Pedro Sánchez y su mujer han vuelto a hacerlo: equivocarse en el protocolo y eso que lleva ya el jefe del Ejecutivo siete años de presidente del Gobierno, por lo tanto ha tenido infinidad de actos institucionales con los reyes de España, así como con multitud de mandatarios internacionales.
El último tuvo lugar ayer en el marco de la celebración de la cumbre internacional de la ONU que está teniendo lugar estos días en Sevilla. Sánchez se volvió a equivocar a la hora de saludar colocarse al lado del Jefe del Estado, demostrando una vez más que o no desconoce el protocolo o hace caso omiso a lo que se le indica en cada acto.
Pedro Sánchez saluda a los Reyes
Gtres
La Casa Real tiene un engranaje que funciona a la perfección en cada acto y siempre indica a los asistentes lo que deben hacer puesto que no todo el mundo domina el arte del protocolo. Se supone que un presidente de gobierno sí debería saber ya cómo colocarse pero en el caso de Pedro Sánchez, no se sabe si por desidia o porque no se centra, el caso es que hay ya infinidad de errores en estos siete años en el ejecutivo.
María Jesús Gómez y Verdú, experta en etiqueta y protocolo: "Es un gesto cargado de simbolismo"
María Jesús Gómez y Verdú, experta en etiqueta y protocolo considera que “la escena vivida en el Alcázar de Sevilla, ha vuelto a poner sobre la mesa una cuestión que, aunque aparentemente menor, resulta decisiva en la imagen pública del poder: el protocolo”.
La confusión del presidente del Gobierno al no saber colocarse para la foto oficial, dudando, desplazándose de forma insegura y necesitando la intervención del personal de Casa Real, no es simplemente una anécdota visual: “Es un gesto cargado de simbolismo que, en un acto institucional de alto nivel, compromete la armonía de la escena, rompe la narrativa del respeto institucional y proyecta una imagen de descoordinación o desinterés por las formas”, sostiene la experta en etiqueta.
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(Gtres)
En el lenguaje de las instituciones el protocolo no es decorado, sostiene Gómez y Verdú, “es estructura, jerarquía visual y respeto entre poderes”. La ubicación física en una fotografía con los Reyes no es un capricho estético, “es una representación gráfica del equilibrio del Estado donde cada lugar tiene un significado y cada gesto, una función. No saber dónde situarse no comunica humildad, sino desorientación institucional” sostiene.
Pero lo preocupante no es que esto ocurra una vez. Para la experta “lo preocupante es que se ha convertido en una constante, porque la relación entre el presidente del Gobierno y el protocolo en presencia del rey lleva años dejando episodios que, aunque puedan parecer menores, revelan un patrón: un trato distante, confuso o incluso torpe hacia la Jefatura del Estado”.
Otros errores de protocolo
Uno de los ejemplos más llamativos fue el ocurrido el Día de la Hispanidad. Aquel 12 de octubre, el presidente llegó con unos 10 minutos de retraso respecto a los reyes, rompiendo no solo el orden del acto, sino también el principio de cortesía institucional que exige que el jefe del Ejecutivo esté presente a la llegada del Jefe del Estado.
“Esa espera prolongada, sin explicación convincente, generó una tensión protocolaria innecesaria en un día simbólicamente clave para la unidad nacional. Porque hacer esperar al rey en su propio acto, en presencia de toda la representación institucional y diplomática, no es solo un error logístico: es una falta de respeto al valor simbólico del cargo que encarna la Corona”, recuerda Gómez y Verdú.
El precioso vestido de Manuela Villena de una de sus firmas favoritas
Otro episodio que reveló desconocimiento, o despreocupación, por la liturgia institucional ocurrió durante una recepción en el Palacio Real, cuando el presidente se situó junto al rey en la línea de saludo, como si ambos representaran la misma figura de autoridad. “En términos protocolarios, esto es inadmisible, en actos presididos por el Jefe del Estado, ningún otro cargo, por alto que sea, comparte protagonismo visual en el saludo institucional. Esa colocación genera confusión jerárquica y distorsiona la imagen pública de la representación del Estado. No hay dos jefaturas del Estado. No hay paridad simbólica. Y no es una cuestión de rango personal, sino de función institucional”, recalca la experta.
Estos episodios: la espera, la mala colocación, la ruptura de la precedencia, la omisión del saludo o la salida desordenada en actos oficiales, no se entienden por accidente aislado. La experta cree que “revelan una actitud institucional que parece subestimar el papel del protocolo como lenguaje de legitimidad, no se trata de exigir gestos de sumisión, se trata de comprender que el respeto entre instituciones se manifiesta en gestos pequeños pero profundamente significativos y que cuando estos se vulneran, no se afecta al rey como persona, sino al rey como símbolo del Estado”.
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El protocolo no es conservadurismo estéril recalca la experta, “es una herramienta de neutralidad, de orden y de comunicación política no verbal, en un mundo saturado de imágenes y sobreexpuesto al juicio instantáneo, descuidarlo es un riesgo innecesario, porque en política, lo que no se dice se muestra, y lo que se muestra, permanece”.
Gómez y Verdú recalca que “en una democracia madura, cada institución debe conocer, respetar y proteger el lugar que ocupa”. El presidente del Gobierno, como máximo responsable del poder ejecutivo, representa una de las columnas vertebrales del Estado, por lo que “no puede permitirse ignorar, ni simbólica ni operativamente, la relevancia de la institución monárquica, especialmente en los escenarios donde ambos convergen. La relación entre ambos debe estar basada en la cortesía institucional, no en la disputa de visibilidad”.
No es cuestión de egos ni de preferencias ideológicas. Es una cuestión de Estado.
Por eso, más allá de la anécdota en el Alcázar o del gesto en el Palacio Real, es necesario reflexionar sobre el impacto que tiene no cuidar estos detalles. Para la experta en protocolo recuerda que “en política, como en la diplomacia, no hay gestos neutros. Y cuando el presidente del Gobierno duda, se adelanta, ignora o desordena el protocolo, no está cuestionando al rey: está debilitando la imagen de España como Estado sólido, coordinado y respetuoso consigo mismo”.
En definitiva, las formas no son un complemento del fondo: son su primera capa. Y cuando quienes representan el poder no entienden el peso de sus gestos, pierden algo esencial: el lenguaje silencioso de la autoridad.