Victoria von Hohenlohe-Langenburg y su marido el día de su boda.
Gtres
Este miércoles 4 de junio, la princesa de Asturias ha llegado a Nueva York a bordo del buque-escuela Juan Sebastián Elcano, en la que será su última parada. De ahí volará a España para completar su formación en la Armada a diferencia de sus compañeros que volverán por mar. No se trata, en ningún caso, de una preferencia de ella sobre los demás, sino que se hace así por motivos de tiempo, ya que Leonor de Borbón hace en un plazo récord de tres años las formaciones en los tres cuerpos del ejército, tierra, mar y aire. De hecho, una vez finalice esta segunda etapa, comenzará la tercera en la Academia de San Javier que, a buen seguro, nos dará unas potentísimas imágenes de una heredera a la jefatura del Estado manejando aviones.
La princesa de Asturias no será recibida por nadie de su familia, pero, en cambio, sí la acompañará la duquesa de Medinaceli, un gesto mucho más relevante de lo que aparente y que, al margen de que sea algo noticiable en las páginas de la crónica social, tiene un simbolismo y carga histórica de lo más relevante. La casa de Medinaceli es, junto a la Casa de Alba, de una importancia mayúscula en la historia de España. Que la cabeza de dicha casa acompañe a la futura reina es un hecho cargado de razones de peso.
Victoria Elisabeth von Hohenlohe-Langenburg es la XX duquesa de Medinaceli, además de ser princesa de Hohenlohe-Langenburg, grande de España y dueña de otros 42 títulos y 1 adelantazgo. En número de títulos tiene más que la propia princesa de Asturias, aunque, como es lógico, tiene mayor rango Leonor que ella, puesto que la primera es princesa de Asturias, con tratamiento de Alteza Real, mientras que Victoria no está destinada a reinar y su tratamiento es el de Alteza Serenísima, que es menor. Es más, Victoria es la noble de España con mayor rango después de los miembros de la familia del rey, incluidas, por supuesto, todas las infantas (las hermanas del rey Emérito y las de don Felipe, así como Sofía de Borbón).
Ambas pertenecen a la misma generación, ya que Victoria, aun siendo mayor que la hija de Felipe VI, tiene 28 años. Las dos han tenido una esmeradísima educación internacional y políglota y ambas son plenamente conscientes del peso histórico que, por familia, ha caído sobre sus hombros. De Victoria de Medinaceli se sabe más bien poco porque se trata de una mujer increíblemente discreta. A diferencia de sus primos, los hijos de Naty Abascal, por ejemplo, ella siempre ha permanecido en un segundo plano. No parece interesarle en absoluto salir en la prensa rosa y, si bien es muy correcta con los medios, ni da entrevistas ni posa en reportajes ni tiene una vida social conocida. Está casada desde 2023 y, de momento, no tiene hijos. El joven matrimonio reside actualmente y por motivos de trabajo en Nueva York.
La historia de la Casa de Medinaceli: primero fue un condado
Es complejo resumir la historia de un linaje que se remonta al año 1221, año del nacimiento del rey Alfonso X el Sabio. Primero fue un condado, un título mucho menor que un ducado (que es el de mayor rango). Su origen está la familia de la Cerda, concretamente en los hijos de Fernando, infante de Castilla, primogénito del citado Alfonso X. Fernando falleció inesperadamente antes que su padre, el rey, provocando un problema, puesto que era el heredero por su condición de primogénito. Así que fue su hermano Sancho el que se subió al trono a la muerte de su padre. Esto, que parece lo lógico, no lo fue y hubo una guerra civil en Castilla. En el enfrentamiento murieron todos los miembros de la familia salvo Isabel de la Cerda y Pérez de Guzmán que se casó con Bernardo de Foix, hijo bastardo del conde de Foix y que, a pesar de sus circunstancias, recibió el título de primer conde de Medinaceli en recompensa por haber ayudado al rey Enrique II de Castilla. Por su parte, Isabel de la Cerda, era nieta de Guzmán el Bueno, fundador de otra casa ducal importantísima en la historia de España y que es la de Medina Sidonia.
¿Desde cuándo existe el ducado de Medinaceli?
