Fue la reina absoluta del papel cuché. Una belleza racial que cortaba la respiración, una personalidad arrolladora, una vida sentimental agitada y unos apellidos de pedigrí (era hija del mítico torero Antonio Ordóñez y de Carmen González-Lucas, hermana de Luis Miguel Dominguín, otro mito de la tauromaquia) hicieron el cóctel perfecto para convertirla en un gran personaje de la crónica social, prácticamente desde su nacimiento hasta su prematura muerte, con tan solo 49 años. Con su marcha se rompió la armonía familiar entre sus tres hijos, que hoy no mantienen relación (especialmente Julián Contreras Jr. con Francisco y Cayetano).
Carmen Ordóñez (o Carmina, como se la conoció popularmente) vivió muchas vidas en una, con sus luces y sus sombras. Diferentes etapas que transitaron desde un convencional matrimonio con Francisco Rivera ‘Paquirri’, cuando apenas había salido de la adolescencia, a un final muy convulso y trágico.
Entre medias, muchos amores y desamores. Pero el que quizás más la marcó y con el que vivió su etapa más tranquila fue el que protagonizó con Julián Contreras.
La separación de Paquirri y sus otros amores
En 1979 Carmen se había separado de Paquirri, un matrimonio que después de la pasión de los primeros años no funcionó porque mientras el torero buscaba una esposa convencional, ella era una joven adelantada a su tiempo que se veía encerrada con su vida en el campo. Paquirri comenzó después una relación con Isabel Pantoja, que terminó en boda, y que también salpicó a Carmina a la muerte del diestro por los problemas de la herencia. Pero esa es otra apasionante historia...
Tras Paquirri, padre de sus hijos Francisco y Cayetano, llegaron otros amores. El más destacado de todos, el empresario marbellí Antonio Arribas, con el que vivió intensamente los placeres de las fiestas sin fin en la Costa del Sol. Sin embargo, fue con Julián Contreras junto a quien encontró de nuevo la estabilidad sentimental para casarse y formar una familia.
Precisamente este mes de abril se cumplen 40 años de la boda entre “la divina” y el cantante onubense que vio su carrera eclipsada por el carisma y la fuerza de la madre de Francisco Rivera.
La boda secreta de Carmina Ordóñez y Julián Contreras
Habían pasado solo catorce meses desde que Carmen y Julián se habían conocido en el camino de El Rocío de la Candelaria, cuando la pareja decidió darse el ‘sí, quiero’. Carmen estaba convencida de que por fin había encontrado al verdadero hombre de su vida.
Julián Contreras era un joven compositor y cantante desconocido, que estaba intentando abrirse camino en el difícil mundo de la música.
Fue una ceremonia por lo civil, íntima y casi secreta, totalmente alejada de la que había protagonizado con Paquirri. Quizás porque no había salido bien la primera vez, Carmen, muy supersticiosa, no quiso seguir ninguna de las tradiciones típicas de la buena suerte en este segundo enlace: nada viejo, nada prestado, nada azul.
Se casaron en Miami en la casa de Rocío Ibarra y Gonzalo Zaldo, anfitriones, amigos y padrinos de la boda, con la presencia de los dos hijos de ella, para quienes Julián se convirtió en un segundo padre.
Carmen estaba radiante con un vestido del diseñador Jorge Gonsálvez, con el cuerpo peplum confeccionado en gasa transparente y cubierto de distintas capas de tul bordadas en forma de hoja, y falda con una gran abertura central. Completó el look nupcial con un tocado de las mismas hojas bordadas de su vestido, adornando su recogido de raya al medio.
La íntima boda religiosa
Tras la boda, los novios disfrutaron de su luna de miel en Bahamas, antes de comenzar su nueva vida.
Cuatro años después del enlace civil, el 21 de marzo de 1988, la pareja volvió a ratificar su matrimonio, aunque en esta ocasión lo hicieron bajo los ojos de Dios. Se casaron por la Iglesia en una íntima ceremonia en Madrid, en la que tuvieron de padrinos a su hijo Francisco y a su íntima amiga Lolita. Entre los poco más de diez invitados tampoco faltaron el padre de la novia, Antonio Ordóñez, con su mujer Pilar Lezcano, y Elena, la tata de la familia Ordóñez.
Antes, el 14 de enero de 1986, había nacido Julián, el único hijo del matrimonio.
Carmen Ordóñez vivió durante estos años su etapa más tranquila, ejerciendo feliz de ama de casa. Julián le dio la estabilidad que no había tenido hasta entonces.
En 1990 la pareja se instaló con su hijo en Marrrakech, donde Carmina desarrolló su trabajo como relaciones públicas y fue la mejor anfitriona de múltiples fiestas, a la vez que se encargaba de la familia. Su exquisita educación en el Liceo Francés de Madrid hizo que pudiera desenvolverse con gran facilidad en el idioma oficioso del país.
La vida de Carmina Ordóñez en Marrakech
El régimen alauita la designó embajadora de Marruecos y se encargó de organizar espectaculares saraos en la corte de Hassan II. La simbiosis de la madre de Francisco Rivera con el país norteafricano llegó a tal punto que, como ella misma aseguró en una de las múltiples entrevistas que concedió a la revista SEMANA, no se hacía musulmana porque en esa religión no tenían a su adorada Virgen del Rocío. En Marrakech, madame Contreras (como allí se la conocía) vivió todo el lujo y esplendor, codeándose con las élites del país y tratándose de tú a tú con las princesas Lalla Meryem, Lalla Asma y Lalla Hasna, hermanas del actual rey Mohamed VI.
A la par, sus entrevistas exclusivas en las revistas del corazón ataviada con turbantes y caftanes marcaron toda una época.
En contraposición al éxito de Carmen, la carrera de Julián nunca consiguió despegar y vio como sus deseos en la música quedaron eclipsados por la arrolladora vida al lado de su mujer, algo que le causaría gran frustración.
Pero los días de rosas llegaron a su fin. Según las crónicas de la época la ruptura con la monarquía alauí provocó su salida de Marrakech y su regreso a España con el matrimonio ya herido de muerte. Quizás, la tranquilidad con la que afrontaba Julián su vida, chocaba con la intensidad que quería Carmina.
Sin embargo, Carmen Ordóñez nunca dejó su amor por Marruecos y en lo últimos años de su vida también pasó temporadas en Tánger en busca de la paz que le fue esquiva desde que, tras la muerte de su madre en 1982, emprendiese su particular camino de descenso al infierno de las adicciones.
El triste final de Carmina y Julián
El matrimonio acabó divorciándose en 1994, aunque siguieron siendo buenos amigos hasta el final.
La vida por separado no terminó siendo demasiado generosa con ninguno de los dos. Carmen entró en una espiral de autodestrucción que terminó con su vida el 23 de julio de 2004, con solo 49 años. Julián, por su parte, tiene una enfermedad degenerativa, grandes problemas económicos y ya no mantiene relación con Francisco y Cayetano, a los que un día consideró sus hijos.