La madre de Meghan Markle ha pasado de ser monitora de yoga a directora ejecutiva, directora financiera y secretaria de una prestigiosa empresa con sede en Beverly Hills

La vida del príncipe Harry y Meghan Markle ha dado un giro de 180 grados en los últimos meses, desde que tomasen la dura y polémica decisión de dejar de formar parte activa de la Familia Real británica. Sin embargo, no solo sus vidas han cambiado considerablemente, al parecer, para mejor, sino que la propia madre de la actriz estadounidense ha visto cómo su suerte ha cambiado tras la aparición en escena del hijo de Diana de Gales en la vida de su hija. Eso sí, el  meteórico ascenso al triunfo de la madre de Meghan Markle, Doria Ragland, también ha venido acompañado de grandes dosis de polémica, al ser acusada de haber tenido un supuesto trato de favor para llegar a ocupar un puesto para el que, según muchos, no cuenta la formación ni la experiencia necesaria para desempeñar con efectividad.

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La madre de Meghan Markle, de 64 años, ha pasado de ser una monitora de yoga a convertirse en directora ejecutiva de un centro para mayores. Un importante giro profesional el de Doria Ragland, que de la noche a la mañana ha dejado de impartir clases de yoga para ocupar un importante puesto en el organigrama de Loving Kindness, una empresa con sede en Beverly Hills centrada en el cuidado a personas de la tercera edad. Un salto evolutivo en su carrera profesional que ha venido acompañado de numerosas críticas por parte del jurado popular y es que a los ciudadanos les ha chirriado un tanto que detrás de este movimiento de fichajes no se encuentre la alargada sombra de su hija, que ya ha demostrado lo bien que se desenvuelve a la hora de conseguir contratos desde que es duquesa de Sussex, por mucho que reniegue del título que le ha dado fama internacional.

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Pero las críticas no solo se han centrado en el curioso hecho de que una monitora de yoga haya podido ascender sin pasar por los escalones intermedios a ser directora ejecutiva de esta compañía, sino también porque no es su único cargo en la prestigiosa Loving Kindness. También se ha hecho con el papel de directora financiera y secretaria de la empresa. Tres cargos otorgados de la noche a la mañana que han sido gestionadas personalmente por el hombre de confianza de Meghan Markle, Rick Genow, que hace las veces de su representante legal, tal y como ha desvelado ‘Express’. Un vínculo que a muchos les resulta sospechoso y cuyo conocimiento popular ha provocado una avalancha de críticas por parte de diversos sectores, que no dudan en calificar el fichaje de Doria como “enchufe profesional” y denuncian la posible existencia de “intrusismo laboral”.

Pero la madre de Meghan Markle no solo ha evolucionado mucho desde que su hija lograse enamorar al príncipe inglés. Dejó su puesto como monitora de yoga y después de la boda de su hija con el príncipe Harry de Inglaterra también renunció a su puesto como trabajadora social en una clínica de salud mental. Lo hacía no para vivir del sustento de su hija, que bien podría asegurar su porvenir sin demasiados esfuerzos, sino para cumplir su sueño de hacer joyas artesanales en una comunidad de Los Ángeles.

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El otro trabajo que hizo posible la magia

Pero el currículo de Doria Ragland ha dado muchos otros bandazos que han llamado poderosamente la atención del público, ahora que todo ha salido a la luz. También fue maquilladora de la serie ‘Hospital Central’, pero este trabajo no lo consiguió gracias a los contactos de Meghan Markle en la industria. De hecho, gracias a este trabajo la actriz está entre nosotros, pues fue aquí donde conoció a su marido, Thomas Markle, que trabajaba como director de iluminación. Así comenzó su historia de amor, que llegó a su fin cuando Meghan Markle tenía tan solo seis años.

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Un divorcio que supuso la unión sin condiciones de la actriz a su madre, así como el progresivo distanciamiento con su padre, que vivió su momento culmen cuando Thomas Markle quiso aprovechar la reciente relación de su hija con el príncipe Harry y su entrada en la familia real británica para hacer caja, vender los capítulos más íntimos y desconocidos de su hija e incluso filtrar detalles que han puesto en serios apuros a su princesa en infinidad de ocasiones. Al final, estas estrategias por conseguir popularidad y rentabilidad económica han terminado por separar sus caminos. Ahora Meghan Markle no quiere hablar con su padre, algo que incluso le ha venido mejor mediáticamente hablando, porque esto le ha abierto la veda a entrevistas y a filtrar aún más contenido, como todo lo relacionado a su ausencia en la boda en la que habría querido ir.