La vida de Eduardo Strauch (76) discurre entre entrevistas y más entrevistas desde que un fenómeno audiovisual, 'La sociedad de la nieve', arrasase en medio mundo como la avalancha los arrasó a ellos hace ahora 51 años. La película ha removido todo; la industria del cine, con dos nominaciones a los Oscar, pero, sobre todo, la conciencia de los 14 supervivientes (quedaron 16, pero han fallecido dos) de aquel fatídico accidente. “Justo ahora mismo estábamos hablando de las dos nominaciones en nuestro grupo de Whatsapp, que se llama Cordillera”, nos dice.

Porque sí, Eduardo Strauch y el resto de supervivientes mantienen contacto casi diario a través de un chat que estos días echa fuego. Hay demasiadas emociones que compartir tras revivir el horror que padecieron durante 72 días y que ahora, por primera vez, sienten que de verdad es comprendido por aquellos que ven la película.

Strauch ha hecho del film una suerte de terapia personal y así nos lo transmite. No ha sido fácil llegar hasta donde está porque una odisea así marca de por vida. De hecho, aún se emociona al recordarlo. En mitad de nuestra conversación, mientras hablamos de los objetos que conserva de aquella experiencia, notamos que se le quiebra la voz. Así es Strauch, el tipo duro que lideró al grupo cuando falleció su íntimo amigo Marcelo Pérez y fue capaz de encargarse de cortar la carne de sus amigos muertos, pero también pura fragilidad. Fuerte como una montaña, frágil como un copo de nieve.

Entrevistamos en exclusiva a Eduardo Strauch, superviviente de los Andes ('La sociedad de la nieve')
Eduardo Strauch con J.A. Bayona en la presentación de 'La sociedad de la nieve'. Gtres

Dos nominaciones a los Oscar y 80 millones de espectadores en Netflix para la historia de tu vida. ¿Abruma?

Es una locura esto, es una locura en todo el mundo. Ha despertado un furor… Cada visualización en Netflix se calcula que son dos personas y media, así que cerca de 200 millones de personas ya la han visto, es increíble.

Se habían hecho 2 películas sobre vuestra experiencia. Sin embargo, la de Bayona dices que os ha servido para sanar heridas.

Exacto. Porque siempre entre las familias de los que murieron, entre muchas, no todas, quedó una separación. Quedó una grieta que se fue acomodando con el tiempo, pero nunca había llegado a soldarse totalmente. La película volvió a juntarnos a todos y estas familias entendieron cosas que nunca habían entendido de lo que sufrimos, de lo duro que fue. Bayona te pone ahí dentro, a nosotros y a la audiencia. Se ven y se sienten muchas cosas que hasta ahora no se habían visto.

La película ha servido a las familias como la de Marcelo Pérez para reconciliarse con la historia. 

Sí, les ha hecho bien a muchas de ellas, como a la de Marcelo. Sus hermanos han cerrado las heridas. Quizá el mayor valor de la película haya sido ese.

¿Y vosotros estáis reviviendo con la película todo aquello que vivisteis?

Sí, sin duda. Yo todo el horror, lo duro y lo triste lo he ido procesando y quedó atrás. Ahora revivo todas las emociones positivas, de todo lo que logramos unos jóvenes únicamente con nuestra creatividad y nuestra inteligencia. Me ha gustado mucho, la he visto 6 veces y la veré algunas veces más todavía. (Ríe)

“He visto la película 6 veces y la veré algunas veces más todavía”

Entrevistamos en exclusiva a Eduardo Strauch, superviviente de los Andes ('La sociedad de la nieve')
Los supervivientes en una de las fotos que hicieron en la montaña. Gtres

De todos tus compañeros, ¿con quien guardas actualmente mayor amistad?

Estamos muy vinculados todos. Ahora de viejitos estamos mucho más demostrativos y cariñosos. Nos vemos muchas veces al año, tenemos un grupo de whatsapp que se llama ‘Cordillera’ y estamos siempre en contacto. Algunos se alejan un poco, por un motivo u otro, y después vuelven otra vez al redil.

