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Gracias por aceptar este café, pero me da que eres más de sidra...
Soy cafetera, pero sí, me quedo con la sidra. Cuando los demás piden un vino, cerveza o un refresco, no hay lugar en el que no me pida una sidra.

Mi padre también es asturiano. ¿Presumes de tierra?
Totalmente. Me encanta Asturias y voy siempre que puedo. Tenemos un espíritu muy de nuestra tierra.

¿Cómo recuerdas tu infancia allí?
Estaba en un pueblo de mil habitantes que se llama Salas, del que me fui con 14 años. Estudiaba la carrera de Piano y tenía tantas clases en el Conservatorio de Oviedo, que me tuve que ir a vivir allí. De mi vida en el pueblo recuerdo la Navidad cuando cantábamos en el coro, las fiestas en verano, jugar en la plaza, en el parque. Una vida de pueblo maravillosa, una vida feliz.

¿Contaste con el apoyo de tus padres cuando tomaste la decisión de irte a Madrid?
No. Yo me rebelé y ya no había otra opción. Hace 20 años venir a Madrid era como ir a Manhattan. Llevaba escondidas mil pesetas (seis euros) en las botas, por si me robaban en el metro o me atracaban en la calle y así tener dinero para poder volver a casa en taxi. Era otra historia.
Y añade: «Para mis padres era una locura. Sé que decir en aquella época que me iba para trabajar en televisión sonaba a algo loco... Y ya son 20 años en Madrid. Ahora, las tres hermanas vivimos aquí. Una es médico y la otra ingeniero informático.... y mis padres nos visitan a menudo. Eso sí, ellos vienen en autobús porque dicen que en el aeropuerto se pierden y que en el tren no hay buenas vistas».

¿Qué prefieres la radio o la televisión?
Es imposible decidirse. Las dos producen sensaciones diferentes y complementarias. Tendría que elegir radio porque allí he hecho muchos directos con temas de actualidad importantes, que me dan subidón informativo. En la tele, en cambio, he hecho programas grabados y para mí pierde la magia, aunque tiene cosas maravillosas.
También escribes y has debutado en el teatro.
Me encanta escribir y quiero volver a hacer teatro. Pero no tengo la misma seguridad haciendo estas cosas que radio o televisión.

¿Cómo surge tu primera oportunidad en la tele?
Fue en Asturias; presenté el concurso Asturias en 25 porque eran 25 preguntas. Me vieron y me llamaron de Cuatro.

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Donde sigues triunfando con ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, que acaba de estrenar nueva temporada
Es un subidón, un éxito del equipo. Me ha dado muchas alegrías por la acogida y la fascinación que produce.

En el programa las hay de todos los tipos. ¿Tú qué tal te llevas con tu suegra?
Estupendamente. La relación de mi marido con su madre no es como las que vemos en el programa. Él es mucho más independiente y no requiere la atención constante de su familia.

Llevas años ejerciendo de celestina televisiva. ¿Tú las has necesitado en tu vida?
No, yo me he organizado sola. No he tenido necesidad de tirar de amigas. Pero la verdad que no soy de ligar nada, quizás por la imagen que doy de mujer dura.

Bueno, con Carlos, tu pareja, sí que ligaste. ¿Qué te enamoró de él?
Nos conocíamos desde hace muchos años. Yo tenía 24 cuando le conocí y ahora tengo 40, imagínate... Siempre hemos tenido relación pero fue hace casi cinco años cuando empezamos a vernos con más asiduidad. Es un hombre con muy buen rollo, muy buena energía. Siempre sonríe y es muy positivo. Eso es justo lo que yo, en ese momento, necesitaba. Desde entonces, son esas cosas a las que yo les doy valor: es muy importante alguien que te dedique una sonrisa. Además, entiende mi mundo. Muchos amigos suyos son actores y cantantes y comprende bien de qué va esta historia.

