Cada vez es más común ver a personas inmersas en la pantalla de su móvil mientras esperan en una cafetería, viajan en transporte público o incluso comparten mesa con otros. Pero, ¿qué hay detrás de esta conducta? ¿Es simplemente una cuestión de comodidad o refleja algo más profundo sobre nuestra forma de relacionarnos? Una psicóloga nos ayuda a entender el significado de este hábito cada vez más extendido.

¿Está cambiando la forma de relacionarnos?

¿Qué factores psicológicos pueden influir en que una persona prefiera mirar su móvil en lugar de interactuar con quienes la rodean? Ana Morales, psicóloga experta en nutrición emocional y autora de “¡Qué Buena Estoy! Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional” (Ed. La Esfera de los Libros), explica a SEMANA que “hay muchos. Pero el más potente es este: mirar el móvil es cómodo, seguro y predecible. Las personas, no tanto. Cuando estás en un lugar público —una cafetería, el metro, la sala de espera del médico— y sacas el móvil, no solo estás ‘matando el tiempo’".

Si no estamos pasando el rato ni distrayéndonos, ¿qué es lo que subyace en este comportamiento? “Muchas veces estás calmando la incomodidad. Evitando el silencio. Evitando mirar o ser mirada. Evitando parecer ‘sola’. En psicología esto se llama conducta de evitación: en vez de afrontar una emoción incómoda (como la inseguridad, la vergüenza o la sensación de no encajar), la esquivas. Y el móvil es la vía de escape perfecta. Te distrae, te protege, y de paso te da un chute de dopamina cada vez que haces scroll”.

La experta expone que también está la presión social: vivimos en una cultura donde hacer nada en público se ve raro. Como si no mirar el móvil fuera sinónimo de no tener vida. Así que muchas veces lo usamos como escudo: para no parecer solas, para no sentirnos incómodas o simplemente para evitar tener que interactuar con desconocidos.

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El parapeto de la pantalla

Parece ser que cada vez está más extendido y en un tiempo en el que estamos todos hiperconectados estamos más desconectados que nunca los unos de los otros. ¿El hábito de mirar el móvil en vez de hablar con otras personas tiene algún impacto en el desarrollo de habilidades sociales y la conexión con los demás? “Totalmente. Porque si siempre que tienes una mínima incomodidad social recurres al móvil… no entrenas la tolerancia a esa incomodidad. Y sin esa tolerancia, no se desarrollan las habilidades sociales”, advierte Morales.

¿Esa falta de pequeñas relaciones sociales qué riesgos puede tener a la larga? “Hacer amigos, conectar con otras personas, incluso mirar a alguien a los ojos mientras hablas… todo eso se entrena. No nacemos sabiendo. Pero si cada vez que podrías tener una microconversación —con el camarero, la vecina del asiento o quien sea— te refugias en tu pantalla, no practicas. Y lo que no practicas, se oxida”, afirma la psicóloga, y añade que: “Además, el móvil filtra. Ves solo lo que quieres ver, hablas con quien ya conoces, bloqueas lo incómodo. La vida real no. En la vida real hay silencios, torpezas, caras raras, gente que no cae bien. Pero también hay sorpresas, conexiones, risas inesperadas. Y si todo el rato estás mirando hacia abajo, te lo pierdes”.

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¿Un problema generacional?

Esto es algo nuevo ya que hace pocas décadas no teníamos móviles y nos veíamos forzados a mantener esas pequeñas interacciones o conversaciones con vecinos, gente en la parada del autobús o en una tienda. ¿Son las nuevas generaciones de jóvenes más propensas a sufrir ese aislamiento en situaciones en las que podrían interactuar con el entorno?

“La gente más joven muchas veces ha crecido con el móvil como extensión de su identidad social. Es su espacio seguro, su forma de pertenecer. Así que lo usan no solo para entretenerse, sino para existir. En cambio, generaciones más mayores suelen usarlo más como herramienta (buscar información, leer noticias, etc.), pero también han empezado a refugiarse en él para no sentirse desplazadas o fuera de lugar”, asegura Ana Morales.

Lo interesante, comenta la experta, es que todas las generaciones lo usan como barrera cuando hay incomodidad. Pero las más jóvenes pueden tener más dificultad para tolerar el aburrimiento o el cara a cara porque, directamente, no han vivido mucho sin pantallas. Y eso tiene consecuencias en la autoestima, la espontaneidad y la forma de relacionarse.

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El riesgo de evitar las interacciones

Entonces, las habilidades sociales y la conexión con los demás se va a ir mermando. “Sí, y de forma silenciosa. Porque cuanto más tiempo pasas viendo vidas filtradas, cuerpos retocados y momentos editados, más desconectada te sientes de tu propia realidad. Y ojo: esto no es solo en redes. Incluso si solo estás navegando noticias o viendo vídeos, estás evitando estar contigo. No te das espacio para aburrirte, para pensar, para sentir lo que hay. Y esa falta de conexión contigo afecta a la autoestima. Porque una parte clave de quererte es conocerte. Y para conocerte, necesitas escucharte. No taparte con ruido”, argumenta la psicóloga.

La experta apunta también algo curioso que ocurre en estas situaciones: cuanto más usamos el móvil para evitar momentos incómodos, más nos convencemos de que no somos capaces de afrontarlos. Se convierte en un círculo vicioso. Y al final, lo que empezó como un hábito inocente… termina reforzando inseguridades.