los focos tras una extraña enfermedad que la alejó de sus hijos durante un año no ayudó a quitarle la fama de mustia.

Boda Alberto de Mónaco con Charlene

Boda Alberto de Mónaco con Charlene

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El motivo del disconfort de Charlene, en los tiempos previos a su boda, tenía nombre y apellidos, concretamente los que Alberto tuvo que darle a los dos hijos extramatrimoniales que reconoció tras una batalla legal que se resolvió justo antes de su enlace real.

Los hijos extramatrimoniales que jamás reinarían

El primero en ser reconocido, aunque no fuera el primero en nacer, fue Alexandre Grimaldi Coste, hijo de Alberto y una azafata togolesa llamada Nicole Coste que estaba destinada a convertirse en la peor enemiga pública de Charlene, a la que no duda en dedicar las peores declaraciones si hay un periodista cerca. Alexandre es ahora un joven alto, guapo y con buen porte que lleva su propio equipo de guardaespaldas y no duda en desfilar para su prima la diseñadora Pauline Ducruet.

Tras el reconocimiento de Alexandre llegó el de Jazmin Grace Grimaldi, hija del príncipe y una camarera americana llamada Tamara Rotolo que conoció a su alteza en un viaje por el sur de Francia tras el divorcio de su primer marido. De aquel romance de verano que duró dos semanas nació Jazmin Grace, la hija de Alberto de Mónaco que desea ser actriz y cuelga las declaraciones de apoyo filial vía Instagram más almibaradas del universo Grimaldi.

Jazmin Grace Grimaldi

Jazmin Grace Grimaldi hija de Alberto de Mónaco y una camarera americana

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Los hijos fuera del matrimonio de Alberto de Mónaco nunca tuvieron opciones para convertirse en príncipes monegascos y acabar mandando en La roca, ese honor sólo le corresponde al heredero de la pareja principesca formada por Alberto y Charlene, el príncipe Jacques, o en su defecto a su hermana gemela, la princesa Gabriella. Pero este dúo encantador es todavía muy pequeño como para dar de qué hablar  (cumplieron 10 años en diciembre de 2023).

Princesa Charlene y sus hijos mellizos

Princesa Charlene y sus hijos mellizos

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Aunque si hay que depositar la esperanza en que alguno de los dos gemelos reales generen titulares con algo de chicha en un futuro lejano, confiamos más en Gabriella, que de momento ya ha sido capaz de cortarse el flequillo a su aire en un par de ocasiones con un resultado desastroso.