Y continúa: «Cuando le conocí, pensé que era muy mono, pero nada más. Y él me llamaba su amiga La pereza porque yo hacía cosas muy serias en la radio y leía periódicos a todas horas. Ya no me ve así porque 15 años después ya no soy la pereza, y él también es otra cosa».

Entre otras, el padre de vuestra hija, Miranda.
Ahora mismo estar con ella es mi absoluta prioridad. No me pensaba que iba a estar tan fascinada con esta situación en mi vida. Estoy encantada con mi hija, y pasar tiempo con ella. Aunque también me saca de quicio en algún momento.

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¿Por qué te sorprende de esta fascinación que sientes?
Cuando me dijeron que estaba embarazada para mí fue un shock. No era nada niñera, no me gustaban los niños ni me había planteado formar una familia. ¡Ingenua de mí! Con 37 años, ¿cuándo lo pensaba hacer?... Así que ahora, cuando me preguntan sobre ampliar la familia, no me planteo nada y dejo que pase lo que tenga que pasar. Por eso me sorprende que Miranda sea lo primordial en mi vida.

Estuviste casada y pasaste por un tormentoso divorcio. ¿Has sufrido mucho por amor?
Sí, lo he pasado muy mal. Era una indefinición constante, una insatisfacción porque he ido enlazando muchos errores. Yo era muy peliculera hasta hace cuatro años. Pensaba que el amor había que sufrirlo y al final es un error. Ahora lo veo de otra manera.

Tan diferente lo ves, que te volviste a enamorar.
En su momento, no llevaba bien la soledad, no era una mujer para estar sola y buscaba desesperadamente encontrar a mi príncipe azul. Ahora ya no, todo es muy diferente. Por la experiencia, por la edad, por la familia y por todo.

¿Te arrepientes de algo?
Sí, para qué voy a sufrir con determinadas cosas. Es cierto que si para llegar donde estoy y volver a vivir la vida tal y como la estoy viviendo ahora, tuviese que pasar por lo anterior, lo haría. De otra manera, no. Borraría sufrimiento. De hecho, hay pasajes que me gustaría tanto borrrar que ni siquiera los verbalizo.

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¿A quién echas de menos?
A mi abuela, a quien llamábamos Mamina. Ella nos crió. Cuando nos fuimos a Oviedo por la carrera de Piano, ella se fue con nosotras porque mi madre se quedó trabajando en el pueblo y con mi hermana más pequeña. Se fue en 2012 y pudo verme en la tele pero me habría encantado que hubiera conocido a mi hija.

¿Crees que conocemos a la verdadera Luján?
No, porque soy una mujer exageradamente sensible y no tan segura como puedo parecer. Doy mil vueltas a todo. Creo que muchos nos ponemos un escudo para proteger nuestras debilidades.

Si alguien pudiera leer los posos de este café, ¿qué le preguntarías de tu futuro?
Pues solo le preguntaría por el futuro de mi hija. Porque lo único que me preocupa es que esté bien y tenga salud. Sé que suena repetitivo pero te prometo que es la pura verdad. Ahora mismo eso es lo único que me preocupa. He dejado de pensar en mí para pensar en Mirando. Sigo reivindicándome como mujer, claro, y sigo saliendo a cenar con mis amigas y también salgo de fiesta pero el noventa por ciento de mis pensamientos se los dedico a ella.

Luján, ¿consideras que estás en un buen momento de tu vida?
Sí, estoy bien. En un momento con mucha paz y tranquilidad, por eso estoy contenta.

¿Y cómo te ves dentro de diez años?
En lo personal, Miranda tendrá 12 años y espero seguir muy tranquila porque es una niña maravillosa, cariñosa, buenísima, que sonríe todo el tiempo y regala lo mejor de ella a todo el mundo. Espero seguir así con ella y no peleándonos cuando entre en una edad complicada. En lo profesional, me gustaría estar contenta con lo que haga y seguir trabajando en este mundillo.