Puede permitirse cremas que cuestan más que una noche en un hotel cinco estrellas. Tiene acceso a los mejores dermatólogos, centros estéticos de vanguardia y productos que no se encuentran en una farmacia cualquiera. Y, sin embargo, Carmen Lomana sigue confiando en un básico de belleza que probablemente también esté en tu baño… o en el de tu madre.

En un universo donde las rutinas beauty parecen cada vez más complicadas, donde los ingredientes suenan a jerga científica, y los frascos parecen diseñados por arquitectos, la socialité hace algo poco habitual: regresar a lo sencillo. A lo que funciona. A lo que no necesita marketing porque lleva décadas demostrando resultados.

No es una crema nueva. No viene de Corea. No está formulada con baba de caracol, ni promete milagros en 48 horas. Pero es efectiva. Y no solo lo dice ella: millones de mujeres (y unos cuantos hombres también) llevan años confiando en este tarro de toda la vida, que cuesta menos que un café con leche en según qué barrios y sirve para prácticamente todo.

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Un clásico entre clásicos. Carmen Lomana confiesa que siempre lleva esta crema en el bolso.

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¿El secreto? Una fórmula casi inalterada desde su creación, un aroma inconfundible y una versatilidad que ya quisieran muchas marcas de alta gama. Lomana no la usa por nostalgia, ni porque quede bien decirlo: la lleva en el bolso, la aplica en el escote, en los codos, en los labios, en las manos… y no duda en recomendarla siempre que tiene ocasión.

En un mundo saturado de lanzamientos, a veces lo más revolucionario es no cambiar. Y Carmen, experta en saber qué vale la pena conservar, lo tiene clarísimo. Hablamos, por supuesto, de la mítica crema Nivea del tarro azul. La misma que ha pasado de generación en generación sin apenas alterar su fórmula ni su estética. Ese envase redondo y metálico que parece sacado del armario de una abuela, pero que hoy sigue siendo un básico en muchos neceseres con muy buen criterio.

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Multiusos y fiel compañera. Para manos, codos, labios o escote: Lomana la usa desde hace años y no piensa dejarla.

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Pocas cremas pueden presumir de servir para prácticamente todo sin despeinarse (o sin cambiar de envase desde hace décadas). La Nivea del tarro azul es una de esas joyas de baño que valen lo mismo para un roto que para un descosido. ¿Manos resecas por el gel hidroalcohólico? Un poco de Nivea. ¿Codos ásperos como lija? Nivea. ¿Labios partidos? ¿Pies castigados por los tacones? ¿Piel tirante después de un día de sol? Sí, también. Incluso hay quien la aplica en las puntas del pelo para domar el encrespamiento o darle forma a los rizos en la playa. 

Su textura espesa y nutritiva puede parecer intensa al principio, pero ahí radica parte de su encanto. Es de esas cremas que hay que masajear con mimo, como quien se cuida sin prisas. Y aunque no está pensada para la cara (o al menos no para todas las pieles) hay muchas personas que la siguen usando como hidratante de emergencia, mascarilla nocturna o incluso desmaquillante improvisado.

En un mundo lleno de productos vanguardistas, la Nivea azul sigue ganando por goleada en versatilidad. Porque a veces no hace falta complicarse: basta con abrir un tarro y dejar que haga su magia.

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Aliada en cualquier estación. Hidratación profunda para el invierno, alivio tras el sol en verano… y todo con un solo tarro.

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Detrás de su aspecto retro y su precio modesto, la crema Nivea guarda una fórmula que ha sobrevivido más de un siglo con pocos cambios. Y eso, en cosmética, es casi un milagro. Su base es una emulsión de agua en aceite, lo que explica esa textura rica y untuosa que tanto gusta a unas pieles… y que otras prefieren reservar para zonas concretas. Entre sus ingredientes destacan la glicerina (que hidrata y retiene el agua), el pantenol (calmante y regenerador), y el famoso eucerit, un emulsionante desarrollado por el propio laboratorio Beiersdorf allá por 1911. No lleva conservantes añadidos y tiene un aroma inconfundible, a limpio y a piel cuidada de toda la vida.

No promete lifting, ni tiene envase airless ni te pide que lo apliques con espátula de oro. Lo suyo es la eficacia honesta, sin efectos especiales. Justo por eso sigue siendo un básico en millones de hogares, en neceseres de viaje, en cajones de oficina… y en bolsos tan sofisticados como el de Carmen Lomana.

¿Qué tiene dentro este clásico infalible?

Crema Nivea

Belleza sin complicaciones. 

(@El Corte Inglés)

En tiempos de fórmulas imposibles, rutinas de diez pasos y cosmética con apellidos, apostar por una crema como esta es, en realidad, un gesto muy moderno. Carmen Lomana lo hace, pero no porque esté de moda: lo hace porque funciona. Porque cuando un producto lleva más de cien años en el mercado sin cambiar de fórmula ni de esencia, por algo será. Y porque no hay nada más chic que saber mezclar lo lujoso con lo esencial.

¿El secreto de su éxito? Probablemente su capacidad para recordarnos que la belleza, en realidad, no siempre tiene que ser complicada. A veces, basta con abrir un tarro azul y confiar.