Las emociones están ahí, nos gusten o no. A veces intensas, a veces sutiles, pero siempre con un mensaje que merece ser escuchado. “Regular nuestras emociones nos ayuda a sentirnos bien con nosotros mismos y a relacionarnos mejor con los demás”, explica la psicóloga sanitaria Irene Alonso Vaquerizo. Desde su enfoque terapéutico, acompañar a las personas a comprender lo que sienten es mucho más que una herramienta de bienestar: es un acto de conexión y autoconocimiento.

Porque las emociones no aparecen porque sí. “Son indicadores o avisos de algo (una situación o pensamiento) que nos está afectando”, afirma. Nos dan pistas sobre lo que necesitamos en cada momento: adaptarnos a un entorno, protegernos, poner límites o cambiar de rumbo. Pero para poder gestionarlas, primero hay que identificarlas y darles un nombre. Y, como reconoce Alonso, eso no siempre es fácil: “Gestionar las emociones tiene cierta complejidad y necesita entrenamiento”.

Para ayudarte en ese proceso, la psicóloga propone diez preguntas esenciales que puedes hacerte cuando te sientas sobrepasada, bloqueada o confundida. Un pequeño ejercicio de reflexión con un potencial enorme: el de conocerte mejor para cuidarte mejor.

Preguntas obligadas para entenderte mejor

1. ¿Qué es una emoción?

“Las emociones son estados mentales y corporales que se originan por hechos internos (pensamientos) o externos (situaciones), implican procesos psicológicos, fisiológicos y conductuales, y tienen una corta duración en el tiempo”, explica. Aunque a veces nos incomoden o no las entendamos del todo, son nuestros datos más honestos: nos indican de forma directa cómo nos afecta lo que vivimos o pensamos. “Están para guiarnos a estar mejor con nosotros y el mundo que nos rodea”.

2. ¿Puedo identificar lo que siento?

“No siempre sabemos lo que sentimos”, admite Alonso. Por eso recomienda practicar: ponerle nombre a las emociones que reconocemos o utilizar herramientas como la Rueda de las Emociones de Plutchik, un modelo visual que muestra cómo se combinan las emociones básicas para generar otras más complejas. “Acostumbrarte a irlas identificando te ayudará a coger seguridad”, añade.

3. ¿Estoy aceptando esta emoción? ¿Qué dice de mí no poder aceptarla?

Hay emociones que rechazamos o nos cuesta permitirnos sentir. El problema, señala la psicóloga, es que “no aceptar ciertas emociones puede intensificar el malestar”. Además, puede ser una señal de que tememos desbordarnos emocionalmente. La evitación emocional sostenida puede derivar en ansiedad, estrés o incluso aislamiento. En cambio, “admitirlas nos ayuda a conocer nuestras necesidades, a procesar lo vivido y favorece que no se queden enquistadas”.

4. ¿Qué significa la emoción que siento?

Cada emoción tiene un propósito. Las emociones primarias (como la alegría, la tristeza, la rabia o el miedo) son universales y nos preparan para la acción. Las secundarias, en cambio, son más complejas: “Están influenciadas por nuestras experiencias, creencias y pensamientos. Varían entre culturas y personas, y requieren un mayor procesamiento cognitivo”, explica. Entre ellas encontramos la vergüenza, la culpa, los celos o el orgullo.

5. ¿Dónde la siento en el cuerpo?

“El cuerpo es el que nos avisa cuando estamos experimentando una emoción”, recuerda Alonso. Notar el corazón acelerado, presión en el pecho o tensión en el cuello puede ser la forma en la que el cuerpo señala lo que la mente aún no ha procesado. “Acostumbrarnos a notar dónde situamos la emoción nos ayuda a integrarla y regularla. No es solo una experiencia mental”.

Preguntas para la gestión de emociones

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6. ¿Qué me lleva a hacer esta emoción?

Cada emoción impulsa una conducta. El reto está en observar si esa conducta es adecuada o perjudicial. “Por ejemplo, alguien que no gestiona bien la ira puede terminar agrediendo a otra persona. El problema no es sentir enfado, sino en cómo lo expresamos”, señala. No elegimos las emociones, pero sí la manera en que actuamos a partir de ellas.

7. ¿Qué me causa esta emoción?

Cuando no gestionamos lo que sentimos, las emociones pueden intensificarse o transformarse en síntomas: desde insomnio o dolores musculares, hasta trastornos de ansiedad o alimentación. “También puedes notar que te desconectas de ti misma o que te aíslas de los demás”, apunta Alonso. Identificar el origen es clave para evitar que se cronifiquen.

8. ¿Puedo expresarla?

Poder expresar lo que sentimos —y hacerlo bien— mejora la convivencia con los demás y también el vínculo con una misma. “Puedes usar mensajes en primera persona como ‘Siento frustración porque no he conseguido…’”, recomienda. También sugiere formas creativas o físicas de canalizar emociones intensas: escribir, dibujar, llorar, hacer ejercicio…

9. ¿Qué puedo aprender de experimentar esta emoción?

“Reflexionar sobre lo que sentimos nos ayuda a entendernos mejor y a relacionarnos mejor con los demás”, afirma Alonso. Si sientes enfado frecuentemente, tal vez necesitas poner límites. Si te frustra no conseguir todo lo que te propones, quizá estás siendo demasiado crítica contigo. Cada emoción es, en el fondo, una maestra.

10. ¿Qué me puede ayudar a procesarla?

No todas las emociones se gestionan igual. “Es posible que te vengan bien cosas diferentes según la emoción que experimentes”, señala. Pasear, hablar con alguien de confianza, pintar, hacer deporte… Lo importante es observar y darte permiso para probar. Y si sientes que no puedes sola, pedir ayuda profesional.

Comprender lo que sentimos no es debilidad, es poder. Como concluye Irene Alonso: “Las emociones están para guiarnos, y cuanto más las entendemos, más nos entendemos a nosotros mismos”.