Belén Esteban parece haber aprendido el truco de Shakira y Piqué: si compartes tus fotos personales en Instagram, dejan de tener precio en el mercado.

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Belén Esteban y Miguel Marcos están viviendo un momento dulce de su relación.

La princesa del pueblo lleva ya varios veranos muy activa en Instagram, colgando fotos con su Miguel, con Andreíta, en biquini, en la playa, en los hoteles... Un libro abierto. De tal forma que nosotros mismos podemos acceder gratuitamente a un book de fotos que no tiene desperdicio, ya que ella ni oculta las lorzas, ni se preocupa por los filtros no pone poses de ego-blogger. A eso le llamo yo ser libre.Belén no necesita darse status ni querer pertenecer a una clase social de la que no es, no es pretenciosa ni oculta sus carencias. Sin embargo, tiene la inteligencia de los muy vividos, de los que han sobrevivido a reyertas emocionales, de los gatos curiosos que se han movido al filo de miles de tejados.

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Belén Esteban comparte muchas fotos de sus vacaciones.

Una vez superado lo que ella ha llamado su enfermedad, que en el fondo también lo es, Belén Esteban está demostrando mucha sagacidad para llevar sus asuntos, sin la alargada sombra de Toño Sanchís. Lo mismo puede aplicarse a su relación con Miguel. Poco se sabe de ella, más que las pinceladas de Instagram que nos describen a una pareja aparentemente feliz, sin sobresaltos y encaminada a la boda (al altar no, porque la de Paracuellos ya se casó por la iglesia).Belén Esteban ha cambiado mucho más de lo que parece. Ya no pega patadas al diccionario como en sus comienzos, domina los tiempos televisivos, los arranques de impulsividad son cosa del pasado y cuando se cabrea no saca a las gallinas del corral.

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Con su hija Andrea, durante unas vacaciones en Benidorm.

A mí me gustaba más la Belén arrabalera, que se negaba a hablar pero que cuando se hacía silencio en el plató y el realizador la dejaba en primer plano soltaba lo más grande por esa boca de labios cada vez más gruesos.Belén era entonces la mayor enemiga de sí misma, aunque repartía para muchos, sobre todo para Jesulín y María José aka La Campa. Sus monólogos eran legendarios, su cabeza una olla exprés (solo le faltaba el pitorro) y por su hija ma-ta-ba. Ahora sus ataques son como toreo de salón, sin sangre, nadando y guardando la ropa, insinuando, pero no diciendo. Es clara, pero no incontinente.Ahora se mueve entre abogados, cuentas corrientes, documentos confidenciales y se dedica a fraguar batallas judiciales. Responde a las provocaciones de Toño Sanchís, con mesura, sin salirse del guión ni pasar las líneas rojas.Nos alegramos por ella y lo bueno es que sigue teniendo la capacidad de generar espectáculo. Ella lo tiene, le pese a quien le pese. Otras que lo intentan, ni son graciosas, ni ocurrentes ni son espontáneas.Tenemos Belén para muchos años.