"Sus respectivas trayectorias son exponentes de la excelencia, ya sea al servicio de la Corona o en el ámbito del pensamiento, la cultura, la ciencia, las artes y el deporte", destacan desde Zarzuela sobre los primeros títulos nobiliarios que concede Felipe VI. Analizamos junto a María José Gómez Verdú, experta en protocolo y etiqueta, lo que significa este movimiento. "Marca un hito relevante en la evolución simbólica de la monarquía contemporánea".
María José Gómez Verdú: "Cada título otorgado por el Rey es un acto de comunicación política y cultural"
El que fuera jefe de Casa Real Jaime Alfonsín, el tenista Rafael Nadal, la nadadora paralímpica Teresa Perales, la cantante Luz Casal, el bioquímico Carlos López Otín y la fotógrafa Cristina García Rodero han sido distinguidos con estos títulos nobiliarios. "Son figuras clave de la sociedad española", recalca María José Gómez Verdú.
La experta indica que lejos de ser un "gesto decorativo", esta medida pone en el centro del debate "la transformación del concepto de nobleza y su encaje en una sociedad democrática que valora el mérito personal por encima del linaje". Todos han sido distinguidos con el título de marqués o marquesado, una de las categorías clásicas dentro de la nobleza europea.
Luz Casal, el Rey Felipe y la Reina Letizia
Foto: Gtres
Tradicionalmente, el marqués (del latín marchio) era un noble con autoridad sobre territorios fronterizos o 'marcas', encargados de su defensa. "En la jerarquía nobiliaria española, el marquesado ocupa el segundo escalón en importancia, solo por debajo del ducado, y por encima del condado o el vizcondado". Este título nobiliario carece actualmente de funciones administrativas o militares; sin embargo, conserva un alto prestigio simbólico y honorífico, reservado para personas de gran relevancia social, cultural o institucional.
"Una de las claves más destacadas de esta iniciativa radica en la naturaleza de los títulos otorgados: algunos han sido concedidos con carácter hereditario, mientras que otros son vitalicios", explica María José Gómez Verdú. "El título hereditario implica que el reconocimiento se proyectará en el tiempo a través de los descendientes del homenajeado, insertándose en la tradición nobiliaria clásica que crea una línea con nombre y escudo propios. En cambio, el título vitalicio tiene un carácter estrictamente personal: se extingue con el fallecimiento de su titular y no da lugar a sucesión. Se premia así una trayectoria concreta, sin prolongar el honor en las generaciones futuras".
Para la experta, esta dualidad permite "una lectura moderna e inclusiva del gesto real. Por un lado, se conserva el vínculo con la historia y la heráldica mediante los títulos hereditarios; por otro, se introduce una interpretación más contemporánea del honor, ligada a valores como el esfuerzo, la excelencia profesional, la ética pública y la contribución desinteresada a la sociedad".
El Rey Felipe con Rafa Nadal
Gtres
Asimismo, la experta explica que la forma en que se presentan estos reconocimientos, su marco ceremonial, su anuncio oficial y su tratamiento posterior, "forman parte de lo que podríamos llamar etiqueta institucional. No es un simple detalle de estilo, sino una expresión de la solemnidad del Estado. Cada título otorgado por el Rey es un acto de comunicación política y cultural que, bien formulado, fortalece el vínculo entre la Corona y la ciudadanía".
"Se construye un relato institucional en torno al compromiso, la entrega y la ejemplaridad"
Históricamente, los títulos nobiliarios servían para consolidar alianzas, premiar lealtades o afianzar estructuras de poder. "Hoy, esa función se transforma: se honra al individuo, pero también se construye un relato institucional en torno al compromiso, la entrega y la ejemplaridad", añade la experta. Subraya que la nobleza contemporánea "puede recuperar relevancia si se entiende como una vía para reforzar la identidad colectiva y el prestigio cívico".
El Rey Felipe y la Reina Letizia en el Día de las Fuerzas Armadas
Foto: Gtres
Desde la óptica de la etiqueta institucional, estos reconocimientos son herramientas simbólicas de primer orden. "No se trata simplemente de nombrar a nuevas personalidades dentro de una estructura tradicional, sino de reafirmar, desde la figura del Jefe del Estado, un modelo de país que reconoce a quienes han construido, desde sus disciplinas, una imagen internacional positiva de España".
María José Gómez Verdú asevera que la elección de perfiles tan diversos -que van desde el deporte al arte, pasando por la ciencia y la función pública- "evidencia también una voluntad de representar la pluralidad del talento". Agrega que en estos gestos formales, que están "cuidadosamente diseñados, se juega parte de la comunicación simbólica de la Corona: su conexión con la ciudadanía, su vocación de permanencia y su capacidad de representar un presente cambiante sin renunciar a su legado".
Como conclusión, la experta indica que estos nuevos nobles no deben entenderse como una vuelta al pasado, sino como un paso hacia una reinterpretación del honor. "Una que no se hereda, necesariamente, sino que se gana. Que no se basa en apellidos ni alianzas, sino en trayectorias singulares y ejemplares. Y que busca proyectar valores que, más que distinguir, inspiran".