La boda del fundador de Amazon, Jeff Bezos, y Lauren Sánchez, en Venecia supone una de las bodas del año. Con permiso con cualquier boda de la realeza europea, esta boda también pasará a la historia como una de las más caras, pues costará alrededor de 15 millones de euros, pero también de las más polémicas, pues los venecianos no están nada de acuerdos con que se lleve en su ciudad esta emblemática boda. De hecho, el multimillonario se ha visto obligado a cambiar el escenario tras meses de preparaciones por las protestas que se llevan desarrollando en la ciudad desde hace días. En un principio, la pareja tenía planeado celebrar una de las fiestas principales de su enlace en la Scuola Grande della Misericordia, un histórico edificio en el centro de Venecia. Sin embargo, se han visto obligados a cambiarlo a un nuevo escenario, el Arsenale de Venecia. Más allá de eso, ¿podemos comparar esta boda con una real? Hablamos con María José Gómez y Verdú, quien nos analiza los dos eventos.
"Una boda real y la ceremonia nupcial que prepara Jeff Bezos en Venecia representan dos universos distintos bajo el prisma del protocolo y la etiqueta, aunque ambas deslumbran por su ostentación. Mientras una boda real se desarrolla como un acto de Estado con implicaciones históricas, diplomáticas y simbólicas, la de Bezos se inscribe dentro del lujo personalizado y el espectáculo privado de la élite global", comienza explicando la experta en etiqueta. Y añade: "En las bodas reales, el protocolo se fundamenta en siglos de tradición: los invitados siguen un orden jerárquico cuidadosamente establecido, se emplean códigos de vestimenta formales como el white tie o el morning dress, y la ceremonia suele celebrarse en espacios simbólicos como catedrales nacionales o salones palaciegos cargados de historia. Cada gesto, desde la entrada de la novia hasta el brindis final, está meticulosamente coreografiado y supervisado por maestros de ceremonia expertos en heráldica y protocolo oficial".
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Sin embargo, "la boda que Jeff Bezos y Lauren Sánchez celebrarán en Venecia es una manifestación de poder económico y social sin ataduras institucionales. Se trata de un evento privado con proyección mediática global, donde la etiqueta se adapta a los deseos de los anfitriones y se reinterpreta con códigos contemporáneos. La lista de invitados está compuesta por figuras del entretenimiento, la tecnología y la moda, entre ellos Oprah Winfrey, Leonardo DiCaprio y Anna Wintour, sin un orden de precedencia diplomático, sino con base en vínculos personales y notoriedad pública. La vestimenta, lejos del rigor monárquico, variará desde la alta costura en la ceremonia principal hasta atuendos informales en fiestas acuáticas programadas a bordo del superyate Koru".
María José Gómez y Verdú, experta en protocolo y etiqueta, apunta que "la gestión de la seguridad y la logística también refleja estas diferencias. En las bodas reales, la protección corre a cargo de cuerpos estatales y sigue rutas establecidas con desfile oficial, cortejos motorizados y una estricta separación entre invitados, autoridades y público. En Venecia, el dispositivo de seguridad de la boda de Bezos está dominado por agencias privadas que coordinan con las fuerzas del orden locales y gestionan discretamente el acceso a islas, palacios y embarcaderos reservados. Incluso se ha informado que, ante amenazas de protesta por parte de residentes venecianos que critican el impacto del turismo masivo y el elitismo del evento, el equipo de Bezos cambió de último momento la ubicación de la recepción al Arsenale, un complejo más controlable desde el punto de vista logístico y policial".
Jeff Bezos y Lauren Sánchez, en la Fórmula 1.
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También aclara que "otra distinción importante reside en el valor simbólico y el impacto social. Las bodas reales, al estar ligadas a la historia de un país, se transmiten con solemnidad y orgullo nacional. Generan consenso social, alimentan la identidad colectiva y revitalizan las tradiciones. Por el contrario, la boda de Bezos, aunque económicamente beneficiosa para el ecosistema turístico veneciano, ha despertado controversia entre activistas locales que denuncian la apropiación del espacio urbano por parte de una élite desconectada. La decisión de los novios de pedir donaciones en lugar de regalos tradicionales es una adaptación contemporánea al protocolo, pero también un intento de equilibrar la balanza simbólica de una celebración de extraordinario lujo".
Finaliza su análisis con esta conclusión: "Aunque ambas bodas se parezcan en glamour, despliegue de medios y atención pública, sus fundamentos en términos de protocolo y etiqueta no podrían ser más opuestos. Una es un acto de representación institucional y continuidad histórica; la otra, una puesta en escena de influencia, estilo y poder personal. Ambas definen su tiempo, pero responden a lógicas distintas: una mira hacia el pasado con solemnidad, la otra al presente con espectacularidad".