El lunes 28 de abril será recordado como un día en el que los ciudadanos de toda España nos vimos sumidos en la incertidumbre absoluta que causa un apagón masivo. La falta de suministro eléctrico ocasionó un caos en el sistema de transporte, las comunicaciones fallaron, los hospitales tuvieron que limitar sus servicios y no fuimos capaces, siquiera, de calentarnos un plato de comida. 

En situaciones como estas, en las que todo parece escaparse de nuestro control, es normal sentirnos ansiosos, desbordados y con las emociones a flor de piel. Las recomendaciones de los expertos hacen hincapié en que lo más importante es mantener la calma y no dejarnos influir por la negatividad que pueda surgir alrededor. Si bien es cierto que la respuesta de la sociedad fue del todo admirable, resulta interesante hacer un repaso de lo sucedido y adquirir herramientas que nos ayuden a gestionar mejor este tipo de sucesos. 

Por ello, la Revista SEMANA ha hablado con Olga Albaladejo Juárez, psicóloga experta en bienestar y salud integrativa, quien señala que más que a oscuras nos dejó completamente desconectados más allá de lo digital. “El apagón dejó una sensación de desamparo que surge cuando se rompe de golpe todo lo que consideramos garantizado: la luz, la comunicación, la movilidad, el acceso a la información”.

Albaladejo afirma que se hubiera prolongado, no solo estaríamos hablando de incomodidad, sino de una afectación real a nuestras emociones, nuestra salud y nuestras relaciones. “Desde no poder contactar con nuestros seres queridos hasta no saber si los transportes funcionan o si estamos ante un accidente, un fallo técnico o algo más grave... La mente tiende a llenar el vacío de información con pensamientos catastróficos”.

El miedo ante la incertidumbre 

Como psicóloga, Olga Albaladejo ha sido testigo de cómo la incertidumbre sostenida activa respuestas de miedo, ansiedad y pérdida de control, si no se gestiona bien, puede derivar en síntomas más intensos, especialmente en personas que ya viven con un alto nivel de estrés o que tienen menos recursos personales o sociales. Indica que este tipo de eventos nos invitan —o más bien nos obligan— a replantearnos algunas cosas esenciales:

  • ¿Qué tan preparados estamos emocional y prácticamente para lo inesperado?
  • ¿Cómo de dependientes somos de la tecnología para sentirnos seguros y conectados?
  • ¿A quién acudimos si no hay red? 
  • ¿Qué recursos reales tenemos más allá del móvil?

“Hasta hace poco, tener un plan básico de desconexión nos parecía exagerado, algo que hacían otros países ‘por si acaso’ y que aquí solíamos ver con cierto escepticismo. Sin embargo, lo vivido ayer nos recuerda que imaginar algunos escenarios —aunque poco probables— y prepararnos con moderación y lógica es una forma de autocuidado, no de alarmismo. Porque cuando todo se detiene, lo que permanece es la necesidad de estar conectados con los demás. No solo por wifi. Conectados de verdad”.

apagón

Unsplash

¿Qué podemos hacer si se repite una situación así? 

La experta nos aporta algunas pautas básicas:

Respira y regula tu estado emocional: antes de actuar, céntrate en calmarte. El miedo se contagia muy rápido, pero la calma también.

Asegura tu entorno inmediato: si estás con niños, mayores o personas vulnerables, prioriza su bienestar emocional y físico.

Ten un pequeño plan de desconexión: Saber a quién avisar, cómo actuar sin electricidad o sin red, tener una radio con pilas o cargadores externos, acordar puntos de encuentro… Todo esto aporta tranquilidad real.

Acepta que no controlarás todo: pero puedes controlar cómo reaccionas. Y ahí es donde está tu poder.

Por otro lado, la psicóloga nos sugiere una interesante reflexión más allá de la parte práctica. “¿Quién nos vino a la cabeza durante el apagón? ¿A quién echamos verdaderamente de menos? ¿A quién escribimos o llamamos en cuanto tuvimos conexión? ¿Qué mensajes recibimos primero? Tal vez, en esos pequeños gestos, se esconden las personas que realmente nos importan, y a quiénes les importamos nosotros”.

Advierte que, ya que no ha pasado nada grave, tal vez este sea el momento perfecto para hacernos otras preguntas sencillas pero esenciales: 

  • ¿Confiamos demasiado en los móviles? 
  • ¿Sabemos de memoria algún número de teléfono? 
  • ¿Nuestros hijos sabrían qué hacer si no estamos localizables? 
  • ¿Conocen una dirección segura, un lugar al que acudir, un adulto de confianza?

“Quizá no se trata de alarmarnos, sino de recuperar algunas habilidades básicas que antes dábamos por hecho, y que hoy hemos delegado por completo en nuestros dispositivos”.

Ahora es el mejor momento para prepararnos con calma, con sentido común y con responsabilidad. “Porque la verdadera prevención no vive en el miedo, sino en la conciencia.
Y porque, a veces, en medio de un apagón… se iluminan nuestras prioridades”.