Mercedes Milá ha hablado de cómo se adentró en una depresión tras dejar el programa que le hizo ser millonaria, de dinero y emociones

Mercedes Milá ha regresado a la primera línea de batalla con fuerzas renovadas y con ganas de confesarse con el público para que entiendan el calvario personal que ha atravesado desde que abandonase un proyecto que le apasionaba: ‘Gran Hermano’. Los realities siempre le han gustado a la presentadora, aunque no sea como conductora, disfruta como espectadora, de ahí que criticase mucho la actitud pasota de Kiko Matamoros en ‘Supervivientes’, lo que ha supuesto un enfrentamiento mediático entre ambos y el regreso de Mercedes Milá a la picota informativa, tras mucho tiempo sin hacer demasiado ruido. Este fin de semana ha arropado el estreno de ‘Ya es verano’, sustituto de ‘Viva la Vida’ en la parrilla de Telecinco los fines de semana. Lo hacía para compartir con el público lo mal que lo ha pasado por culpa de la depresión en la que se vio sumida cuando el sueño de ‘Gran Hermano’ se desinfló y se materializó su salida de la cadena, una decisión que no fue propia.

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Foto: Ya es verano

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“Estaba tan destrozada física y psíquicamente que tuve que tomarme un tiempo en serio. Lo que viene siendo una depresión”. Pero ‘Gran Hermano’ no solo ha supuesto para ella una de las etapas más duras cuando llegó a su fin, sino que durante los años que estuvo al frente del reality vivió grandes alegrías: “Yo me he hecho millonario haciendo ‘Gran Hermano’. Millonaria de todo: de dinero y, sobre todo, de sentimientos y emociones”, confesaba al programa, mientras recorría los encantos de Menorca para enseñárselos al público y así conocer mejor uno de los rincones por los que se declara enamorada.Tanto amor siente por esta isla balear, que Mercedes Milá sintió como un mazazo emocional cuando perdió la casa que había sido escenario de sus años de juventud, sus años dorados, que atesoraba sus grandes momentos. Unos problemas en la concesión estatal echaron por tierra sus planes y para ella perder esta vivienda familiar supuso un golpe demasiado grande: “Se acabó mi vida y no exagero nada”. No lo dice por la cuestión económica, pues el dinero nunca faltó en su casa, al pertenecer a una acomodada familia de origen aristocrático. Su padre era conde de Montseny y ella la heredera al título, aunque optó por rechazarlo y que este fuese a recaer en su hermano: “Yo era niña bien, pero dejé de serlo porque entendí lo que era ser niña bien”, sentenciaba.

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