Antes de entrar a contar su evolución, es necesario hablar del siempre imprescindible contexto histórico. La casa de Medinaceli se ha caracterizado, desde sus inicios, como una gran defensora de la corona, primero de la de Castilla, después de la Monarquía Hispánica y, por último, de la de España. En el mundo de la realeza, la lealtad se premiaba antiguamente con títulos que conllevaban prebendas, tierras, dinero, prestigio, privilegios, etc. Isabel la Católica se proclamó reina tras una guerra civil contra Juana la Beltraneja, hija supuestamente de Enrique IV y decimos supuestamente porque el apodo venía por la firme sospecha de que en realidad era hija de Beltrán de la Cueva, amante de su madre.
Una vez Isabel la Católica fue reina, le otorgó el rango de ducado a los Medinaceli por haberse posicionado de su lado. Ya ven, lectores, que en la vida, ponerse de un lado o de otro, puede cambiar radicalmente el curso de la historia de generaciones. De haberse puesto del otro lado, posiblemente hubieran sido castigados o con la muerte por traición o al exilio. El 31 de octubre de 1479, los Reyes Católicos crearon el ducado de Medinaceli y adjudicaron el condado que hasta la fecha existía sobre esta villa a la del Puerto de Santa María.
Los títulos y su pervivencia a lo largo de la historia
Entre 1327 y 1504, los monarcas castellanos concedieron un total de 117 títulos nobiliarios. Tal y como cuenta Jaime de Salazar y Acha en la Nobleza titulada Medieval en la Corona de Castilla, de estos títulos sólo se encuentra vigente un total de 78, ya que dieciséis de ellos fueron en su día confiscados; otros dieciocho revirtieron a la Corona –ya sea por venta realizada por sus beneficiarios, ya por falta de sucesión de sus titulares o por no tener carácter hereditario– y otros cuatro han caído en desuso y se encuentran vacantes. Las casas ducales en las que estos 78 títulos están agrupados son las siguientes: Osuna, Alba, Medinaceli, Altamira, Nájera Infantado, Alburquerque, Medina Sidonia y Mondéjar. Muchos de ellos son protagonistas actualmente de las páginas de la crónica social pero, independientemente de si uno está o no de acuerdo con que exista la nobleza, sin duda su importancia histórica es de enorme importancia, así como el patrimonio que conlleva el legado artístico que suele ir emparejado a estas casas.
¿Desde cuándo son grandes de España los duques de Medinaceli?
Fue el nieto de Isabel la Católica, el emperador Carlos I de España y V de Alemania el encargado de seguir beneficiando a los Medinaceli. Lo hizo otorgándoles la grandeza de España, que es la máxima dignidad dentro de la nobleza en nuestro país. Esta dignidad es otorgada siempre por el rey y por norma se concede al título nobiliario aunque también puede otorgarse a título personal. Es la más alta dignidad de su clase, ya que los privilegios fueron mayores que los de sus similares en Europa, los pares de Francia y los peers en Reino Unido. Aunque el origen se remonta a la monarquía visigoda, no se conoce ninguna grandeza otorgada hasta el reinado de Carlos I. Los duques de Medinaceli poseen el privilegio único que dice que “frente a su escudo no se puede poner otro”. Esta es la explicación de que el palacio de los duques de Villahermosa en Madrid, sede del Museo Thyssen tenga la fachada principal en la calle Zorrilla y no en la carrera de San Jerónimo, ya que enfrente se encontraba la residencia de los Medinaceli hasta 1910, año en la que se derruyó para construir el Hotel Palace.
El patrimonio de los Medinaceli y su legado histórico-artístico
El patrimonio de la familia es innegable, especialmente su archivo histórico en la Casa Pilatos de Sevilla y que actualmente gestiona la Fundación y que conserva un extraordinario conjunto artístico y documental que hacen la delicia de historiadores por su importancia. Todo el patrimonio está repartido entre la Casa Pilatos (Sevilla), el Hospital Tavera (Toledo), la Sacra Capilla del Salvador en Úbeda y el Pazo de Oca (Galicia).
¿Cuál es la relación entre Leonor de Borbón y la duquesa de Medinaceli?
Hasta la fecha se desconoce si alguna vez se han visto las caras. De hecho, no existe ninguna fotografía de ambas juntas. Lo que sí es seguro es que las dos conocen y reconocen la importancia histórica de los títulos que conllevan y verlas juntas, al margen de ser la delicia de las páginas de sociedad, será un momento muy importante entre las nuevas generaciones de dos familias históricamente tan ligadas. Por cierto, el protocolo indica que la duquesa le tiene que hacer la reverencia a la princesa de Asturias, pero es bastante probable, y puesto que será un lugar más informal que una cena de gala o una cena de Estado, que esta reverencia no tenga lugar.