Ana Rosa Quintana sigue siendo la reina indiscutible de las mañanas, término que se acuñó cuando la rivalidad por la audiencia en esa franja estaba en lo más alto y que ahora ha perdido vigencia, porque su 'reinado' es un 'paseo militar'.
Ana Rosa Quintana es la clara demostración de que, al igual que María Teresa Campos, ser longevo en televisión es posible. Que es mentira aquello de que jamás duró una flor dos primaveras. Y que la dictadura de la juventud de usar y tirar conoce numerosas excepciones.Es una tendencia cada vez más acentuada, en el caso de las mujeres en particular, poner al frente de cualquier programa a gente cada vez más joven y a sustituir o relevar a tareas menores a las periodistas o presentadoras que van cumpliendo años. Sin embargo, cuando el talento es grande el público no da la espalda y sigue fiel, año tras año, como es el caso de Ana Rosa Quintana, a quien no estamos llamando vieja, sino todo lo contrario. No hay más que escuchar los comentarios a pie de calle o incluso mirar las fotos del pasado de la presentadora para llegar a la conclusión de que cada vez está más joven.
No creo que el éxito de Ana Rosa Quintana radique en que con el poso y el paso de los años haya sabido sacarse más partido de su físico o que vista cada vez mejor. Ni en el hecho de que esté rodeada de equipo muy sólido que la acompaña a lo largo de su periplo profesional. Me consta, además, que ella peleó muchísimo por mantenerlo cuando fichó por Tele 5 después de vivir horas bajas en Antena 3. Que los reubicó en distintos programas los meses que ella no estuvo en pantalla para que nadie se quedara sin sueldo hasta que ella hiciera el desembarco en los dominios de Vasile.La razón del éxito de Ana Rosa, a mi juicio, es que rezuma verdad. No es nada impostada, ni engolada, camina con naturalidad delante de la cámara y no está pendiente de los monitores para ver si sale guapa o no. Se limita a ser, estar y hacer.La verdad es algo que se olfatea, aunque sea a través del plasma, y ella se aproxima a los temas, en particular los que tienen que ver con la infancia o las enfermedades, con una humanidad y empatía que rara vez se ve en televisión. Eso al final da sus frutos y en argot televisivo se llama 'share'.
La fidelidad en las relaciones, de amor, de amistad, y mucho más en algo tan endeble como la televisión, es algo que se consigue a base de picar piedra, de guiarte por unos principios, de demostrar a los demás de qué pasta estás hecho. Si no eres honesto, se acaba viendo el cartón y lo que es un éxito fulgurante puede desvanecerse como una pompa de jabón. Y acabar arrumbado en el baúl de los recuerdos de Karina o en un 'qué pasó con'.Ana Rosa ha cambiado de directores, no muchos, en su andadura en Tele 5, que han dado algunas vueltas de tuerca a la fórmula que sigue explotando, pero estoy convencido de que si no estuviera ella, los resultados hubieran sido muy distintos y a la cadena le hubiera costado mantener a flote esa franja.La prueba es que la audiencia no se resintió cuando se marcharon Óscar Martínez o Màxim Huerta, con quien tenía una gran química, y los movimientos que han hecho las distintas cadenas no la han despeinado ni un mechón. Dicho sea con todo el respeto a sus rivales, que, cada una dentro de sus posibilidades, hacen un buen trabajo y también tienen unos seguidores a los que les encantan. Esto no es una liga de fútbol y no se trata de ser forofo de una u otra.
Tengo que acabar este artículo diciendo que Ana Rosa y yo no nos conocemos, aunque hemos coincidido en varios eventos como la boda de Belén Esteban con Fran, hace ya milenios, y que no soy uno de sus palmeros, porque ella no tiene de eso... Es algo que siempre he pensado y que hasta ahora no me he sentado a plasmar.Seguro que la mayoría estaréis de acuerdo conmigo. Y por eso la veis cada día.