Así que es labor del terapeuta encontrar lo que esconde la realidad del abuso, porque muchas veces la propia persona no se acuerda de ello o, si lo recuerda, ve irrelevante su situación emocional y material con el abuso sufrido.

La razón de no recordar el abuso puede ser un mecanismo de defensa y protección de la mente, que lo sumerge en lo profundo del inconsciente para evitar el sufrimiento que produce el recuerdo.

El abuso sexual representa un trauma para la persona que lo sufre; supone una transgresión de los límites del cuerpo, de los límites emocionales, mentales, sexuales y espirituales. Es la violación de algo tan sagrado como es la intimidad personal y la libertad de decidir sobre el propio cuerpo. Los síntomas de la víctima que padece de este tipo de abuso pueden perdurar durante toda la vida, si no se ataja el problema de la forma adecuada. Por su parte, el agresor suele esconder graves problemas de muchos tipos, y una personalidad que tiene que ver con la humillación, el abuso de poder, y una total falta de empatía hacia su víctima; aunque crea que sí la tiene.

No hay que olvidar que el abuso sexual puede producirse, tanto a efectos legales como psíquicos, dentro del ámbito de la pareja, sea matrimonial o no.

Lo primero que debe producirse en terapia con una persona que ha sufrido abuso sexual es la toma de conciencia de la no culpabilidad que tiene frente a la situación que sufre. Ocurre a veces que, sobre todo en la infancia, la persona no sabe distinguir entre una relación consentida y otra que no lo es. El gran error por parte de las personas cercanas a la víctima es hacerla ver que el tiempo irá curando su herida emocional y se olvidará del asunto.

La víctima necesitará un proceso que podrá ser largo y complicado, dependiendo de los casos. El resultado será la recuperación de la ilusión, la seguridad en sí misma, la autoestima, la eliminación de la ansiedad, y el aprendizaje a poner límites, entre otros muchos aspectos positivos.

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El proceso de superación de los traumas producidos por cualquier tipo de abuso puede estar formado por las siguientes etapas:

En una primera etapa, será necesario identificar el abuso recibido. Es irrelevante el momento en el que se produjo, ya que el trauma se perpetúa hasta que queda desbloqueado y sanado. La persona tendrá que hacer un esfuerzo por rememorar el momento o momentos dolorosos, verbalizando y sintiendo aquello como si se estuviera produciendo en este momento. El objetivo es eliminar la culpa y la vergüenza que le ha producido la experiencia de abuso. Este es el primer paso para aceptar y sanar el trauma.

Es necesario también que la víctima exprese su rabia y su ira hacia el agresor, perdonándose a sí misma y comprendiendo el mensaje que la experiencia le supuso. Es importante conocer, a través del proceso, el aprendizaje existencial y de autoconocimiento que ha supuesto su trauma. Hacer ver que nada ocurre por casualidad, entendiendo lo sucedido más allá de las apariencias.

Otro paso importante para la víctima es, además de perdonarse a sí misma, llegar a una comprensión del propio agresor y de su naturaleza humana, es decir, comprendiendo las causas históricas y experienciales que han llevado al agresor a cometer tales actos. Su educación, limitaciones, traumas de su infancia, etc. Esto no es incompatible con que el agresor merezca su castigo y las medidas oportunas para evitar que reincida en su delito.

Por último, es necesario un proceso de mejora de la autoestima de la víctima, reafirmando su propia inocencia y viendo su experiencia traumática con otra visión; siendo consciente del sentido que tuvo lo sucedido y cambiando su perspectiva respecto al propio agresor. En este paso, la víctima es consciente de que los traumas no tienen porqué ser un sufrimiento toda la vida.

La terapia con el abusador

Una de las teorías de la terapeuta Laura Gutman describiendo las características del abusador es la del concepto de “apropiarse del otro” como una necesidad del perpetrador dentro de su propia psique.

El abusador suele tener una infancia caracterizada por la ausencia de amor y de comprensión por parte de su entorno. Esa falta de cariño y esa necesidad de ser amado, cuyo dolor va convirtiéndolo en un aspecto de su sombra, relegándolo a lo más profundo del inconsciente. Esa necesidad le hace necesitar poseer y controlar el cuerpo de otra persona a la que cree amar. En el caso de un niño, ese niño le recuerda al que él quiso ser, con su inocencia y necesidad de cariño. Cree que le ofrece la posibilidad de ser amado con el contacto de su cuerpo, y piensa que llegando a esa “intimidad” con él o ella, está saciando el cariño que a ese abusador le faltó.

Durante la terapia, el terapeuta sabe de la distorsión que el perpetrador tiene acerca del amor y del cariño. El problema en la terapia está en el convencimiento del abusador de no estar cometiendo abuso ni dañando a nadie con sus actos, lo que hace que el trabajo sea delicado. Por una parte, es necesario hacerle ver la responsabilidad que tiene de haber hecho daño psicológico profundo a una persona, y por otra parte no provocarle un sentimiento de culpa tal, que agrave su ya de por sí baja autoestima e independencia emocional.

Escrito por: Pablo Ruiz Bellverser. Terapeuta Transpersonal (clic aquí)
Info: dufresne12 @hotmail.com