Se trata del primer compromiso de envergadura de la reina Isabel de Inglaterra tras la reciente muerte de su esposo y también en más de un año de pandemia. Por eso no podía faltar. La soberana ha presidido, un año más, la Apertura del Parlamento británico, pero si a lo largo de décadas había estado acompañada por el duque de Edimburgo, que ocupaba un trono dorado a su lado, en esta ocasión lo ha hecho de la mano de su heredero, el príncipe Carlos, y la esposa de este, Camilla de Cornualles.
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Poco antes del mediodía los tres abandonaban el palacio de Buckingham en sendos vehículos oficiales (no en carroza) rumbo a la sede del Parlamento, el icónico palacio de Westminster situado a orillas del río Támesis. Poco después hacían su entrada en la Cámara de los Lores, siguiendo un antiguo ritual.
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Sin embargo, en la ceremonia de este año ha habido notables diferencias, ya que la soberana ha prescindido de los grandes símbolos de poder: la corona, el cetro, el collar y la capa de armiño, además del vestido de gala y las grandes joyas. Debido a las restricciones sanitarias se ha llevado a cabo de manera más 'sencilla', pero igualmente solemne.
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La reina Isabel, ataviada con un traje de abrigo en tono azul-lila, con bordado de flores, a juego con el vestido por debajo y con su sombrero (todo obra de su estilista Angela Kelly), ha enfilado el pasillo de la Royal Gallery escoltada por su primogénito, quien la llevaba sosteniendo la mano en alto a la antigua usanza. Por detrás de ellos caminaban Camilla y el resto de autoridades, encabezados por el primer ministro Boris Johnson. Esta edición ha acudido un número reducido de parlamentarios y no ha habido invitados.
Por delante de todos ellos 'desfilaba' la Corona Imperial de Estado, como manda la tradición, que tantas veces ha reposado sobre la cabeza de la monarca.
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El acto central ha sido el discurso de la reina Isabel, quien se ha sentado en el Trono y se ha puesto las gafas para leerlo, con su dicción perfecta, del cuaderno que sostenía en las manos (por supuesto, con guantes). Muy cerca escuchaban atentamente su hijo y su nuera.
Al término de la ceremonia, un muy galante príncipe Carlos ha ayudado a su madre a bajar del pequeño estrado. La soberana llevaba también su bolso habitual. Pero nada que ver con la imagen suntuosa que a lo largo de todo su largo reinado ha transmitido al mundo.