En un artículo anterior acerca de la sombra personal, abordábamos algunos aspectos que servían de escenario para la manifestación de la sombra. La vivencia de la sexualidad, y en concreto en el ámbito de la pareja, conforma también un perfecto escenario donde se nos da la oportunidad de descubrir nuestra sombra o bien la ausencia de ella.

La sexualidad, al haber sido considerada tabú, que en ocasiones provoca vergüenza y miedo, es caldo de cultivo para la formación de sombras en lo personal y en lo social.

Esto es así debido también a que está condicionada por nuestras propias creencias, el entorno social, familiar, etc.

Es decir, es evidente que vamos adquiriendo condicionamientos y prejuicios respecto a nuestro cuerpo y, por tanto, afectándonos de forma directa en la manera de relacionarnos con los demás, especialmente con la propia pareja.

El deseo sexual que conlleva a la práctica, a veces puede verse negativamente afectado por diversas razones, llegando a desestabilizar una relación, sea por uno de los componentes o por los dos. La falta de deseo es afectada por causas como el estrés, las preocupaciones, la inestabilidad laboral, falta de tiempo o intimidad, recuerdo de experiencias anteriores frustrantes y falta de autoestima.

Las diferencias insalvables en cuanto a conceptos respecto al sexo y la baja autoestima son determinantes para provocar la disminución del deseo. La autoestima, a su vez, se ve afectada por el recuerdo de experiencias pasadas donde la persona se sintió “fracasada”, lo cual reaviva la inseguridad y el miedo a no “estar a la altura”, perdiendo el respeto y la aceptación del el propio cuerpo.

Sería interesante cuestionarse, a la hora de encontrar una solución, donde puede estar el origen de la falta de deseo, insatisfacción o cualquier desequilibrio en la práctica de la sexualidad.

La terapia moderna hace hincapié en la relación que se tiene desde al infancia con la figura del padre y de la madre.

En el caso de un hombre que no haya resuelto la relación con la madre o tenga cierta dependencia emocional con ella, su inconsciente le hará buscar en una pareja la figura de su propia madre; así que de ello dependerá la relación que tenga con la sexualidad. Al mismo tiempo, ocurre lo mismo con una mujer que tenga una dependencia o enredo emocional con la figura de su padre. En ambos casos está relacionado con lo que se conoce como Complejo de Edipo y Complejo de Electra, respectivamente.

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Asi que, para tener también una sexualidad más plena y satisfactoria, es interesante que nos cuestionemos cúal es o ha sido nuestra relación con nuestros progenitores, mediante una evaluación sincera y ayuda terapéutica.

Otra de las soluciones a este desequilibrio que tanto afecta a la relación de pareja está en establecer una mayor comunicación de sinceridad entre ambos, que haga que cada uno tenga su sitio, respetando el nivel de evolución sexual del otro. También ha de tenerse en cuenta sentirse deseado y, por supuesto desear, así como evitar un juicio negativo hacia nuestro cuerpo para conseguir una experiencia sexual sana.

Seamos conscientes que sólo un pequeño porcentaje de la población tiene lo que podríamos denominar “cuerpo perfecto”, según los cánones actuales de belleza; y que cada persona, independientemente de su físico, está preparado para llevar una sexualidad satisfactoria con el derecho a disfrutar de su cuerpo y de hacer disfrutar al otro.

La sexualidad sana consiste en hacer que la experiencia sexual nos conduzca a un mayor entendimiento y comprensión de nosostros mismos.

La práctica sexual, cuando se realiza con consciencia y respeto por el otro y por nosotros, responde a una necesidad de manifestación de lo emocional y de nuestra esencia más profunda. Nos hace asomar lo que somos, aquello que estaba escondido (sombra personal) y no nos atrevíamos a mostrar por vergüenza, miedo al rechazo, etc.

El hecho de encontrar a una persona a la que amar, donde se produzcan relaciones sexuales transparentes, en igualdad y complicidad, y que conduzca a los dos a un conocimiento más profundo del otro, se convertirá en el compañero evolutivo perfecto.

En definitiva, la sexualidad es un reflejo de nuestro propio estado interior y nuestra visión de la vida. Podemos aplicar en la vida sexual todo aquello que nos motiva y nos hace sentirnos felices y plenos en el resto de escenarios de nuestro día a día.

Pensemos que es un aspecto más de nuestra vida, y hay que practicarlo con la misma sensación de libertad y tranquilidad que nos produce cualquier otra actividad que nos ilusiona y queremos compartirla con nuestra pareja.

Es también una oportunidad para observarnos y aprender de la experiencia con la otra persona. Lo más importante es eliminar toda culpa hacia nosotros y hacia el otro por una sexualiad insatisfactoria. Analicemos si el resto de aspectos de la relación hace que merezca la pena poner en marcha soluciones o terapias en el aspecto sexual de la pareja.

Escrito por: Pablo Ruiz Bellverser. Terapeuta Transpersonal (clic aquí)
Info: dufresne12@hotmail.com