El viernes 16 de junio será siempre un día señalado en la vida de Irene Urdangarin. A sus 18 años recién cumplidos, la hija de Iñaki Urdangarin y la Infanta Cristina ha celebrado su graduación en su privilegiado centro escolar: l'Ecole Internationale de Genève, más conocido como Ecolint Geneva. Con motivo de la finalización de sus estudios de Secundaria ha estado acompañada de gran parte de sus seres queridos: sus padres, sus hermanos, su tía, sus primos, su abuela paterna, sus abuelos maternos... Estaban casi todos. La ocasión ha supuesto un auténtico cónclave de los clanes Borbón-Urdangarin. Una cita no exenta de tiranteces en la que la joven, consciente de la tensión que ha supuesto el reencuentro de sus padres, -a punto de firmar un complicado divorcio-, ha tenido un gesto muy bonito con su padre.

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Vídeo: Europa Press

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Y es que, ya se sabe: una imagen vale más que mil palabras. Basta con observar detenidamente las fotografías de la salida de Irene y los suyos del exclusivo hotel Four Seasons de Ginebra para percatarse de un detalle que no ha pasado por alto. La única hija de Iñaki y Cristina ha salido del alojamiento ataviada con un vestido blanco largo con bordados en flores. Pero, a diferencia de otros miembros de su familia, no lo ha hecho sola. Se ha dejado ver de la mano de su abuela paterna, Claire Liebaert. Esta, a su vez, le estaba dando la mano a Iñaki. De este modo, el mundo entero ha sido testigo de ese trío de manos enlazadas con un significado mucho más profundo de lo que en un principio pudiera parecer.

Y es que en un día como hoy, tanto Irene como la familia Urdangarin y los Borbón sabían perfectamente que cada detalle y cada movimiento, iba a ser observado con lupa. Irene bien podría haber salido del hotel junto a sus hermanos, acompañada de su madre o de la mano de su queridos abuelos maternos, el Rey Juan Carlos y Doña Sofía (con la que, por cierto, tuvo un gesto muy bonito la Princesa Leonor en la graduación de la Infanta Sofía). Pero no lo ha hecho. En su lugar, ha optado por dejarse fotografiar por los focos de agencias y medios de todo el planeta muy cerca de su padre y de la madre de este. ¿Mera casualidad o ha habido intención detrás de estas escenas?

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No cabe duda alguna de que no se trata de un detalle al azar. Irene Urdangarin sabía lo que hacía. Y de una manera tan estudiada como ha ocultado estratégicamente su rostro bajo su pelo para evitar ser inmortalizada ha querido que esta salida, que nada tiene de casual, haya tenido lugar al lado de papá y de su querida abuela.

Dicen quienes la conocen que Irene, a pesar de su juventud, es una chica madura, responsable, con la cabeza muy bien amueblada. Sabía muy bien que su padre afrontaba este viernes un día complejo. Ella, muy unida a la familia de su padre, no lo ha dejado solo. De una manera sutil, pero sin dejar lugar a dudas, ha manifestado muy claramente que no le ha dado la espalda ante una jornada llena de reencuentros incómodos, como el cara a cara de Iñaki Urdangarin con los eméritos tras la separación con la Infanta Cristina o volver a coincidir con su excuñada, la Infanta Elena. Irene ha dado un paso al frente. Por su padre. Y por el bien de las personas a las que quiere.