Al tocar el timbre, un estruendoso ladrido nos hace imaginar a un perro gigante custodiando la puerta. Pero basta un paso dentro de la casa para descubrir a Gofio, un diminuto perro salchicha que Nia Correia (31) sostiene entre risas. La ganadora de Operación Triunfo 2020 nos abre las puertas de su casa, un hogar que ha construido durante casi tres años y que eligió gracias al consejo de su amigo y vecino Blas Cantó.
Hoy la encontramos especialmente emocionada: acaba de cumplir uno de los grandes sueños de su carrera, coronarse en el legendario Festival de Viña del Mar. Y aunque lo cuenta con humildad, sus ojos brillan al recordar ese instante que jamás va a olvidar. “¡Madre mía! Quería colocar La gaviota (el premio del festival) para las fotos y ni siquiera la saqué”, nos dice entre carcajadas, dejando ver que, a pesar de los éxitos, su esencia sigue intacta.
Nia Correia posa el su casa
Alberto Bernárdez
Nía no elude las preguntas difíciles. Cuando le preguntamos por la inesperada polémica con Ana Obregón, Nia nos confiesa cuál fue su mayor temor cuando todo se hizo público. Pero enseguida vuelve la sonrisa, cuando habla de sus raíces, de su familia, de sus sueños por cumplir y de todo lo que está por llegar…
¿Dónde nos encontramos?
En mi casa (risas). Yo soy muy reservada con mis cosas, pero esta sección me ha parecido algo chulo.
¿Y cuánto tiempo llevas viviendo aquí?
Pues dos años y poco. Como ves, hay muchas cosas todavía que le faltan a la casa, Lo más esencial lo tengo, pero todavía me quedan cositas. Pero es hogar.
¡Eres vecina de Blas Cantó!
¡Literal! De hecho, la casa me la compré porque yo estaba en casa de Blas. Estábamos en la piscina un día, de repente abrimos el móvil, nos pusimos a mirar en un portal inmobiliario y vimos la casa. Y al día siguiente vinimos a verla y nos quedamos con ella.
Llevas desde niña luchando por hacer realidad tu sueño de triunfar en la música ¿Es verdad que tu abuela fue la que luchó porque cumplieras tu sueño?
Mis abuelos son todo en mi vida. Siempre digo que tengo dos madres. Ella me crió, me acompañó a todo lo habido y por haber de música. Fue la que me presentó a todos los festivales de la canción que había en Canarias, me apuntó a clases de canto…
¿Y tu madre biológica?
Mi madre me tuvo muy joven, con 16 años. En ese momento no tenía las cosas
muy claras en la vida… con 16 años eres una niña. Todo eso coincidió con que mi
padre se marchó de casa… Le ocurrieron muchas cosas en ese momento como para encargarse de un bebé. Entonces mis abuelos dijeron: ‘no pasa nada, tiramos para adelante, nos hacemos cargo. Vamos a ser sus padres, sus
abuelos y sus padrinos’.
¿Y con tu madre biológica cómo es la relación?
Mi madre es mi madre, pero es verdad que somos como hermanas. Mi madre tiene 47 o 48 años. Somos hermanas, hablamos, nos contamos todo. Es mi madre, pero también es mi hermana mayor.
Nia Correia posa para Semana en su hogar
Alberto Bernárdez
Ahora que has conseguido tus sueños, ¿cómo lo viven ellos?
Ellos están superorgullosos, muy, muy orgullosos. Mi abuela está encantada de la vida, imagínate, porque al final ella vio algo en mí y está orgullosa también de sí misma, de todos los esfuerzos que hicieron y que al final han dado fruto. Estamos muy, muy felices, claro.
Te conocimos como la gran ganadora de OT, pero antes de eso estabas en el musical El Rey León, haciendo de Nala, la protagonista. ¿Cómo fue esa decisión de abandonar un papel tan importante para presentarte a un casting que te iba a cambiar la vida, pero que no sabías hasta qué punto?
