Una de las reinas con más carácter que tuvo España fue Isabel de Farnesio, italiana y segunda esposa de Felipe V que fue, por cierto, el primer Borbón que tuvimos. Cuando Isabel llegó para casarse con el rey, este había enviudado de su prima María Luisa Gabriela de Saboya que le había dado cuatro hijos varones: Luis, Felipe, Felipe Pedro y Fernando. El primero reinó siete meses porque murió inesperadamente siendo muy joven, el segundo y tercero no llegaron a adultos y, por último, Fernando, que sería el futuro Fernando VI. Cuando la italiana llegó a la corte de Madrid se encontró con la situación de que tenía que dar hijos varones a la corona (ya estaba la Ley Sálica, instaurada, además, por su marido), así que los esfuerzos que hiciera tendrían poco lustre salvo que se murieran Luis y Fernando. Farnesio dio a luz a siete hijos. De ellos, cuatro fueron varones; Carlos, Francisco (que murió antes de ser adulto), Felipe y Luis y tres mujeres, Mariana Victoria, María Teresa y María Antonia. El primero de ellos llegaría a ser el rey Carlos III, el rey ilustrado, el llamado “alcalde de Madrid”. Cuando por fin cerró los ojos para siempre, la italiana debió de sentirse bastante tranquila porque, no solo había cumplido con su deber, sino que había logrado tener un extraordinario poder en la corte.

Lo que seguramente nunca imaginó la consorte de Felipe V fue que una de sus nietas, la famosísima condesa de Chinchón iba a ser una completa desgraciada y que, buena parte de su desgracia vendría impuesta por el rey Carlos III, es decir, su tío (e hijo, como hemos dicho, de la Farnesio). Hablamos de María Teresa de Borbón y Villabriga, hija del infante Luis, el sexto de los siete hijos que Felipe V había tenido con Isabel de Farnesio. Marta Cibelina, periodista, acaba de publicar La duquesa salvaje (ed. Esfera de los Libros), una novela fresca y llena de rigor y, a la vez humor, sobre esta mujer tan famosa como desdichada.

¿Quién fue la condesa de Chinchón?

El infante Luis, nacido en 1727 con pocas o nulas posibilidades de llegar a heredar el trono, aunque en esa época nunca se sabía dada la altísima mortalidad existente, decidió tirar por la carrera eclesiástica, algo muy común en los hijos con pocas posibilidades de heredar. Pero en esa decisión no estaba su voluntad sino la de su ambiciosa madre que logró que fuera nombrado cardenal arzobispo de Toledo y primado de España primero, y arzobispo de Sevilla, después. Su vocación no estaba nada clara y terminó abandonando el sendero de la vida eclesial, recibiendo entonces el título de XIII conde de Chinchón en 1761.

Luis decidió contraer matrimonio con María Teresa de Vallabriga y Rozas, noble, pero no de la realeza. Este hecho hoy en día carece de la mínima importancia, pero en el siglo XVIII, no, de hecho y porque se consideró un matrimonio morganático (desigual), los hijos que tuvieran sería privados de derechos sucesorios a la corona de España, e incluso al apellido de Borbón, en virtud de la Pragmática Sanción de 1766, aprobada por Carlos III. Los esposos se casaron igualmente el 27 de junio de 1776 sabiendo esas condiciones, eso sí, con la licencia del monarca, Carlos III, hermano del novio. De este matrimonio nacieron tres hijos: Luis, que sería cardenal, María Teresa, que heredaría el título de condesa de Chinchón y será nuestra protagonista en este artículo y Luisa, duquesa de San Fernando de Quiroga.

Infancia y clausura en el convento

Los primeros años del matrimonio fueron tranquilos aunque retirados de la corte en una suerte de “destierro” en Arenas de San Pedro por haber pasado por alto la necesaria costumbre de casarse entre iguales. De hecho, los hijos no llevaban el apellido Borbón, sino el de Vallabriga, en aplicación rigurosa de la pragmática. En 1785 murió el padre de familia el infante Luis y la familia sufrió, por orden del monarca Carlos III, la dolorosa separación. Las hijas, María Teresa y María Luisa, que tenían tan solo cuatro y dos años, fueron apartadas de su madre y enviadas al convento de San Clemente de Toledo y el hijo fue también enviado a vivir con el arzobispo de Toledo, el cardenal Lorenzana. La madre fue obligada a quedarse en la casa familiar sola. Carlos III pretendía con esta medida evitar que se perpetuase la sangre y en un futuro hubiese pretensiones al trono. Durante doce años permaneció nuestra protagonista en el convento, hasta los 14 años.

