La Maestranza volvió a vestirse de solemnidad, pero esta vez con una carga emocional especial: Cayetano Rivera decía adiós a los ruedos sevillanos, cerrando un capítulo de historia taurina frente a un público entregado y consciente de estar presenciando algo más que una simple corrida. No solo se despedía un torero: se despedía un legado, una estirpe, un apellido que ha bordado faenas en la arena. Y como ocurre en toda despedida, Sevilla respondió con esa mezcla de respeto y espectáculo. Entre los muchos rostros conocidos que se dejaron ver por el coso andaluz, dos jóvenes destacaron por motivos bien distintos: Rocío Crusset y Tana Rivera, aficionadas confesas y herederas de linajes mediáticos, acudieron al evento con looks radicalmente opuestos que bien podrían resumir dos maneras de entender un look de 'tarde de toros'. Una, severa y refinada; la otra, juguetona y teatral. La cara y la cruz de una misma tarde.

Pero no solo sobre la arena se jugaban cosas importantes. En los tendidos también se habló de estilo y de moda. Como suele suceder en las grandes citas taurinas, detrás de los burladeros hubo muchos rostros conocidos que acudieron a acompañar al torero en su despedida, pero hubo dos figuras femeninas acapararon todas las miradas: Tana Rivera, sobrina del diestro, y Rocío Crusset, hija de Mariló Montero y Carlos Herrera. Dos mujeres jóvenes, vinculadas sentimental y familiarmente al universo taurino, pero con estéticas completamente opuestas. Una lectura visual de sus looks revela mucho más que una elección estilística puntual: habla de actitud, de pertenencia y de visión de la feminidad. Hoy, las analizamos con lupa.

Tana Rivera se despide de su tío en La Maestranza de Sevilla

Tana Rivera se despide de su tío en La Maestranza de Sevilla

(Gtres)

Tana Rivera: arlequín posmoderno en clave castiza

El look de Tana Rivera no podía encajar más con su estilo. Apostó por un top blanco de corte crop y sobre él un chaleco de rombos en blanco y negro —geométrico, llamativo, casi carnavalesco— era una de esas prendas que, en otras coordenadas, podría resultar excesiva. Sin embargo, Tana supo domarla con inteligencia al combinarla con unos pantalones blancos de lino de corte recto y tiro alto que suavizaban la teatralidad del conjunto y le daban un punto de elegancia effortless muy bien resuelto. Era un equilibrio delicado entre lo llamativo y la sobriedad, entre lo gráfico y lo ligero. 

Y luego estaba el detalle más personal, más brillante, más suyo: la gargantilla dorada de rombos dobles ajustada al cuello que elevaba el look. No era un simple accesorio; era una declaración de estilo. Un toque de joyería con reminiscencias barrocas, que recogía el motivo del top pero le añadía dimensión y carácter. Tana no se disfrazaba de flamenca ni de señorita sevillana, pero sí logró construir una narrativa propia. En una plaza que ha visto a su madre y a su abuela brillar con estilos tan distintos, ella ha encontrado ya su voz visual: entre el retro y el vanguardismo, con un pie en la Sevilla tradicional y otro en el Madrid contemporáneo que también habita.

El look de Rocío Crusset en la última tarde de toros de Sevilla 

El look de Rocío Crusset en la última tarde de toros de Sevilla 

(Gtres)

Rocío Crusset y el dominio cromático de su último look 

Frente al efecto escénico del look de Tana, Rocío Crusset apostó por una elegancia de largo recorrido. Su estilismo era, a primera vista, más discreto. Pero bastaba detenerse un instante para entender que en su caso, la sofisticación residía en la paleta cromática y en las texturas. La modelo escogió una camisa fluida de viscosa en un morado profundo, que llevaba desabotonada con naturalidad, y que remangó hasta los codos. No había rigidez en su postura, ni afectación en su forma de vestir: Crusset domina el arte de parecer que no se ha esforzado, aunque cada elección esté medida.

La prenda clave, sin embargo, era la falda larga color burdeos con bajo de encaje, que caía hasta los pies con una caída majestuosa. Ese borde de encaje y el cierre estilo 'wrap' de la falda nos enamoró por completo. La joven diseñadora de joyas remató su estilismo con un bolso tipo sobre en buganvilla oscuro, cerrando así un trío cromático que habla de conocimiento visual. Morado, burdeos, buganvilla: tres tonos en la misma gama, pero cada uno con su peso específico. Es el tipo de combinación que no se improvisa. Y eso es lo que marca la diferencia entre alguien que sigue la moda y alguien que la interpreta.

Ambas, sin embargo, coinciden en algo esencial: no vinieron solo a mirar. Vinieron a presentarse. Porque en La Maestranza, como en pocas plazas, la forma en que uno se viste también es una forma de torear.