Esta tarde, en la Parroquia de Santa María de Gracia de Barcelona, ha tenido lugar uno de esos momentos de pasarela que solo Carmen Lomana sabe ejecutar con maestría. La socialité más icónica del panorama nacional ha ejercido por primera vez como madrina de una boda, y lo ha hecho como cabía esperar de ella: no discretamente, sino con una puesta en escena majestuosa. La coleccionista de moda ha interpretado el papel de madrina como una diva del Old Hollywood, pero con alma española.

El diseño en cuestión es un diseño de alta costura creada por el reputadísimo diseñador Alejandro de Miguel; modisto de cabecera y cómplice creativo de la propia Carmen, con quien comparte micrófono cada fin de semana en el programa de radio "La Hora de Lomana". La elección no es casual: de Miguel es uno de los grandes nombres del patronaje a medida, y su trabajo con madrinas e invitadas es siempre impecable. Para una ocasión tan personal y simbólica, la colaboración ha salido a pedir de boca. Alejandro es una institución y la socialité le ha servido de musa para crear un diseño que se alinea a la perfección con las últimas tendencias de moda.

El vestido de Alejandro de Miguel de Carmen Lomana para su última boda 

El vestido de Alejandro de Miguel de Carmen Lomana para su última boda 

José Oyón

Carmen Lomana se estrena como madrina con un precioso vestido de Alejandro de Miguel 

El vestido, confeccionado en exclusiva para ella con más de 15 metros de seda natural, es una sinfonía en verde pistacho muy suave (casi verde agua) que desborda ligereza y teatralidad. El escote bardot envuelve los hombros con una sensualidad clásica que recuerda a las reinas del cine en technicolor, mientras que el cuerpo entallado, trabajado con un drapeado hecho a mano, perfila su silueta al detalle. Pero lo que eleva esta pieza al terreno de lo memorable es la capa: un manto etéreo que vuela desde los hombros con una cadencia solemne y sofisticada. 

En un mundo en el que la tendencia es fotocopiar looks, este gesto de encargar un vestido a medida, con sus pruebas, sus tejidos nobles y su artesanía a fuego lento, no es solo una decisión estética: es un acto de resistencia. Una manera de reivindicar que el lujo verdadero no es lo ostentoso sino lo que está hecho con tiempo, manos expertas y alma.

Carmen Lomana y Alejandro de Miguel dan los últimos retoques al impresionante vestido de madrina de la socialité

Carmen Lomana y Alejandro de Miguel dan los últimos retoques al impresionante vestido de madrina de la socialité

José Oyón

Ni verde musgo ni botella: el pistacho es el color del verano 2025

El color elegido, ese verde pistacho pastel, no podía ser más acertado. En un verano marcado por la nostalgia de los tonos pastel y la fascinación por los matices botánicos, este tono se impone como alternativa elegante al rosa empolvado y al azul bebé. Funciona de día y de noche, bajo el sol de julio o los candelabros de un hotel de cinco estrellas. Y sienta bien a rubias, morenas y pelirrojas: es el nuevo negro de las invitadas.

El pistacho, que lleva varias temporadas asomando en colecciones como las de Miu Miu, Blumarine o Jacquemus; está viviendo su renacimiento cromático. Y lo hace en clave sofisticada, alejado del efecto 'batido detox' y más cerca del helado cremoso. Carmen Lomana no quería pasar desapercibida. Quería narrar su entrada en el papel de madrina con un pantone que inspirase frescura, sofisticada y una dosis controlada de excentricidad.

Carmen Lomana y su vestido de Alejandro de Miguel en color verde pistacho 

Carmen Lomana y su vestido de Alejandro de Miguel en color verde pistacho 

José Oyón

Los accesorios a tono con el vestido de Alejandro de Miguel 

Que no se nos escape el detalle de las joyas. Para que los accesorios encajaran con el diseño principal, la socialité no dudó en incorporar unos pendientes dorados con gemas de color esmeralda, un brazalete dorado en su muñeca izquierda y un anillo XXL a juego con los pendientes. En el peinado, ondas suaves con sabor retro y un maquillaje discreto pero luminoso que deja todo el protagonismo a la mirada, con un sutil ahumado, línea de agua en color plata, eyeliner y rímel.

La sesión de fotos previa a la boda, realizada por el fotógrado José Oyón en la residencia de Carmen, no hace sino reforzar esta narrativa de sofisticación escénica. Rodeada de lujosos muebles, lámparas de cristal, valiosas esculturas y tapices antiguos, Lomana parece mimetizarse hasta con las borlas que decoran la cómoda de su salón. No hay nada casual en la escenografía: todo ha sido pensado para enmarcar su imagen de madrina. Porque Carmen, ya lo sabemos, no viste: interpreta.

Tras la ceremonia en la iglesia de la Calle Gracia de la Ciudad Condal, los invitados se desplazaron al banquete en el icónico Hotel Casa Fuster. Pero más allá del increíble escenario, lo que queda es la imagen de una mujer que, a sus 76 años, sigue haciendo gala del arte del buen vestir con una naturalidad abrumadora. Hay algo profundamente inspirador en su forma de abrazar la moda sin caer en lo ostentoso, de moverse entre el clásico y lo trendy sin parecer forzada. Y con eso, ha escrito una página nueva en su biografía: la de la madrina más arrebatadora que no le teme a los diseños más originales.