Tres segundos. Ese es el lapso que necesita nuestro cerebro para decidir si un contenido le resulta atractivo. Estamos inmersos en la era del scroll interminable, de la gratificación instantánea, de los “me gusta” que validan (o no) nuestra identidad digital. Si algo no se publica, es como si no hubiera sucedido. Si no provoca reacciones, se percibe como irrelevante. Una experta explica cómo podemos volver a sentir placer a pesar de esta sobreestimulación actual.

Los peligros de la era digital

En una sociedad que no deja de acelerar, aumentan la ansiedad, la depresión y el FOMO (fear of missing out, o miedo a perderse algo), mientras nuestro sistema de recompensa se ve saturado por la estimulación continua.

“La dopamina es un neurotransmisor clave para la motivación, el placer y el aprendizaje. Pero cuando se estimula de forma constante e inmediata —como ocurre con las redes sociales, la comida ultraprocesada o los videojuegos—, el cerebro entra en un ciclo de búsqueda incesante de gratificación”, explica Belén Colomina, psicóloga y colaboradora de la app de meditación Petit BamBou. “No es que la dopamina sea adictiva, sino que nuestra forma de consumir estímulos genera esa dependencia conductual”.

Las investigaciones lo confirman. Un estudio de la Universidad de California, Berkeley mostró que niveles persistentemente altos de dopamina pueden alterar la autorregulación cerebral y favorecer conductas impulsivas. El famoso “ayuno de dopamina”, que podríamos entender como un respiro ante la hiperestimulación, puede ser muy útil para recuperar ese equilibrio perdido.

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“Si dejamos de bombardear el sistema nervioso con estímulos constantes, el cerebro vuelve a encontrar placer en lo simple: una caminata, una conversación auténtica, una comida sin pantallas ni distracciones”, señala la experta.

‘Adictos’ a la dopamina

La vida moderna nos arrastra con su ritmo acelerado y su promesa de gratificación instantánea. Estamos constantemente expuestos a estímulos creados para captar nuestra atención y desencadenar una respuesta inmediata en el cerebro. El dilema no reside en el estímulo en sí, sino en la intensidad y la frecuencia con que aparece. Aquello que antes provocaba placer de forma natural, hoy se convierte en una fuente incesante de activación que sobrecarga el sistema dopaminérgico, responsable de regular la motivación, el deseo y la recompensa.

El cerebro, habituado a recibir pequeñas dosis frecuentes de dopamina, acaba por requerir mayores cantidades de estímulo para alcanzar el mismo nivel de satisfacción. Estas son algunas de las principales fuentes de sobreestimulación que se han integrado casi sin cuestionamiento en nuestra rutina diaria:

  • Redes sociales. Los "me gusta" y notificaciones estimulan el circuito de recompensa de manera comparable a una sustancia adictiva. Cada interacción supone una descarga de dopamina que, con el tiempo, puede derivar en una adicción de tipo conductual.
  • Comida ultraprocesada. Aquella cargada de azúcar, sal y grasas está diseñada para ser difícil de resistir. No solo afecta nuestra salud física, sino que activa de forma persistente los centros de placer del cerebro.
  • Alcohol, tabaco y drogas. Estas sustancias modifican directamente los niveles de dopamina, favoreciendo una dependencia neuroquímica que compromete los mecanismos de autocontrol.
  • Videojuegos, contenido para adultos, apuestas. Comparten un patrón de refuerzo inmediato, impredecible y altamente estimulante, lo que las convierte en factores de riesgo para la estabilidad emocional.
  • Compras impulsivas. El consumo acelerado —ya sea físico o digital— reemplaza la satisfacción genuina por una cadena continua de estímulos vacíos, que a menudo deja una sensación de vacío aún más profunda.
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Ayuno de dopamina

“Al principio puede aparecer apatía, aburrimiento o incluso ansiedad. Pero con el tiempo, los receptores de dopamina recuperan su sensibilidad y volvemos a encontrar ese equilibrio tan necesario para una vida plena”, señala la psicóloga.

En una sociedad guiada por lo inmediato, redescubrir el valor de lo simple se transforma en un pequeño acto de rebeldía. Reconectar con nosotros mismos y con lo que nos rodea desde una actitud consciente y pausada no es un privilegio, sino una urgencia. No se trata de eliminar la dopamina —esencial para sentir motivación y garantizar nuestra supervivencia—, sino de aprender a gestionar de forma más equilibrada su estimulación.

“El ayuno de dopamina —entendido como una reducción consciente de la sobreestimulación—, puede ayudarnos a mejorar la autorregulación, reducir los impulsos y recuperar la capacidad de disfrutar del placer natural. Siempre que no se convierta en una forma de represión extrema, sino en una práctica de reconexión con uno mismo”, advierte Belén.

Este camino requiere una decisión consciente: prestar más atención al momento presente, detenernos, observar cómo actuamos y salir del “piloto automático” que muchas veces domina nuestro día a día. Solo entonces es posible reducir la presión del estrés y recuperar el control sobre nuestra atención, nuestros hábitos y, en última instancia, nuestra calidad de vida.

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La meditación como estrategia de autorregulación

La experta arguye que diversas investigaciones han demostrado que la práctica de atención plena (mindfulness) fortalece el córtex prefrontal, una región clave para la toma de decisiones y el control de impulsos, y atenúa la respuesta de la amígdala, relacionada con emociones intensas.

“Meditar no elimina el deseo, pero nos entrena para no reaccionar de forma automática”, asegura Belén Colomina. “Nos permite observar sin dejarnos arrastrar.” Es importante comprender que no se trata de rechazar el placer, sino de experimentarlo de forma consciente. Aprender a regularlo y a mantener la estabilidad emocional sin depender de estímulos externos.

La experta sugiere algunas prácticas sencillas para volver a sentir el placer en las pequeñas cosas:

  1. Espacios sin pantallas: reservar de 1 a 2 horas al día sin móvil, especialmente al despertar y antes de dormir.
  2. Alimentación consciente: evitar distracciones durante las comidas para reconectar con las señales internas de hambre y saciedad.
  3. Tiempos sin gratificación inmediata: actividades como leer, escribir o caminar sin un objetivo específico.
  4. Instantes de respiración y silencio: pausas breves que actúan como verdaderos “micro reinicios”.
  5. Jornada sin multitarea: reducir la cantidad de estímulos para fomentar una atención más presente.