Hay algunos que definen lo que vivisteis como una auténtica tragedia, que lo fue, y otros como un milagro. ¿Cómo lo definirías tú? ¿No es una mezcla de ambas?

Yo hace tiempo que encontré la definición para mí: fue una odisea. Se sufrió mucho y pasaron cosas increíbles e insólitas, pero no consigo ver un milagro ni una tragedia, a pesar de que hubo mucho sufrimiento. Me gusta más odisea para definirlo.

Hicisteis fotos, dejasteis cartas escritas narrando vuestra experiencia. ¿Teníais la necesidad de que se supiese lo que habíais vivido por si no regresabais nunca?

A mí siempre me impresionó mucho que Coco Nicolich y algunos otros tuvieran la entereza o el espíritu para querer escribir una carta, y lo mismo me pasó con las fotos. Esas pocas fotos que sacaron allí arriba, cada vez que sacaban fotos era una cosa amarga. Yo decía: "¿Estas fotos para qué? ¿Las verá alguien algún día?". Alguna es bastante extraña y bastante dura, para mí por lo menos. Ahora me alegro que hayan sacado esas fotos y tener algunas imágenes de esos días.

Eduardo ha perdido casi todo lo que se trajo de la cordillera

¿Tú guardas algo de lo que tuviste allí? ¿Te trajiste algo? 

Yo me traje la ropa, que mi madre a los pocos días tiró porque era imposible sacarle la mugre y el olor. Me dolió muchísimo. Luego me traje el cartel de ‘Exit’ del avión, unas gafas de sol que había construido y unas herramientas. Y de todo eso, solo me quedan las herramientas, porque las lentes y el cartel de ‘Exit’, mi hija lo llevó una vez al colegio para un trabajo y nunca más lo vi. Lo tirarían. (Se emociona) Un dolor… Un dolor terrible me da cada vez que me acuerdo.

¿Cómo viven ellos, tu familia, todo este boom?

Mis hijos lo viven bien, les gusta y les emociona. Muchos amigos de ellos han quedado también conmocionados y emocionado con la película. Mi hijo menor acaba de organizar un viaje a los Andes. Se va ahora a finales de febrero, porque tiene muchos amigos que quieren ir. Se ha despertado interés, emoción y muchas ganas de acercarse más que nunca a la historia. Yo siempre les he hablado del tema, cada vez que ha salido la conversación, espero no haberlos saturado. (Ríe)

Con la perspectiva que dan estos 51 años años, ¿cómo es regresar a la vida después de semejante experiencia? ¿Te costó?

Para mí fue muy difícil y no me lo esperaba. Yo pensaba que cuando llegara a casa estaría todo resuelto. Pero tardé mucho tiempo, mucho, muchos meses en volver a tocar tierra y a conectarme otra vez a volver a vivir aquí. Me refiero a esta forma de vida civilizada, con estos códigos y estas normas con las cuales habíamos cortado totalmente. Así que fue muy difícil.

Dejando de lado el dolor físico y emocional, ¿volviste de la cordillera siendo mejor persona?

Yo creo que sí. Mi vida evidentemente mejoró, es un plus. Toda esa experiencia me ha ayudado a vivir mucho más feliz y a tener las cosas mucho más claras. No esperaba en este período de mi vida estar aportando al mundo un granito de arena positivo a tantas vidas que toman nuestra historia y les sirve para alejarse del suicidio, para salir de depresiones…

“He subido 20 veces al lugar del accidente, la última en diciembre”

Llega un momento en el que sientes que te olvidas un poco de ese aprendizaje que te dio la montaña y decides volver a los Andes. ¿Cuántas veces has estado allí? 

Efectivamente, sí. Llegó un momento donde me empecé a alejar y olvidarme de todo lo aprendido y vivido. Entonces pegué un frenazo, empecé a incorporar todo eso en mi día a día y lo he logrado. He subido 20 veces al lugar del accidente, la última el pasado mes de diciembre. He ido con gente de todas partes del mundo. Para mí es una especie de retiro espiritual y he hecho grandes amigos.

