Sarah Ferguson está lejos de guardar silencio y dejar de generar titulares en la prensa británica y, por ende, en la internacional. La exmujer del duque de York suele generar controversia siempre que rescata del olvido la memoria de la princesa Diana de Gales, de quien atesora un bonito recuerdo, pero quizá más revuelo esté generando el hecho de que haya hablado sin pelos en la lengua sobre las “discapacidades” de sus hijas, Eugenia y Beatriz.

Sarah Ferguson en una imagen de archivo

La exnuera de la reina Isabel II se divorció del príncipe Andrés hace ya 22 años, pero sigue siendo una afín a la familia real británica y, con ello, un personaje muy querido en la prensa del país. Siempre que hay oportunidad se le pregunta sobre cómo le sonríe la vida, pero a veces habla de momentos difíciles para ella, como son las enfermedades de sus dos hijas, con las que aún trata de lidiar. Así lo ha dejado claro en un evento de su ONG, Street Child, que ayuda a los niños más desfavorecidos de todo el mundo para que tengan una infancia digna y feliz.

Beatriz y Eugenia de York

“Me he dado cuenta de la suerte que han tenido mis hijas ya que, como saben, Eugenia se encuentra incapacitada a causa de las 12 varillas de metal que tiene en la espalda -para paliar los efectos de su escoliosis-, mientras que Beatriz es disléxica y tuvo necesidades especiales en la escuela. Y aún así tuvieron una educación, ¿por qué no la iban a tener?, ¿por qué no iba a poder permitirse cualquier otro niño ese lujo? Y lo que es peor, ¿por qué es un lujo?”, explicaba Sarah Ferguson en un arrebato de espontaneidad.

Sarah Ferguson con sus hijas

Leer más: Eugenia de York explica su vida con escoliosisPara retratar la difícil situación de muchos niños, Sarah Ferguson puso como ejemplo a sus propias hijas que, a pesar de haberlo tenido todo en la vida, cierto es que también han tenido que luchar desde niñas para conseguir labrarse un futuro o superar sus enfermedades. Lo mismo que sucedía con una niña a la que quiso mentar y que le removió la conciencia: “Tuve la oportunidad de toparme con una niña llamada Ruby en Nepal, la cual me pidió que la ayudara a construir una escuela en su pueblo para que pudiera estudiar y algún día ser maestra. Si dentro de dos años esa escuela no existe, Ruby tendrá que sacarse y abandonar su futuro a causa de las reglas que imperan en su tribu”.