No por mucho producto que apliques vas a obtener un mayor efecto. Esther Moreno lo tiene muy claro, en cosmética más no siempre es más y la diferencia entre una piel glow, sana y luminosa y una piel saturada puede estar, literalmente, en una gota de producto de más.
Lo importante es que penetre
¿Por qué deberíamos ser comedidas en la aplicación de nuestros cosméticos en la rutina facial? Porque, en general, están formulados para actuar con poca cantidad ya que la piel ni puede, ni necesita, absorber tanta cantidad de producto de golpe.
Según Esther Moreno, cosmétologa y facialista de EM Studio, señala que “lo importante es que el producto penetre, no que chorree”, y añade que: “Para los sérums concentrados, habría que aplicar entre 3 y 5 gotas por todo el rostro, distribuidas estratégicamente”, es decir, una gota en la frente, otra en la barbilla, una en cada mejilla y con eso sería suficiente, bastaría con masajear el producto suavemente en la piel hasta que se absorba en su totalidad.
Pero ¿qué ocurre si nuestro sérum contiene retinoides? ¿La pauta seguiría siendo la misma? La experta señala que no, que lo ideal es aplicar incluso menos producto y con sensatez ya que es un activo que debe usarse con una serie de pautas para evitar riesgos. Necesita que la piel se adapte y después aumentar progresivamente su uso. “La piel necesita una fase de adaptación, lo que llamamos retinización”, aclara Esther. Por eso, su pauta es empezar aplicándolo dos o tres noches a la semana y observar cómo responde la piel. ¿Cuánto? “Una gota por zona del rostro, y solo si la piel está preparada”, apunta la facialista.
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La dosis en la limpieza facial
Uno de los errores más frecuentes al limpiar la piel del rostro es utilizar demasiado producto, pensando que una espuma abundante es una señal de mayor eficacia. Sin embargo, un exceso de limpiador puede resultar contraproducente, ya que no solo es innecesario, sino que también puede alterar el equilibrio natural de la piel, provocando sequedad o sensibilidad. “Para los geles limpiadores, una cantidad del tamaño de una avellana es más que suficiente. Si es en textura líquida, una pequeña presión del dosificador basta”, aclara Moreno.
Es importante recordar que más cantidad no significa una mejor limpieza, sino que lo esencial es la técnica con la que se aplica el producto. Masajear suavemente el rostro con movimientos circulares y enjuagar con agua tibia permite eliminar impurezas sin comprometer la barrera cutánea.
Además, la doble limpieza nocturna es fundamental, sobre todo si durante el día has llevado maquillaje o protector solar. Este proceso consiste en un primer paso con un limpiador oleoso o micelar para retirar residuos de grasa, seguido de un gel o espuma suave para limpiar en profundidad. Incorporar este hábito garantiza una piel fresca, libre de acumulación de productos y preparada para absorber mejor los tratamientos posteriores.
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Una dosis correcta con producto inadecuado
Si hay algo en lo que Esther insiste, es en la importancia de adaptar la rutina de cuidado a las necesidades cambiantes de la piel, evitando la rigidez y la repetición innecesaria. No se trata de aplicar los mismos productos cada noche, sino de observar cómo responde la piel y ajustar los tratamientos en consecuencia.
Para lograr un equilibrio óptimo, recomienda seguir un enfoque cíclico: incluir noches dedicadas a la renovación celular, utilizando exfoliantes químicos que eliminen células muertas y mejoren la textura; noches enfocadas en la recuperación y reparación, con hidratantes profundos que refuercen la barrera cutánea; y noches reservadas para activos transformadores, como los retinoides, que potencian la regeneración y mejoran la firmeza.
“La piel no necesita lo mismo cada día, y no hay necesidad de insistir con un solo producto todas las noches. Alternar es la clave del equilibrio y la eficacia a largo plazo”, afirma Esther. Este enfoque evita la saturación de ciertos ingredientes, y también maximiza los beneficios de cada fórmula, permitiendo que la piel se renueve sin agresiones ni sobreexposición a componentes activos.
Con este método, el cuidado facial se convierte en una estrategia inteligente que responde a las necesidades reales de la piel, en lugar de seguir una rutina fija sin cuestionarla. Escuchar a la piel, interpretar sus señales y ajustar los productos de manera consciente es la mejor forma de mantenerla sana, luminosa y equilibrada.
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Ten criterio en tu rutina
Esther nos recuerda un aspecto fundamental del autocuidado que a menudo pasamos por alto en el entusiasmo de probar nuevos productos: no se trata de aplicarlo todo a la vez, sino de seleccionar con criterio, distribuir los tratamientos de manera estratégica y usar cada producto con precisión.
“No mezcles productos activos la misma noche si no sabes cómo actúan juntos. Y sobre todo, escúchate: la piel habla, y muchas veces solo necesita que la mimes… no que la sobrecargues”, advierte Esther.
La clave no está en la cantidad, sino en la calidad de cada elección. Saturar la piel con demasiados ingredientes puede generar irritaciones, desequilibrios y resultados contraproducentes. En cambio, prestar atención a sus necesidades reales y adaptar la rutina en consecuencia permite que los activos trabajen en armonía y de manera efectiva.
Cada paso del cuidado facial debería ser una decisión consciente, una forma de nutrir la piel sin agredirla y darle espacio para regenerarse naturalmente. Al final, el verdadero lujo en cosmética no está en la acumulación de productos, sino en la sabiduría de cómo y cuándo usarlos.