Cuidar la piel no es solo una cuestión estética, sino que es algo fundamental para nuestra salud. Una piel que está seca o deshidratada no solo se ve apagada y sin brillo, sino que también tiene otras consecuencias: se debilita, se irrita con facilidad y envejece más rápido. Esto no es algo que solo afecte a las pieles más maduras o aquellas que son así de forma genética, sino que hasta las pieles grasas pueden sufrir estos síntomas.
Factores como el sol, los cambios bruscos de temperatura, el uso de cosméticos agresivos o una limpieza incorrecta pueden ponernos en esta situación. El principal error que cometemos es pensar que con aplicar una crema hidratante es suficiente, pero la realidad es que es un trabajo de capas en el que tienen que intervenir más productos y hábitos. Saca papel y lápiz, que te contamos todo lo que necesitas saber.
¿Cuál es la diferencia entre piel seca o deshidratada?
Por lo primero que tenemos que empezar es por ver la diferencia entre la piel seca o la que está deshidratada, ya que solemos pensar que es lo mismo. Aunque los síntomas pueden parecer similares (tirantez, descamación, falta de luminosidad), la causa y el tratamiento son muy diferentes.
“Es una confusión muy habitual. La piel seca es un tipo de piel, una condición estructural, como tener los ojos marrones o la piel clara. Este tipo de piel produce menos lípidos de los necesarios, lo que afecta a su función barrera y puede verse áspera, tirante o apagada”, afirma Marina Fernández, Técnico responsable y de I+D en IT Pharma, y Farmacéutica.
La piel seca y deshidratada son muy diferentes y se deben tratar de distinta manera.
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"Sin embargo, la piel deshidratada es una condición temporal, donde lo que falta es agua, no grasa. Cualquier tipo de piel, puede sufrir deshidratación si está expuesta a agresiones o si no se cuida correctamente”, añade. La clave para distinguir una de otra está en observar con atención. Por ello, lo mejor antes de lanzarse a comprar productos y aplicarlos sin sentido, tenemos que conocer exactamente qué es lo que necesita nuestro rostro en ese momento.
Cuidado con la limpieza: el primer paso es el más importante
Cualquier rutina de skincare debe comenzar con una buena limpieza facial (aunque también es donde más errores se cometen).Usar productos demasiado abrasivos o que eliminan los aceites naturales del rostro puede dañar seriamente la barrera cutánea, dejándola más vulnerable a la pérdida de agua.
Hay que escoger un limpiador que sea respetuoso y que no elimine los aceites naturales de la piel.
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“Uno de los errores más frecuentes es usar productos demasiado agresivos, como jabones muy astringentes o exfoliaciones excesivas, que dañan la barrera natural de la piel”, explica la experta. Lo mejor es decantarse por limpiadores suaves, con pH fisiológico (entre 4.5 y 5.5), que limpien sin alterar. Desde texturas como geles sin jabón, hasta bálsamos limpiadores o aguas micelares, todos son excelentes aliados para pieles sensibles.
“Esa sensación de "piel tirante" después de lavar el rostro no es sinónimo de limpieza, sino una señal de que hemos dañado la capa protectora de la piel. Para estos casos, lo mejor son los limpiadores suaves, con ingredientes calmantes o hidratantes, que limpian sin agredir”, continúa. El truco está en no frotar en exceso, secar el rostro con una toalla limpia y suave, y aplicar inmediatamente después los productos de tratamiento para evitar que el agua se evapore.
Hidratantes con ingredientes estratégicos
Aunque lo que buscamos es mejorar la hidratación de la piel, no todos los productos valen. A la hora de combatir la deshidratación, es esencial entender cómo actúan los ingredientes. “Por ejemplo, ingredientes como los retinoides o algunos ácidos exfoliantes pueden deshidratar si no se combinan con una rutina adecuada”, confirma Marina.
Hay ciertos ingredientes hidratantes que tienes que incluir sí o sí en tu rutina.
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“También conviene tener precaución con productos que contengan alcohol en concentraciones elevadas o perfumes irritantes. Lo esencial es que la rutina incluya siempre un buen aporte de ingredientes hidratantes (como ácido hialurónico, vitaminas o ceramidas) y activos que fortalezcan la barrera cutánea, para que la piel se recupere y mantenga su equilibrio”, añade.
Un buen truco es aplicar primero un sérum hidratante, preferiblemente con ácido hialurónico de bajo peso molecular, y sellarlo con una crema ligera o media, según el clima y la necesidad. Esta "capacidad de sellado" es clave para evitar la deshidratación.
La piel también se cuida desde dentro
Una piel bien hidratada no se consigue solo desde fuera. La frase de somos lo que comemos es la mejor prueba de ello, y en este caso, también de lo que bebemos. “Otros culpables de la deshidratación cutánea son no ingerir una dieta equilibrada, el tabaco, el exceso de alcohol, el estrés o no beber suficiente agua”, afirma. Para conseguir un rostro luminoso y jugoso, hay que beber agua, en concreto entre 1.5 y 2 litros al día es lo mínimo recomendado.
La hidratación también se puede conseguir a través de ciertos alimentos, especialmente frutas y verduras ricas en agua (pepino, sandía, calabacín, tomate) y opciones ricas en grasas saludables. El omega 3 es fundamental para mejorar la calidad de la piel, presente en pescados azules, nueces o semillas del lino. Además, prestar atención a la salud intestinal es fundamental. Una microbiota equilibrada mejora la absorción de nutrientes y favorece una piel más sana y resistente. Esto se puede conseguir con probióticos naturales como el kéfir y evitar los ultraprocesados.
Errores comunes que empeoran la sequedad de la piel
A veces, el problema no es lo que falta, sino lo que estamos haciendo mal sin saberlo. Muchas personas se dejan influenciar por lo que ven en redes sociales, sin tener en cuenta que puede que eso no sea acorde a sus necesidades cutáneas. Estos fallos son más frecuentes de lo que pensamos, y el primer paso para solucionarlos es identificarlos. “Uno de los errores clásicos es pensar que, si tenemos la piel grasa, no necesitamos hidratación. Eso solo conduce a un desequilibrio mayor”, comenta la experta.
Hay ciertos errores que cometemos y que debemos evitar en la hidratación de la piel.
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Otro de los más habituales es abusar de la exfoliación. "Con la exfoliación, menos es más. En pieles secas o deshidratadas, lo recomendable es exfoliar una vez por semana, y siempre eligiendo exfoliantes suaves, preferiblemente enzimáticos o químicos con bajas concentraciones que no comprometan la barrera cutánea. La exfoliación bien realizada ayuda a que los activos hidratantes penetren mejor, pero si se abusa, puede agravar mucho la deshidratación”, continúa.
La sobreexposición solar, la contaminación, los cambios bruscos de temperatura, el frío, el calor excesivo o el viento resecan la piel. Por ello, hay un cosmético que nunca puede faltar en nuestro neceser. “No podemos olvidar la protección solar, que es esencial todos los días del año. El sol es uno de los principales factores que contribuyen a la sequía y al envejecimiento prematuro de la piel”, remata.
Con todo ello, vemos que la hidratación constante es algo que va más allá de presumir una piel bonita, sino que puede ser una mejora notable en nuestra salud general y confianza. Hay que conocerla y saber qué es lo que necesita en cada momento, porque si tu piel está bien, lo notas.