A medida que cumplimos años, nuestro rostro empieza a reflejar ese paso del tiempo de forma más visible. Es algo normal, natural y que debemos aceptar, pero también es cierto que el cuidado diario y unos buenos tratamientos son aliados que nos ayudan a mejorar ciertos aspectos. Dos de los signos que más preocupan, especialmente en mujeres mayores de 50, son las conocidas patas de gallo, así como las líneas horizontales de la frente.
Ambos tipos de arrugas no solo tienen causas distintas, sino que también requieren enfoques específicos y complementarios para tratarlas eficazmente. La buena noticia, es que a día de hoy existen múltiples herramientas para prevenir, minimizar y suavizar estos signos de la edad.
Desde activos cosméticos muy eficaces hasta técnicas no invasivas y gestos diarios que marcan la diferencia, es posible mantener una piel con apariencia firme, fresca y luminosa.
¿Por qué aparecen y qué las agrava?
Dentro de los signos del envejecimiento, las patas de gallo suelen ser una de las primeras arrugas de expresión que aparecen en el rostro. Su origen está vinculado al movimiento repetido de los músculos al sonreír o entrecerrar los ojos que, sumado a la pérdida de colágeno y elastina después de los 25 años, hace que estas líneas se acentúen más.
Las arrugas en estas áreas aparecen por el repetido movimiento de los músculos faciales.
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Por su parte, las arrugas de la frente se deben a gestos inconscientes como fruncir el ceño o levantar las cejas. Suelen estar más relacionadas con el estrés, la falta de descanso y la disminución natural de la firmeza en la zona del tercio superior del rostro. Ambas pueden prevenirse o tratarse con hábitos adecuados y productos que actúen sobre las causas estructurales del envejecimiento.
“Cuando en tercio superior (frente, entrecejo y patas de gallo) tenemos una arruga que se marca en reposo (arruga estática) los tratamientos con neuromoduladores no suelen ser suficiente para eliminarla por completo, por lo que, el momento ideal de tratar las líneas de expresión en tercio superior sería antes de desarrollar este tipo de arrugas. En líneas generales, sería recomendable empezar a tratarlas cuando tenemos todavía una arruga dinámica”, explica Marta González, dermatóloga y directora de la Unidad de Medicina Estética de IMR.
Activos que marcan la diferencia
Una cuestión que tenemos que tratar en este tema son los ingredientes más efectivos, y que no deberían de faltar en tu rutina de belleza si tienes más de 50 años. El principal, y cuya popularidad le precede, es el retinol o sus derivados (retinal o bakuchiol para pieles sensibles) que estimulan la producción de colágeno y mejoran la textura de la piel.
Los antioxidantes también son claves, ya que ayudan a nuestras células a combatir el estrés oxidativo. “Algunos de los activos antioxidantes más empleados en cosmética son la vitamina E, la vitamina C (ácido ascórbico), los carotenoides, la vitamina B3 (niacinamida) y los polifenoles como el resveratrol. Además, destacar que, aunque la hidratación es importante, no va impedir la formación de estas arrugas”, afirma la experta.
Los ingredientes como el retinol y los antioxidantes son fundamentales a partir de los 50.
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“Todas las rutinas idealmente deben ser sencillas y contener productos de calidad. Es importante tener en cuenta que las rutinas deben personalizarse de acuerdo con las características del paciente. En general, los productos que no deben faltar en una rutina de día de antienvejecimiento en pacientes con piel sana son: limpieza, aplicación de antioxidantes y finalmente fotoprotección. Y en la rutina de noche: limpieza y aplicación de un principio activo transformador con el objetivo de mejorar de manera global la textura de nuestra piel”, añade.
¿Qué tratamientos estéticos son recomendables?
Está claro que es esencial tener una buena rutina de cuidado en casa, que apliquemos a diario y de forma recurrente. Pero, cuando las arrugas ya están instaladas, es posible recurrir a procedimientos médicos o estéticos no invasivos. El más recurrente es sin duda la toxina botulínica (botox), siendo la solución más efectiva, ya que relaja el músculo y evita que las líneas se marquen más con los gestos.
“Cuanto más marcada esté la arruga más difícil será de eliminar solo con toxina, sin embargo, disponemos de otras herramientas para mejorarlas (ácido hialurónico, fuentes de luz y/u otras tecnologías)”, confirma Marta. En el caso de las patas de gallo, suelen recomendarse técnicas como el láser fraccionado, la radiofrecuencia o los ultrasonidos focalizados, que estimulan el colágeno sin necesidad de agujas.
El botox o las inyecciones con ácido hialurónico son algunos de los mejores tratamientos.
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“Es posible suavizar estas arrugas sin recurrir a la toxina botulínica, esto podríamos hacerlo con ácido hialurónico realizando una inyección intradérmica muy superficial mediante la técnica de “blanching”, en la que depositamos microgotas siguiendo el trayecto de las arrugas. Otra opción sería realizar tratamientos láser sobre la arruga (tanto ablativos como no ablativos) para mejorar la profundidad de la misma”, continua.
Gestos diarios que suman (y mucho)
Más allá de los tratamientos y productos que te hemos comentado, los pequeños detalles son los que pueden tener un peso enorme en el aspecto de la piel.
Usar protección solar cada día —incluso en interiores— es el paso más importante para evitar el envejecimiento prematuro. Dormir bien, beber suficiente agua, o simplemente el hecho de frotarse los ojos, también ayudan a prevenir la aparición de arrugas en la zona ocular.
La forma en la que aplicamos los productos también es muy importante (y a lo mejor lo estás haciendo mal sin darte cuenta): siempre con movimientos suaves, sin arrastrar la piel, especialmente en el contorno de los ojos. Puedes incorporar masajes faciales o herramientas como rodillos de jade o gua sha puede favorecer la circulación y ayudar a mejorar el tono muscular del rostro.