Cada edad requiere de unos cuidados específicos en la piel. No son los mismos cosméticos los que necesitamos a los 30 que a los 40, ya que nuestra piel va cambiando de necesidades y nosotras tenemos que darle lo que nos pide. Pues lo mismo ocurre a a hora de maquillarnos. Debemos de usar unos productos y unas técnicas propias según nuestra edad. Por este motivo, Gisela Bosque, National Makeup Artist de Sephora, nos revela qué productos necesitamos y cómo usarlos a partir de los 50 años. Tan solo necesitas un primer, una esponja, una base de maquillaje satinada, un iluminador y un colorete líquido. Toma nota y maquíllate como los profesionales ¡y quítate años de encima! Y además, te mostramos los básicos que necesitas.

Primer, solo en las zonas críticas.

¿Qué cuáles son? Aquellas en las que el maquillaje se derrite con mayor facilidad (frente, mejillas y barbilla) y aquellas más castigadas por las arrugas que pueden hacer que el maquillaje se cuartee (contorno de los ojos, surcos nasogenianos, código de barras…). Hazte con uno de efecto hidratante y extiéndelo con ayuda de los dedos a través de toquecitos.

Base de maquillaje, siempre con esponja.

Opta por un fond de teint luminoso y con activos anti-edad. Lo ideal es que sea medio tono más claro (sí, mejor algo más claro que más oscuro) que tu color de piel, y que tenga un subtono ligeramente rosado, que aporta un efecto fresco a la tez. Extiéndelo con esponja –el resultado es más fresco y natural- y mediante toques que activen la circulación. Y recuerda, menos es más.

¿Un truco final? Moja la esponja con un poco de esencia o tónico de tratamiento para un extra de hidratación.

Iluminador, sí, pero sin glitter.

La purpurina, el glitter y las texturas metalizadas no se llevan bien con las arruguitas. Son perfectos los iluminadores cremosos, que aportan un aspecto jugoso, y que se deben aplicar justo en los puntos más altos del rostro donde no hay arruguitas, como la parte superior de los pómulos o bajo el arco ciliar.

¡No laves –aún- la esponja!

Es la mejor herramienta para extender el colorete –siempre líquido- y el iluminador y para que ambos queden perfectamente integrado con el resto del maquillaje.

Polvos traslúcidos, el toque final.

Es la única concesión a la textura polvo que debes hacer. Asegúrate de que sean polvos de acabado, que no resecan y tienen un efecto luminoso. Y, sobre todo, extiéndelos sólo por la parte superior del puente de la nariz y el centro de frente y barbilla, no más: ahí sirven para controlar brillos sin marcar las líneas de expresión.