Nuevo rey, Carlos IV y matrimonio con Manuel Godoy

Para entonces había fallecido ya Carlos III y reinaba su hijo Carlos IV quien quiso reparar lo que su padre había hecho. Lo primero que hizo fue permitir a la madre volver a su Zaragoza natal y con sus primos reparó todo lo que en su mano estaba. Para empezar, logró para el primogénito el título paterno de conde de Chinchón y para hacer que sus primas estuvieran más cercanas a la corte, concertó el matrimonio de María Teresa con Manuel Godoy, Príncipe de la Paz y duque de Alcudia. Con este matrimonio, María Teresa recuperaba no solo todos los honores que le habían sido arrebatados, sino que se convertía en la dama de la corte de mayor rango después de la reina, María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Además, tres años más tarde, les permitió a los tres hermanos usar el apellido Borbón modificando las partidas de nacimiento. El hermano mayor, Luis María, que ya era cardenal, le cedió su título a María Teresa, convirtiéndose en condesa de Chinchón por derecho propio, aunque no lo utilizaría hasta años más tarde.

El matrimonio de María Teresa y Godoy, arreglado, no fue fructífero ni en amor ni en hijos. Tan solo tuvieron una niña llamada Carlota. El hecho de que ella se había pasado parte de su vida criada en un convento la había convertido en una mujer muy ajena a las costumbres de la corte. Además, su marido y por su cargo, estaba constantemente viajando. Estas circunstancias, unidas al carácter tranquilo de María Teresa, la llevaron a un estado de ánimo triste y meditabundo…y a un matrimonio desgraciado en el que había la fuerte presencia de la amante de él; Pepita Tudó, una mujer con fuerte personalidad e influencia sobre Godoy. En las cartas que este enviaba al rey se quejaba constantemente del carácter huraño de su esposa, así como de la poca atención que dedicaba como madre a la hija de ambos. Una hija que siempre fue, por cierto, la debilidad del válido.

María Teresa tomó la decisión de abandonar la corte para reunirse con su hermano el cardenal, pero enseguida recibió la orden de los reyes que le recordaron que era al lado de su marido con quién debía permanecer. Así que María Teresa no tuvo más remedio que volver a la corte donde, al llegar, se enteró de la nefasta noticia: la reina había nombrado dama de honor a Pepita Tudó, una situación harto humillante para ella que tendría que convivir a partir de ese momento con la mujer con la que compartía el lecho de su marido. Por si fuera poca la humillación, el rey nombró a la amante el título de condesa de Castillofiel, otorgando así un estatus de cara a la corte y una mejora en la imagen de los dos hijos bastardos que había tenido con Godoy.

 

Estallido del motín de Aranjuez y exilio de Godoy

En estas situaciones se hallaba nuestra protagonista cuando estalló el motín de Aranjuez contra el propio Godoy el 18 de marzo de 1808. Este hecho provocó la separación definitiva del matrimonio que jamás volvería a verse. Godoy acompañó a los reyes al exilio llevándose consigo a Carlota, la única hija del matrimonio, mientras que María Teresa corrió a refugiarse con su hermano, siendo ambos los dos únicos representantes de la familia Borbón que permanecieron en España cuando sobrevino la invasión Napoleónica y posterior guerra de la Independencia española.

La suerte parecía cambiar para María Teresa, ya que su hermano fue nombrado presidente de la Regencia en 1809 y, bajo su mandato las Cortes de Cádiz aprobaron la Constitución liberal de 1812, la primera Carta Magna que tuvimos en España.

Vuelta de Fernando VII a España

A su vuelta a España, Fernando VII se negó a acatar la Constitución y el hermano de María Teresa cayó en desgracia siendo confinado en Toledo hasta 1820 cuando los constitucionalistas obligaron al rey a jurar la Carta Magna y a convocar una junta provisional presidida, otra vez, por el cardenal Borbón, lo que volvió a mejorar la situación de la condesa de Chinchón que, para esa época, ya había dejado de usar el título de Princesa de la Paz para usar el de condesa por el que sería recordada y reconocida para la posteridad, en parte gracias también, al famoso retrato que de ella pintó Francisco de Goya y que se encuentra en el Museo del Prado.

Exilio a París y muerte

 El hermano de María Teresa falleció y con su muerte ella perdió prácticamente toda su protección debido a los cambios generados en la política nacional. Su hermano había estado fuertemente vinculado a los partidarios de la Constitución y a las ideas liberales. Decidió entonces reunirse con su hermana María Luisa que vivía en París con su esposo, el duque de San Fernando de Quiroga. Nunca más volvería a España.

En Francia su vida tampoco mejoró y en parte tuvo que ver con el tórrido romance que mantuvo con el coronel Mateos, que la maltrataba y que logró casi arruinarla. La condesa de Chinchón murió el 24 de noviembre de 1828 de un cáncer de matriz tras cinco meses de sufrimientos a la edad de 48 años. Sus restos mortales serían trasladados por su hermana al Palacio de Boadilla del Monte, donde está enterrada. Días después de su muerte, Godoy se casó con la que había sido su amante durante cuarenta años, Pepita Tudó.