Sobrevivir a una alfombra roja no es fácil. Más si la competencia es feroz. Y no nos referimos a los premios homónimos sino a la gran competitividad que hay para ocupar un titular. No siempre se consigue, pero, amigas, esto es la guerra. Un drama. O varios.A priori la que tenía todas las papeletas para ganar esta noche era Penélope Cruz, pero no, amigas, mi consentida, mi adorada, ha estado de perfil bajo. Han ganado, pero de lejos, Paz Vega y Bárbara Lennie, la espalda de Amaia Salamanca, a la que no se pudo resistir Daniel Guzmán, que la tocó con la punta de sus dedos, o el escotazo de Leonor Watling, que lució joyones de Bvlgari, dignos de estar en la expo que tiene Tita montada en el Thyssen.
Con los ojos cargados de imágenes y el cerebro reblandecido de acumular rodajes, proyectos y estrenos de todos los actores con los que he hablado esta noche, me quedo con el dolor de pies de Candela Peña, subida a unos taconazos que le traían por la calle de la amargura. La misma que rezumaba al decirme que está muy bien ganar un Goya con cada papelito que hace, pero que lo que necesita es trabajar para pagar la luz y las facturas. Que no tiene trabajo, vamos, y que no iba a hablar más del tema porque no la dejaban (sic).Porque, quién dijo que ser actriz es todo glamour, ponerse vestidos prestados como la Cenicienta, y que te abran la puerta del coche para que los fotógrafos te inmortalicen en ese gesto tan femenino de salir del vehículo con chófer presumiendo de piernas en un etéreo gesto antes de volver a poner los pies en el suelo.
Antes mencionaba las joyas de Leonor Watling, quien mostraba cierto hartazgo a las preguntas de cómo se hace para lucir tipazo tras la maternidad, clichés de alfombra roja (lo siento, cariño, no somos Cahiers du Cinema) y nos ha retado a plantear el mismo tipo de cuestiones a los hombres. Pero por si las dudas se ha plantado un escotazo que nos decía a gritos: ¡Mírame!
En fin, que vista la gala, y salvo la emoción del Goya de Honor a Ana Belén, que me ha retrotraído a mi más tierna infancia (todos los que tenemos una edad hemos crecido con ella), me quedo con los prolegómenos. Con esa alfombra roja que se ha convertido en una metáfora de la vida misma, aunque vestida de alta, de media y de baja costura. Porque había modelos horrorosos, horrorosos, como diría María Barranco.El año que viene volveremos. Por si las moscas. Y por nuestro cine, que debemos apoyar, le pese a quien le pese.