No es una cifra redonda, pero cualquier momento es bueno para celebrar a Carolina de Mónaco. La princesa de Hannover, que disfrutó de una loca juventud en los 70 y 80, pasó por desgracias personales que cambiaron su vida y vivió apasionadas historias de amor, llega hoy a los 67 años como una tranquila y feliz abuela. Pero si hay algo que se ha mantenido imperturbable en su vida de leyenda es un estilo que la ha convertido en la royal más elegante de todos los tiempos. Llegan nuevas generaciones, pero ninguna reina ni princesa ha conseguido tener la influencia en la moda que la primogénita de Rainiero de Mónaco y Grace Kelly.

Desde su primer vestido de novia para casarse con Philip Junot, un diseño de Marc Bohan para Dior, que sigue vigente cuarenta y tres años después; al vestido-camiseta marinero con plumas de avestruz de Jean Paul Gaultier, que lució en el Baile de la Rosa de 2000; pasando por todas las creaciones que vistió de Chanel de su íntimo amigo Karl Lagerfeld, a Carolina de Mónaco nadie ha podido desbancarla del trono de la mujer mejor vestida del mundo.

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Sin seguir las tendencias porque ella es capaz de crearlas, sin esfuerzo aparente, sin artificios y con mucha naturalidad, la princesa monegasca encarna ese chic que todas buscamos y que ella lleva tatuado en su ADN.

Los dos trajes claves de Carolina de Mónaco que marcaron su vida y su relación con España

Son muchos los vestidos icónicos que la princesa de Hannover ha lucido a lo largo de su vida, pero hay dos especialmente relevantes que tienen una gran vinculación con nuestro país. Dos momentos en los que, en solo doce horas, Carolina de Mónaco pasó de ser la royal más admirada y elegante a la más triste. Del cielo de la moda, al infierno... por culpa de su exmarido, Ernesto de Hannover.

Estamos en mayo de 2004 y los hoy reyes Felipe VI y Letizia celebraban su gran boda. Los festejos comenzaron la víspera del enlace con una cena en el Palacio de El Pardo en la que la Familia Real Española recibió a todas las cabezas coronadas y reyes sin reino. Entre ellos no podía faltar el matrimonio formado por Ernesto de Hannover y Carolina de Mónaco. Todos esperaban glamour a raudales ante la presencia de la royal de Principado de Mónaco y, como era de esperar, no defraudó.

Carolina llegó a la cena luciendo un espectacular vestido bicolor en blanco y negro, con  falda recta con gran abertura delantera y un cuerpo bolero de gasa con volantes de tul y plumas y lazo de raso en rosa, de Chanel. Sin duda, fue la invitada más espectacular con mucha diferencia sobre el resto.

Carolina de Mónacoy Ernesto de Hannover
Carolina de Mónaco deslumbró en la cena de El Pardo previa a la boda de los hoy reyes Felipe y Letizia con este vestidazo de Chanel. (Gtres)

Pero al día siguiente las cosas fueron muy diferentes. La mañana muy lluviosa en Madrid del 22 de mayo de 2004 no pronosticaba buenos augurios estilísticos, pero nada comparado a lo que sucedió con la princesa monegasca.

El peor día de la princesa de Carolina vestida de Chanel

Carolina apareció sola en la explanada de la Catedral de la Almudena enfundada en un icónico dos piezas de tweed de Chanel en azul bebé, con complementos en el mismo tono. Un estilismo clásico, sobrio y elegante, que se vio empañado por un look beauty  muy por debajo de las expectativas, con su melena bajo el sombrero sin peinar (todavía se podían intuir los bucles del recogido del día anterior)... Y lo que es peor, el rostro más serio y triste de Carolina.

Carolina de Mónaco en la boda de Felipe y Letizia
La princesa monegasca lució en la boda de los hoy Reyes de España un traje de tweed de Chanel, pero en su rostro mostraba el mal trago que estaba pasando. (Gtres)

¿Cuál fue el motivo de la tristeza de Carolina de Mónaco?

La triste imagen de la princesa tenía una explicación. Tras la cena en el Palacio de El Pardo, Ernesto de Hannover salió a disfrutar de la noche madrileña y tanto le gustó al príncipe alemán que regresó al hotel Palace donde se alojaba la pareja (y muchos otros royals) bien entrada la madrugada, con alguna copa de más. El resultado fue que Ernesto no se encontraba en condiciones para acudir a la ceremonia religiosa y tuvo que hacerlo sola Carolina. Muy regia, con su gran porte, pero triste y, a pesar del Chanel, sin desprender el glamour que siempre esperamos de ella.

Carolina de Mónaco en la boda de Felipe y Ldetizia
Carolina de Mónaco, triste y seria, entrando en la Catedral de la Almudena. (Gtres)

Anécdotas y un mal día aparte, nada ni nadie ha podido quitarle a la royal monegasca esa elegancia innata que desprenda en cada momento, Pasan los años, llegan las canas y las arrugas pero Carolina de Mónaco siempre reinará en el universo de la moda.