Me vine para Madrid con 19 años porque hice el casting de El Rey León, me cogieron y vine solita, con una mano delante y otra detrás, con muchísimo miedo. Vengo de Canarias, que no tiene nada que ver con el caos de Madrid. Estuve ahí cuatro
años, aprendí muchísimo. Pero, en medio de eso, hice un casting para irme a Lío, en Ibiza, un cabaret. Estuve dos años en Lío y estando allí me presenté al casting de OT. Pero en Lío fue donde me di cuenta de que lo que me gustaba era hacer show. Ahí tienes que dejar la vergüenza a un lado.
Y luego llega OT, la popularidad y te conviertes en una cara conocida.
A mí por un lado me gusta, porque te da un espacio para contar tus proyectos, tu vida, cómo te sientes. Pero también tiene su parte no tan buena…
Nia Correia posa para Semana en su hogar
Alberto Bernárdez
¿Cómo fue ese proceso de volver a la vida real tras salir de la Academia?
Cuando acabó OT hubo un momento en que dije: quiero volver a entrar. Allí estábamos cuidados, por y para la música. De repente sales, tienes que hacer tu proyecto, hay ideas que no siempre concuerdan contigo, no sabes bien cómo funciona la industria… Es duro, pero ahora me siento segura y feliz con lo que hago.
Según te voy conociendo, eres de las que busca lo bueno de las cosas.
Todos tenemos nuestro ego y nuestras cositas, pero las cosas malas también son parte del proceso. Hay que aprender de ellas.
Hace unos meses, Roberto Herrera, presentador de Canarias y con quien presentas las Campanadas para todas las islas, dio a conocer tu mala experiencia con Ana Obregón, al no haber sido tratada de manera adecuada durante el rodaje del spot navideño que se graba justamente para promocionar esas Campanadas.
Él me nombró a mí y nombró a Ana (Obregón) porque fue una situación que sucedió y él la contó de una manera normal. Lo que pasa es que él no vio venir toda la repercusión que iba a tener. Lo quiero mucho y es un gran profesional.
Nia Correia abre las puertas de su casa a SEMANA
Alberto Bernárdez
Roberto se llegó a abrumar por toda la repercusión. ¿A ti cómo te pilló?
Si él se llegó a asustar, que lleva tantos años en esto, imagínate yo, que era la primera vez que vivía una situación así (risas). Recuerdo que me pilló saliendo de un ensayo y, de repente, había un montón de prensa esperándome. Encender la tele y ver a gente hablando de mí también me parecía surrealista. Para mí fue surrealista (risas).
Nunca has querido contar cómo lo viviste tú.
¿Sabes lo que pasa? Yo quiero que la gente me conozca por mi música, y cuando salió eso me asusté porque no quería que se desviara la atención a otra cosa ni que la gente pensara que todo esto había salido porque estaba a punto de viajar a Chile para representar a España en el Festival de Viña del Mar.
La gente lo que quiere ver ahora es un reencuentro.
Lo que faltaba (risas).
Hablando de Viña del Mar, ¡qué logro!
Sinceramente, estaba en mi mente, pensé: vamos a intentarlo, a ver si les gusta el proyecto. Cuando me llamaron para decirme que era la representante de España, no me lo podía creer. Hacerlo con una salsa clásica fue un premio a ser honesta conmigo y al trabajo. Cuando escuché mi nombre me entraron miles de cosas por el cuerpo. Se lo dediqué a mi familia, en especial, a mi abuela.
¿Dónde tienes colocado el premio?
La gaviota está ahí en la caja, porque quería ponerla para las fotos y ni siquiera la saqué. La voy a poner en el estudio que estoy construyendo aquí.
Ahora estás bien, ¿pero lo has llegado a pasar mal?
Soy muy capricornio y le doy tres mil vueltas a las cosas. A Pilar, mi psicóloga, que es
una santa o a mi entorno les vuelvo locos (risas). Por ejemplo, el año pasado lo pasé bastante mal, porque tenía menos conciertos, porque tenía que presentar un proyecto y no salió… Pero este año ha sido todo lo contrario.
¿Qué proyectos tienes ahora?
Estoy preparando mi siguiente disco, que saldrá el año que viene. Quiero seguir en la línea de la música latina, pero también estoy trabajando con gente muy diferente, así que pueden salir cosas muy chulas. Además, pronto sacaré una canción con Metalengua, que representó a Chile en Viña del Mar. Es una locura de tema, para bailar.