Pocas cosas son tan valiosas como el anonimato. En un mundo en el que somos esclavos de las pantallas de nuestros teléfonos móviles y las redes sociales, que narramos al minuto cada menudencia de nuestras anodinas vidas cotidianas, la notoriedad es algo que muchos buscan de manera desenfrenada. No digo que sea el caso de Beatriz Trapote, pero quizás lo fue en otros tiempos...Beatriz Trapote es de esas periodistas (no se nos olvide que lo es) que pronuncian cada consonante como si comerse una sola significara bajar un peldaño en la escalera social, de las que hablaba a cámara con mucha prosodia, con ese aire de profesionalidad estándar que a veces encuentro también en la forma de leer los 'prompters' a Terelu Campos.Para que me entendáis, me viene a mi mente petada de 'spam' una entrevista que hizo en su día al que hoy era su marido con un tono más apropiado para sentarse frente a Angela Merkel que para pedir sus pareceres a un torero que tiene sombras familiares más alargadas que los cipreses de la célebre novela de Miguel Delibes.
Desde que comenzó su relación con Víctor Janeiro, Beatriz Trapote se metió en un avispero mediático, del que es difícil salir indemne.
A lo que iba y ahora sí me pongo del lado de Beatriz: no es fácil estar metido en un mundo de ambiciones, que se remontan ya a tiempos pretéritos, en los que Jesulín toreaba en una plaza 'abarrotá' de mujeres, perpetraba canciones de José Luis Perales, y Humberto Janeiro, el ahora defenestrado patriarca, se había convertido en pintor neo-impresionista por la gracia de Manet o de Monet, el que vosotros prefiráis. Tampoco es sencillo saltar del trampolín a la piscina sin acabar empapada. Que se lo digan a Beatriz.Hace mucho que la comunicadora dejó de ser relevante, no sé si de manera buscada, a lo Carmen Janeiro o Sofía Mazagatos, o porque el mercado catódico la expulsó como nuestro cuerpo rechaza una espina que nos infecta bajo la epidermis. Sin embargo, estar emparentada con los Janeiro es como ser la nuera de Angela Channing, que siempre estás ahí a mano para los francotiradores.
Carmen Janeiro decidió hace mucho tiempo llevar una vida de perfil bajo, aunque es inevitable que su nombre aparezca de vez en cuando en alguna polémica televisiva.
Beatriz Trapote vuelve a ser actualidad por un nuevo rifirrafe con 'Sálvame', del que no sé si en realidad ha participado, pero pronto desaparecerá de nuestra memoria como la página de un libro ya leída. También de vez en cuando sale de reojo al mundo del colorín con algún reportaje pagado, pero está acercándose cada vez más a una cosa que valoro muchísimo para mí: el anonimato. Y quizás sea el mejor camino para alguien que nunca será Barbara Walters ni quizás lo pretende.Ignoro si a ella le gustaría ser una presentadora de primera división, tipo Anne Igartiburu, la reina de las Campanadas, tapada casi hasta las cejas (no como otras), si está feliz siendo consorte de torero y madre, ama de casa a tiempo completo, o cuáles son sus propósitos para 2018 y los años venideros.Lo que sí puedo asegurar es que ser una Janeiro de adopción es equiparable a una Lady Di paseando por un campo de minas antipersona. Te puedes tropezar y saltar por los aires. Esperemos que no sea así.Lo bonitas que son la tranquilidad, el silencio, la nada...