Ahora que se apagaron las luces de Disney,

que Madrid demostró que sí duerme

y que no todos los caminos llevan a Roma,

ahora extrañar lo cotidiano nos pone tristes.

Ahora que la mente hace un repaso

Que deseamos vernos con una amiga

en el restaurante que está a la vuelta,

donde decidimos mirar nuestros teléfonos y

no escucharnos,

donde “compartir” sólo se refería a la cuenta.

Ahora que anhelamos un beso

nos acordamos cuantas veces

levantarnos para darlo fue molesto

Cuando la pereza nos justificó

Ya lo diste ayer y lo darás mañana”

ahora recordar lo que perdimos nos da rabia.

Ahora que la calle está en silencio

que el vecino se convierte en tu aliado

Nos preguntamos hace cuánto tiempo vino,

si tiene hijos y por qué nunca le has hablado.

Ahora que el único ruido que hay está en tu alma extrañando lo cotidiano,

crujiendo a la incertidumbre,

temblándole al miedo.

Quizás descubrimos que sin tecnología vivimos durante siglos y que tal y como vino hoy podría irse mañana,

pero tu vecino estará ahí si lo necesitas,

y que tu amiga la que estaba sentada contigo en el restaurante necesitaba un abrazo, sólo eso.

Tan prohibido hoy.

Tan valorado en este momento.

Quizás eso vinimos a aprender…