El mes de junio está marcado a fuego en el calendario vital de Juan Carlos I. El 2 de junio de 2014 hizo pública la decisión que nunca quiso tomar. En un mensaje televisado anunciaba al país su decisión de abdicar la corona en favor de su hijo, el Príncipe Felipe. Aquel fue un discurso histórico que, bajo una apariencia institucional impecable, esconde una intrincada red de mensajes emocionales, de lealtades cruzadas, y de mecanismos psicológicos de defensa propios de una personalidad tan controvertida como la suya.

Las circunstancia detrás de aquellas palabras también era muy concreta y compleja. Veníamos de una concatenación de errores del emérito que desembocaron en un reguero de escándalos y crisis que fueron acotando a la institución y poniendo en entredicho su utilidad e idoneidad. La crisis de Botsuana, la figura de Corinna Larsen, los tejemanejes económicos, la condena de Urdangarin. La Corona era una olla a presión a punto de estallar y arrasarlo todo. Ese fue el clima que hizo que todo se precipitara y que desembocó en que Juan Carlos I entendiera que había llegado el momento de dar un paso al lado y dejar paso a una nueva monarquía.

Ahora, 11 años después de la emisión de ese simbólico y crucial mensaje lo analizamos con los expertos ojos de la psicóloga y autora del superventas ‘¡Ni un capullo más!’ (Grijalbo, 2025), Lara Ferreiro, tratando de desengranar todo lo que se esconde detrás de la comunicación no verbal y la semiótica.

Plano del mensaje de abdicación de Juan Carlos I en el que se pueden apreciar los retratos de su hijo y nieta y el de su padre.

Plano del mensaje de abdicación de Juan Carlos I en el que se pueden apreciar los retratos de su hijo y nieta y el de su padre.

Casa de S.M. el Rey

“Se siente víctima de las circunstancias”

“Juan Carlos empieza su comunicado avisando de que ha tomado una seria decisión. Hace hincapié en que, en aquel momento, ya llevaba más de cuatro décadas al frente de la jefatura del estado, y diciendo muy sutilmente que, gracias a él, la democracia volvió a España”, comienza señalando Ferreiro. Inmediatamente a continuación añade que “aquí observamos un claro mecanismo de reafirmación del yo y de defensa (él se siente víctima de las circunstancias), donde Juan Carlos pone en valor su papel en la Transición, vinculando su identidad pública a la salvación de España”. Este movimiento, según Lara Ferreiro, “desde la psicología clínica sabemos que cuando una persona inicia una despedida con un recordatorio de sus logros, está intentando compensar sentimientos de vergüenza y de fracaso personal”.

La semiótica es la ciencia que estudia la fuerza de un mensaje a través de la imagen y el simbolismo. Adentrándonos en este campo, Lara Ferreiro señala “una de las fotos elegidas para adornar la escena, la que más iluminada está, es en la que aparecen precisamente Juan Carlos, Felipe y Leonor, es decir, la línea sucesoria de la corona actual española. Dejando claro que hay monarquía para siempre y tienen un plan trazado”. Y la segunda foto elegida, “tampoco es casualidad, y refleja el pasado de la línea sucesoria”. Aunque aquí hay una salvedad, “políticamente, el antecesor como jefe del estado no fue su padre, el Conde de Barcelona, Don Juan de Borbón, sino Franco, pero evidentemente, no se iba a poner una foto con el dictador, porque lo que Juan Carlos quiere ensalzar es el triunfo de la democracia”.

“Intenta decir “no quiero hacer este vídeo, pero me obligan””

En la segunda parte del mensaje “Juan Carlos pone más énfasis en el movimiento de sus manos justo cuando dice “quiero lo mejor para España”. Es una forma de remarcar sus palabras acompañadas de sus gestos, ya que las palmas abiertas hacia arriba simbolizan la rendición” y que “él ya no va a hacer más por España, se siente no recompensado y agitar las manos refleja una despedida y esforzarse por intentar que los españoles se crean su discurso”. Bajo el punto de vista de nuestra experta, en su mensaje Juan Carlos I “tiene rabia contenida con nerviosismo inconsciente. Y es un intento de decir, “no quiero hacer este vídeo, pero me obligan””.

Juan Carlos I en un momento en el que enfatiza sus palabras chocando sus dos puños

Juan Carlos I en un momento en el que enfatiza sus palabras chocando sus dos puños.

Casa de S.M. el Rey

Hay otro momento del discurso que llama la atención de Ferreiro y es cuando pronuncia la frase “España, a la que he dedicado mi vida entera”, y el ojo de Lara ha detectado que “en este momento, las manos de Juan Carlos se cierran con los dedos apuntando hacia sí, hacia su corazón, como muestra de que él se ha implicado en cuerpo y alma en el país. Es aquí también cuando habla de su hijo Felipe, el cual, para él, encarna la estabilidad de la institución monárquica. Y se siente orgulloso de su hijo, que cree que lo va a hacer mejor que él. Aunque hay algo que le inquieta, quizás sea la figura de Letizia, como Reina de España, ya que nunca tuvieron ningún tipo de feeling”.

Para finalizar Lara Ferreiro señala que “Juan Carlos, acostumbrado toda su vida a ser el centro de atención, ha sufrido en el exilio una crisis de identidad monárquica y se percibe mucho miedo en sus gestos, quizá sepa que a lo mejor pueden salir más trapos sucios de él, pues ha perdido su función pública, su prestigio y el reconocimiento constante que sostenía su autoestima”. Y que “desde la psicología sabemos que el envejecimiento de Juan Carlos I sin propósito social ni afectivo puede generar cuadros de depresión y angustia existencial. De ahí su constante reivindicación de su papel histórico y su intento de regresar a España para reconectar con la fuente de reconocimiento que le da sentido a su identidad”.