Guillermo de Holanda ascendió al trono en 2013 tras la abdicación de su madre, la reina Beatriz. Lo hizo de la mano de su mujer, la argentina Máxima de Holanda, con quien contrajo matrimonio en una pomposa boda por todo lo alto en Ámsterdam, celebrada el 2 de febrero de 2002. El enlace reunió a lo más nutrido de la realeza europea hace ahora cerca de 25 años. Entre los ilustres invitados, la Reina Sofía junto con el, por aquel entonces, príncipe de Asturias, don Felipe, y su hija, la Infanta Cristina, que acudió en calidad de duquesa de Palma, acompañada de Iñaki Urdangarin. 

Mucho, muchísimo, ha pasado desde entonces. Recuperamos las fotografías del gran evento real a propósito del 58 cumpleaños del soberano de Países Bajos, padre de la heredera Amalia de Holanda. Así han cambiado sus protagonistas. La transformación no deja a nadie indiferente. Y es que, de sangre azul o no, el tiempo no pasa en balde para nadie...

La plebeya que se convirtió en reina: la gran boda holandesa de Máxima y Guillermo de Holanda

Las campanas atronaron con fuerza en Ámsterdam aquel 2 de febrero de 2002 y se escucharon en todos los rincones de la ciudad. No en vano, el príncipe heredero estaba a punto de contraer matrimonio con Máxima Zorreguieta Cerruti. Un enlace con el que la monarquía de Países Bajos se aseguraba el relevo generacional cuando se tuviera que producir el traspaso, como sucedió 11 años más tarde. El compromiso de la pareja real se anunció en 2001. Una orgullosa reina Beatriz salió a la palestra pública para comunicar a sus ciudadanos que su hijo había encontrado a su compañera ideal con la que, algún día, compartiría los quebraderos y bondades de la corona. 

La futura princesa Máxima, plebeya de cuna, lució a partir de ese momento hasta el enlace un singular anillo de diamante naranja ovalado con el que afianzó su compromiso con un pueblo que no era el suyo. Un anillo naranja como la Casa de Orange (en inglés, orange es el color de las naranjas), de la que, a partir de su matrimonio con Guillermo de Holanda, pasó a formar parte. Los futuros Reyes del país se dieron el sí, quiero en la imponente iglesia Nieuwe Kerk de la capital.

Máxima de Holanda y Guillermo en su boda.

Máxima de Holanda y Guillermo en su boda. GTRES

El novio lució su uniforme de la Marina Real neerlandesa y la novia hizo lo propio con un vestido de alta costura de Valentino hecho a medida. Solo para ella, porque nadie se resiste a vestir a una futura reina. El vestido de seda color marfil tenía un escote desbocado, falda acampanada y mangas tres cuartos, además de una cola de 5 metros. Un impresionante vestido nupcial, con impresionante cola, que requirió de al menos cuatro damas de honor para portarlo y que se viera perfecto mientras Máxima se encaminaba al encuentro de su prometido que la aguardaba en el interior de la iglesia. 

Ilustres invitados a la boda real de Guillermo y Máxima de Holanda, desde la Reina Sofía, hasta don Felipe y Federico de Dinamarca

Nadie que fuera alguien en los altos estamentos de la monarquía europea quiso perderse la gran boda de Máxima y Guillermo de Holanda. Aunque nadie es mucho decir. El rey Juan Carlos, por ejemplo, no acudió. Tampoco lo hizo la Reina Isabel II, que delegó en su hijo Carlos, jovencísimo, al igual que Federico de Dinamarca, irreconocible en las fotos que hemos recuperado, con cara de pillo. 

Muchos herederos, muchas reinas consortes, mucha aristocracia y, por supuesto, la ciudadanía curiosa, agolpada a las puertas de la iglesia de Ámsterdam para presenciar el histórico momento. La primera vez en décadas que un heredero a la corona de Países Bajos contraía matrimonio con su princesa. Ahí es nada. 

Máxima de Holanda y Guillermo tras contraer matrimonio

Máxima de Holanda y Guillermo tras contraer matrimonio. GTRES

Por lo que nos atañe, cabe resaltar la presencia de una elegantísima Reina Sofía, que acudió del brazo de su hijo, don Felipe, príncipe de Asturias. No faltó la Infanta Cristina que acudió junto a su marido y padre de sus hijos, ahora exmarido, Iñaki Urdangarin, duque de Palma. Tampoco quisieron perderse el fiestón un jovencísimo Federico de Dinamarca, que asistió solo y en calidad de heredero en representación de su familia. Tampoco Haakon de Noruega y Mette-Marit, siempre discreta, y la lista es casi interminable...

Un evento para recordar que dejó imágenes que, ahora, vistas desde el prisma del paso del tiempo, que no perdona a nadie, son cuanto menos sorprendentes y fabulosas. Para eso está la hemeroteca.