Hablando de amigos, hace unos años Ricardo (un montañista) se encontró con tu chaqueta y tu documentación en la montaña. ¿Cómo reaccionaste?

Es increíble. Yo siempre sostuve que la montaña me había quitado a muchos amigos y que me los iba a devolver. Y efectivamente, uno de ellos es Ricardo. En este momento es mi gran amigo. Encontró mi chaqueta 33 años después del accidente, a 5.000 metros de altura. Me estaba esperando y él la encontró. Con mi billetera, mi dinero y mis gafas de sol. Fue muy impactante para mi, me lo contó por teléfono y nunca olvidaré ese momento. Fue como si hubiese aparecido un ser vivo, me conectó inmediatamente con el lugar y con el momento. He recuperado a muchos amigos en esa montaña. Yo digo que le estoy sacando todos los que ella me quitó.

Parece inevitable que al final la gente se quede con la parte más morbosa de la historia, la de los cadáveres. ¿Te has llegado a sentir juzgado alguna vez por lo que hicisteis en la montaña?

Siempre me dio mucha pena, sobre todo los primeros años, que la gente se quedara con eso, y veo que sigue igual. La gente solo se queda con el morbo, pero hay tantas otras cosas... Jamás me sentí juzgado, no me importó nada lo que la gente opinara. Yo cuando tomé la decisión estaba tranquilo, fue una cosa emocionante ofrecer nuestros cuerpos a nuestros amigos. En aquel momento no sabíamos quién iba a ser el alimento de quién. Jamás tuve ningún remordimiento.

“La carne no tenía sabor, pero tampoco queríamos sentírselo”

Entrevistamos en exclusiva a Eduardo Strauch, superviviente de los Andes ('La sociedad de la nieve')
Los personajes de 'La sociedad de la nieve' simulando una de las imágenes reales. Netflix

Os tocó la parte más desagradable a tus primos y a ti, que erais los encargados de repartir y cortar la carne. ¿A partir de qué momento se rompe el tabú? 

¿Te puedes imaginar cómo fue al principio? Fue difícil ver que estábamos cortando el cuerpo de nuestros amigos para alimentarnos, pero nos quitamos el tabú bastante rápido. Uno se va adaptando y la mente busca la manera de no enloquecerse y aceptarlo. Al cabo de una semana o 10 días pasó a ser una cosa muy natural. Ni pensábamos qué estábamos comiendo.

De hecho uno de tus primos ha dicho que decíais que era jamón sin sal. 

El sabor era… no tenía sabor. Pero tampoco queríamos sentirle el sabor, ¿no?

Imagino que en ese momento hubo pactos para guardar silencio sobre determinados temas, ¿no?

La gente cree que sí, pero no fue así. El único pacto que hicimos mis primos y yo fue que no se supiera qué cuerpo consumíamos. Y eso lo hemos mantenido intacto.

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Eduardo Strauch en la presentación de 'La sociedad de la nieve'. Gtres

Para terminar, ¿qué pregunta no te han hecho en todo este tiempo y te gustaría que te hiciera?

Mira, el otro día me hicieron una que nunca me habían hecho: «¿Qué animal sería?»

¿Y qué respondiste?

Respondí caballo árabe, pero luego me arrepentí. Pensándolo mejor, sería un cóndor. Sin duda.

Un cóndor… En mitad de aquellos 72 días, cuando llevaban semanas sin ver ningún ser vivo más allá de ellos mismos, un cóndor revoloteó por encima de sus cabezas. En círculos, el animal vigilaba lo que consideró presas, hombres débiles y famélicos. Los chicos se tiraron al suelo y se hicieron los muertos con el objetivo de que el cóndor bajase y lo atrapasen. Nada salió bien, pero qué ironía. El animal hambriento no sabía que su presa estaba aún más hambrienta que él.

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