La soledad no elegida es un problema cada vez más extendido en nuestra sociedad. Esta condición puede tener un fuerte impacto en nuestra salud cerebral y en nuestro bienestar general. ¿Puede la falta de interacción social puede afectar la plasticidad neuronal y aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas? El reputado neurólogo, científico y catedrático de Harvard Álvaro Pascual-Leone, ha investigado la influencia de la soledad en el cerebro.

La soledad no elegida

La soledad no elegida es aquella que no responde a una decisión personal, sino a circunstancias externas como la pérdida de seres queridos, el aislamiento social o la falta de conexiones significativas. A diferencia de la soledad voluntaria, que puede ser enriquecedora y proporcionar momentos de introspección y crecimiento personal, la soledad no elegida suele generar un gran malestar emocional y afectar la calidad de vida de quienes la experimentan.

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Esta forma de soledad puede surgir en distintos momentos de la vida, como la jubilación, una mudanza a un lugar desconocido, la falta de un círculo social estable o incluso la influencia de las dinámicas actuales, donde la comunicación digital a menudo sustituye la interacción cara a cara. En estos casos, la persona puede sentirse desconectada de su entorno, lo que puede generar una sensación de vacío o aislamiento. ¿Puede afectar a la salud y a nuestro cerebro sentirnos solos?

El impacto negativo de la soledad en la salud

Álvaro Pascual-Leone (Valencia, 1961), es neurólogo y catedrático de neurología de la prestigiosa Universidad de Harvard. Es autor, junto con los investigadores Álvaro Fernández Ibáñez y David Bartrés-Faz, de El cerebro que cura (Plataforma Editorial), un libro donde recoge algunos de los resultados obtenidos en el estudio Barcelona Brain Health Initiative que él mismo ha dirigido.

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Según explica el neurólogo: “La proyección de riesgo de enfermedad de distintos estudios epidemiológicos muestran que como factor de riesgo para patologías y discapacidad, la vivencia de soledad subjetiva, tiene un peso comparable a fumar 15 cigarrillos al día”. Una afirmación durísima que, inevitablemente, nos invita a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre nuestro entorno inmediato.

Según las últimas investigaciones de la Universidad de Harvard, la soledad impacta en la calidad de nuestro descanso, en la nutrición y en otros aspectos fundamentales del bienestar físico y emocional. Los estudios han demostrado que la soledad prolongada puede estar asociada con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión y debilitamiento del sistema inmunológico. La falta de interacción social puede generar cambios hormonales que aumentan los niveles de estrés, afectando el sistema nervioso y reduciendo la capacidad del cuerpo para defenderse de enfermedades.

Se ha comprobado que la soledad no elegida puede derivar en ansiedad y depresión. Al no contar con un apoyo emocional cercano, la persona puede sentirse vulnerable y desarrollar una percepción negativa de sí misma y del mundo que la rodea. Además, la falta de interacción social disminuye la estimulación mental, y esto puede afectar la autoestima y a la capacidad de afrontar el estrés y los desafíos cotidianos.

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Estrategias para relacionarse con el entorno social

Si la soledad no elegida está afectando tu bienestar o al de alguno de tus seres queridos, es fundamental buscar formas de fortalecer las conexiones sociales y recuperar una sensación de pertenencia. Estas son algunas de las estrategias que pueden ayudarte:

  1. Buscar actividades grupales: Unirse a clubes, voluntariados, clases o eventos comunitarios puede ser una excelente manera de conocer personas con intereses afines. La participación activa en actividades grupales ayuda a generar un sentido de comunidad y pertenencia, facilitando nuevas amistades y conexiones.
  2. Fomentar la comunicación: Mantener contacto con amigos y familiares, incluso a través de llamadas, mensajes o reuniones ocasionales, ayuda a reducir la sensación de aislamiento. La calidad de las relaciones es más importante que la cantidad, por lo que cultivar vínculos significativos puede tener un gran impacto en el bienestar emocional.
  3. Practicar la empatía y la apertura: Mostrar interés genuino por los demás y ser receptivo a nuevas amistades puede ayudar a fortalecer relaciones interpersonales. A veces, salir de la zona de confort y estar dispuesto a escuchar y compartir experiencias abre puertas a conexiones inesperadas.
  4. Explorar nuevas formas de interacción: Si el contacto presencial no es posible en algunos casos, la tecnología ofrece maneras de mantenerse conectado, como videollamadas, redes sociales y plataformas de apoyo emocional. Sin embargo, es importante que estas interacciones digitales sean complementarias y no sustituyan completamente la conexión cara a cara.
  5. Terapia y apoyo profesional: En algunos casos, acudir a un especialista puede ser clave para gestionar la soledad y desarrollar habilidades sociales. La terapia puede proporcionar herramientas para mejorar la autoconfianza, superar bloqueos emocionales y encontrar formas saludables de relacionarse con el entorno.
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Es importante recordar que la soledad no elegida no define a una persona ni su valor. Buscar maneras de conectar con los demás, cultivar el autocuidado y explorar nuevas oportunidades de interacción pueden marcar una gran diferencia en la calidad de vida.