Los prolegómenos de una boda real nunca son sencillos. Las distintas casas reales miran con lupa todos los detalles y variables posibles antes de dar luz verde a un evento de esta magnitud. Mucho más cuidado se tiene cuando la Casa Real en cuestión está en el exilio y a la espera de recuperar el trono. Esa era exactamente la situación de los Borbón en los años sesenta cuando Juanito, el primogénito de los Condes de Barcelona, buscaba la princesa idónea para convertirse en su mujer. Juanito, cercano a Franco, buscaba la fórmula para contentar a todas las partes: el dictador, sus padres y la Iglesia. Hasta el momento ninguna de sus conquistas había sido del agrado de sus padres y mucho menos del dictador.

Tras un lapso de tiempo la que cumplía con todos los requisitos de lo deseable de la futura mujer de Juanito el de los Barcelona era la mayor de los Reyes de Grecia; Sofía. Después de un corto romance llegó el compromiso y, aunque a Franco tampoco le entusiasmaba que fuera ortodoxa, una vez superado el escoyo religioso, llegó la boda. El 14 de mayo de 1962 Atenas se engalanó para ejercer de sede de una atípica boda real. ¿Por qué era atípica? ¿Por qué se llevó a cabo en Grecia? ¿Por qué en España apenas se habló de ello?

La oposición de Franco

La boda entre Juan Carlos y Sofía no fue una boda real al uso, era la boda entre el heredero de una casa real en el exilio y una princesa griega acostumbrada a la inestabilidad de la corona del país heleno. Aquello tenía cierto aire de temporalidad que se respiraba en el aire, tampoco ayudaba el hecho de que aquel supuesto príncipe español no pudiera casarse en su país porque un dictador se lo impedía expresamente. La decisión de Franco de no permitir a la pareja casarse en España gravitaba entorno a distintas preocupaciones, la principal era la de que no se despertase sentimiento monárquico alguno y una de las accesorias era su odio exacerbado a la figura de Juan de Borbón, a quien bajo ningún concepto quería ver en España. De hecho, la noticia de la boda se minimizó en España y en las escasas fotografías e imágenes que se publicaron en prensa se omitió la figura de Juan de Borbón.

Fotografía de un momento de la celebración de la boda por el rito católico en la Catedral de San Dionisio de Atenas.

Fotografía de un momento de la celebración de la boda por el rito católico en la Catedral de San Dionisio de Atenas. 

Gtres

La mañana del 14 de mayo se llegaba al punto final de una negociación ardua y que había involucrado a autoridades de tres países: al Vaticano, encargado de aceptar la boda de un príncipe católico con una princesa ortodoxa, el gobierno de la dictadura de Franco y Juan de Borbón encargados de dar su visto bueno y el gobierno griego que debía dar su conformidad también para que la hija de los Reyes de Grecia se desposara con un príncipe extranjero. Finalmente la formula que contentó a todos fue que Sofía abrazase la fe católica y que los príncipes se casaran en tres ceremonias; primero por el rito católico, segundo por el rito ortodoxo y finalmente por lo civil. 160 invitados de todas partes del mundo se citaron en la capital helena para ser testigos de la curiosa celebración. Entre los invitados, representantes de casas reales, políticos y nobles de distintos países que respondiendo a la convocatoria de Federica y Constantino de Grecia se citaron en Atenas.

La figura de Cayetana de Alba y el percance de Juan Carlos I

La primera celebración fue por el rito católico en la Catedral Católica de San Dionisio de Atenas. Para la ocasión y en un guiño al novio, se hicieron llegar miles de claveles rojos y amarillos desde España para engalanar el templo, este detalle y un generoso donativo de más de diez millones de pesetas fue posible gracias a la intermediación de la “vieja guardia” de nobles españoles que defendían la vuelta de la monarquía encarnada en la figura de Juan Carlos I en un país bajo la dictadura franquista. Esta aspiración y esta iniciativa colectiva estaba capitaneada por Cayetana de Alba, demostrando una vez más el inquebrantable lazo entre la Casa Real y los Alba.

Mientras Juan Carlos caminaba hacia el altar del brazo de la Condesa de Barcelona, María de las Mercedes, se le escapaba alguna mueca de dolor y es que una semana antes se había roto el hombro practicando artes marciales con su cuñado, el Príncipe Constantino de Grecia. Sofía, visiblemente emocionada llegó acompañada de su padre, el Rey Pablo y escoltada por ocho damas de honor entre las que se encontraban Ana María de Grecia, mujer de Constantino, Pilar de Borbón, hermana de don Juan Carlos y Tatiana Radziwill, prima de Doña Sofía, entre otras amigas de la emérita. Tanto en esta ceremonia como en la posterior en la Catedral Metropolitana de Atenas por el rito ortodoxo y en la civil realizada en el Palacio Real de Atenas, Sofía lució la tirara prusiana sentando un precedente histórico que siguió también Doña Letizia el día de su boda.