Las uñas se encargan de proteger los tejidos de los dedos. Están formadas por capas de una proteína llamada queratina, que también está presente en otras partes del cuerpo (el pelo, la piel...). Una uña sana, tanto de la mano como del pie, tiene un color uniforme y liso; de lo contrario, existe la posibilidad de que nos esté avisando de un problema en el organismo. Cambios en la forma o el color son señal de que algo no funciona bien. Por ello, es muy importante prestar atención a manos y pies y estar atentos a cualquier alteración en su aspecto habitual.

Una de las posibles causas es el envejecimiento, aunque también puede ocurrir por falta de nutrientes, como el zinc o el hierro. Asimismo, la vitamina C acelera la producción de colágeno, una sustancia encargada de que las uñas crezcan rápidamente y con más fuerza. También la vitamina D es necesaria para que tengan brillo y fuerza. Una falta de ambas vitaminas explicaría unas uñas débiles, quebradizas y sin brillo.

Igualmente, la exposición prolongada al esmalte puede hacer que las uñas se vuelvan frágiles y se descascarillen. En general, el abuso de los esmaltes puede volverlas ásperas y sin brillo e incluso teñirlas de algún color, si el pigmento penetra.

También es posible que se deban a un exceso de humedad o por el uso de productos de limpieza sin guantes. Otra posibilidad es que se vuelvan quebradizas por una alteración de la glándula tiroides.

Las uñas quebradizas son uno de los problemas más frecuentes y que, por suerte, se arregla con cierta facilidad. Estos son los consejos más útiles que los expertos de DosFarma nos dan para evitar tenerlas débiles o, en caso de tenerlas, reforzarlas para que recuperen su estado original.

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Llevarlas cortas

Cuanto más largas estén más probabilidades hay de que se rompan o resquebrajen, especialmente si no están lo bastante fuertes. Además, las uñas largas promueven que se acumulen microorganismos bajo ellas y generen una infección.

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Una dieta rica en vitaminas y minerales

Hay que tomar alimentos ricos en zinc (presente en el hígado, las carnes rojas o las avellanas) y con hierro (en mariscos, espinacas y carnes rojas). También son necesarias la vitamina C (brócoli, pimiento rojo, kiwi, naranja...), la vitamina D (luz solar) y la vitamina E. Esta última es un potente antioxidante que se encuentra en las almendras, las avellanas, las hortalizas de hoja verde o los aceites vegetales.

Si es necesario, se puede aumentar la ingesta de estos nutrientes mediante algún suplemento o complemento alimenticio, para así facilitar la toma necesaria para recuperar la salud de las uñas.

No abusar de los esmaltes

Las manicuras permanentes no tienen por qué afectar a las uñas, solo si se hacen con productos de mala calidad. En ese caso, sus componentes químicos dificultan la creación natural de la queratina. Si se nota que se abren en capas o se doblan, lo mejor es evitar esos productos y descansar algunas semanas hasta que recuperen la fortaleza.

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No utilizar productos químicos sin protección

Lejías, detergentes, acetona... Todos estos productos debilitan las uñas si se utilizan con regularidad. Quienes trabajen habitualmente con algún elemento químico agresivo deben utilizar guantes.

Evitar la humedad excesiva

Mantener las uñas limpias y secas es una de las claves para conservarlas fuertes y sanas. Un exceso de agua deteriora la cutícula y la lámina ungueal (la superficie rosa) y las va resecando. Además, la humedad facilita la aparición de hongos y bacterias. Por ello, lo recomendable es dejar que las manos respiren periódicamente y no abusar de los guantes y los calcetines, sobre todo si pasamos tiempo en ambientes húmedos.

Igualmente, este consejo se debe tener en cuenta también a la hora de lavar las manos y los pies. Siempre debemos secarlos muy bien para evitar que quede humedad.

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Mantener una hidratación adecuada

Utilizar una crema hidratante de manos ayudará a fortalecer las uñas, al tiempo que las endurecerá, suavizará las cutículas y las mantendrá sanas. Este paso es aún más importante en los meses más fríos, ya que las bajas temperaturas resecan mucho la piel.